PARTE 21

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Pero la iglesia también habló sobre el tipo de amor que trascendía cualquier y todas las fronteras, y la Biblia se hallaba llena de historias de personas que llevan a cabo la voluntad de Dios y tenía deseos muy humanos. Quiero decir, ¿Qué siguiera en pecado? ¿Quién era herido por Seokjin y yo amándonos uno al otro?

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Era una cuestión de confianza, me recordé. Porque mientras luchaba con la naturaleza epistemológica del pecado como el teólogo entrenado que era, también era un pastor y los pastores tenían que ser practicantes. El problema era que yo vine aquí a construir la confianza en la iglesia, para deshacer los errores de otro hombre. Y no importa cuán consensual y, por otra parte, usual era mi relación con Seokjin, todavía podía arruinar esto. Mi trabajo, mis metas, mi monumento a la muerte de Nayeon.

Nayeon.

Se sintió tan bien hablar de ella. No hablamos mucho acerca de ella en mi familia. De hecho, en absoluto, a menos que estuviera solo con mi madre. Y hablar de eso no se llevó el dolor, necesariamente, pero lo hizo diferente. Más fácil. Me moví de la ventana y fui a la mesilla de noche para obtener el rosario que me gustaba usar, un conjunto de cuentas de plata y jade.

Había sido de Nayeon .

No recé, pero pasé las cuentas a través de mis dedos mientras me sentaba, pensando y preocupándome y, finalmente, dejando que mi mente colapsara en los arroyuelos de la preocupación y la culpa.

En el nuevo dolor espinoso de su ausencia y todos los temores que inspiraron. Todo esto con que luchar, y lo que más me obsesionaba cuando me quedé dormido era la posibilidad de que Seokjin terminó conmigo.

Al día siguiente era el desayuno de panqueques, y Seokjin apareció para ello, aunque me evitó, hablando solo con Millie y yéndose tan pronto como el último invitado subió las escaleras.

—Él vino a la reunión de "Ven y Verás" ayer por la tarde —dijo Millie—. Parece muy interesado en unirse. Le expliqué cómo funcionaba el catecismo y creo que es muy susceptible, aunque preguntó si podía hacerlo en otra iglesia. —Millie me miró fijamente—. Ustedes dos no tuvieron una pelea, ¿verdad?

—No —murmuré—. Todo está bien.

—Así que, ¿por eso ustedes dos se veían como si tuvieran dolor físico esta mañana?

Hice una mueca. Millie era más aguda que la mayoría de la gente, pero no quería que nadie se diera cuenta de la dinámica entre Seokjin y yo, ya sea tensa o amistosa. Nosotros solo tuvimos sexo una vez, y ya se filtraba a través de cada posible grieta en la presa.

—Sta. Margaret lo necesita, padre Jeon. Ciertamente espero que no planee joder esto.

—¡Millie!

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—¿Qué? —preguntó, recogiendo su acolchado bolso—. ¿Una anciana no puede maldecir? Póngase al día con los tiempo, Padre.

Y se fue.

Tenía razón. Sta. Margaret necesitaba a Seokjin. Y yo necesitaba a Seokjin. Y Sta. Margaret me necesitaba, y Seokjin me necesitaba. Muchas personas necesitaban también muchas otras personas, y no existía manera de que pudiera mantener todas las bolas en el aire; dejaba caer uno y habría consecuencias catastróficas.

No fue hasta el domingo por la noche que mi angustia se apoderó de mi y le envié un texto.

Pensando en ti

Mi pecho y garganta se sentían como si hubieran sido cosidos juntos, y casi me puse de pie cuando vi los tres puntos de rotación en la pantalla, lo que significaba que escribía una respuesta. Y luego se fueron.

P    R   I   E    S    T -KOOKJINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora