PARTE 16

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Después del grupo de caballeros, me detuve en mi oficina para tomar un rosario y un pequeño folleto que contenía algunas oraciones básicas y entré en el Santuario, sabiendo que Seokjin probablemente estaría temprano. 

Lo que no sabía era que estaría de pie directamente delante del altar, mirando a la cruz, a la luz del final del atardecer que entraba por la ventanas iluminándolas en tonos más oscuros, zafiro, esmeralda y carmesí. No sabia que sus hombros se sacudían muy ligeramente, como si estuviera llorando, y no sabía que todas las puertas y ventanas estarían cerradas, atrapando el aire adentro de un exuberante, perfumado aroma a incienso. 

Me detuve, el saludo en mis labios se estancó por el silencio, por el gran peso de la tranquilidad. 

Dios se hallaba aquí.

Dios se encontraba aquí, y él hablaba con Seokjin. 

Sentí cada beso del aire a través de mi piel mientras me le acercaba, escuché cada exhalación, y cuando llegué a él, vi cómo la piel de gallina acribilló sus brazos, cómo las lágrimas corrían silenciosamente por sus mejillas. 

Existían miles de cosas que debería decir, pero no me atrevía a interrumpir cualquier momento  que esto era. Excepto que realmente no era interrumpir, porque me sentí invitado en ello, como si se suponía que debía ser parte de ello, e hice lo que sentía correcto: envolví mis brazos alrededor de él. 

Se inclinó hacia mi, sus ojos aún clavados en la cruz, y solo lo sostuve, ya que ambos dejamos que el momento recorriera sobre nosotros, nos bañamos en la luz mortecina y el silencio. Las sombras se arrastraban por el suelo y se agruparon en torno a nuestros pies, y los segundos pasaban en minutos, y poco a poco, lentamente, nos atrajo gradualmente más cerca, hasta que cada pulgada de su espalda se presionó contra mí, hasta que mi nariz se hallaba en su cabello y sus manos se entrelazaban a través de las mías. 

La cercanía de él y la cercanía de lo divino, todo al mismo tiempo era euforia, felicidad, y me encontraba casi mareado, sintiendo a ambos a la vez, intoxicado por él y embriagado por Dios. Y ante este encuentro sobrenatural, no  quedaba lugar para la culpa, no hay espacio para el crítico auto-análisis y la recriminación. Solo espacio para estar presente, estar allí, y luego se dio la vuelta en mis brazos, inclinando su rostro hacia el mío. 

—¿Lo sientes también? —preguntó. 

—Si. 

—¿Es siempre así para ti?

Negué con la cabeza. 

—Una vez por la semana, tal vez. A veces dos veces. Conozco gente como mi confesor quien lo siente a cada momento y la gente como mi obispo quien no lo siente nunca. 

—Es hermoso. 

Se hallaba completamente oscuro ahora, y no había nada más que diferentes sombras, pero incluso en las sombras, los rastros de las lagrimas en su rostro brillaban. 

—Eres hermoso —le susurré. 

Estábamos hablando en voz baja; el aire se sentía todavía pesado con la santidad y presencia. Y tendría que sentirme retorcido por sostener a Seokjin así frente al rostro de Dios, pero nuestra zarza ardiente de una habitación en silencio de alguna manera hizo que todo pareciera más bien como si fuera la cosa más perfecta que hacer, sostenerlo en mis brazos y bajando la mirada a su cara.

Deslicé mis dedos bajo su barbilla, manteniendo su rostro inclinado al mío, y me incliné hacia abajo lo suficiente para que nuestras narices rozaran juntas. Podía besarlo ahora. Tal vez debería darle un beso en este momento. Tal vez fue el plan de Dios desde el principio para que nosotros termináramos aquí, solos en este santuario, y obligados a enfrentarnos a la verdad, que se trataba de algo más que amistad, que esto era más que la lujuria. Esto era algo crudo y real e innegable y que no iba a desaparecer. 

P    R   I   E    S    T -KOOKJINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora