Capítulo 6

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Ya de regreso al salón, ingresamos en el orden que indica el protocolo de las manadas, y nos dirigimos a la mesa en que nos esperaba mi séquito. Amelia se sorprendió y alegró cuando le dije que Matthias, Gonzalo y Patrick eran mi Beta, Gamma y Delta. Los chicos les presentaron a Milena y a Gaia, que recién habían llegado para acompañar a Matthias y Patrick. Nadia se acercó con Gonzalo, y Amelia la abrazó, a la vez que le decía que sospechaba que tenían algo más que una amistad. Al sentamos, noté que Amelia buscaba a alguien. Detuvo su mirada en Elrond; eso me molestó, estaba celoso. Aún no me sentía seguro porque Amelia ponía condiciones para unirme a ella, para marcarla, para hacerla mía, y por ello sentía celos cuando miraba o hablaba con otro macho.

– Ese es Elrond, el hijo de Haldir y Marion. ¿Por qué lo miras tanto? -aunque intenté ocultarlo, se notó mi desagrado al ver que miraba a otro macho.

– Es que estaba buscando a Caroline, y la encontré al lado de ese chico, muy acaramelada, por eso lo miro. Tenía curiosidad por saber quién es él y qué pasaba con ella -decía la verdad, su corazón estaba tranquilo y no emanaba un olor diferente.

– Caroline y Elrond acaban de descubrir que son almas gemelas -explicaba Matthias-. Cuando ustedes salieron del salón, Caroline comenzó a buscar un olor que llamó su atención, luego apreció Elrond y se besaron. Ahí supimos que Caroline encontró a su compañero.

Papá comenzó a dirigirse a los invitados a la cena. Pidió disculpas por no hacer un evento con la participación de toda la manada, y explicó que el propósito era reunir a Amelia conmigo para comprobar que era la prometida. Mi amada estaba un poco avergonzada por ser el motivo de no haber planificado algo más grande. Mi padre confirmó a los presentes que ella era la hija de la Madre Luna, así que yo era el Puro que Aúlla. Todos aplaudían y alzaban sus voces coreando nuestros nombres y pidiendo que nos besemos. Feliz de complacer a los invitados, tomé la mano de Amelia, nos levantamos de nuestros asientos, nos pusimos frente a frente y la besé. Llevé mi mano a su espalda, y al sentir mi roce tembló, gimió levemente y ahí aproveché en entrar a su boca. Jugué con su lengua y sentí que se dejó llevar, comenzando a mover un poco la suya. Me separé de ella, recordando que papá estaba hablando. Continuó diciendo que iniciaríamos la organización de la Ceremonia de Entrega del Mando Alfa y de Séquito y nuestra boda. Cuando papá explicó que Amelia quería que nos casemos antes de unirnos, el salón enmudeció, pero aceptaron sus condiciones al recordar que era humana y tenía otras costumbres.

Amelia estaba apenada, eso me encantaba. Que sintiera vergüenza en parte no era bueno para mí, ya que era lo que la llevaba a poner límites a nuestro contacto, pero me gustaba pensar que poco a poco haría que entre en confianza para derribar cualquier barrera que haya alzado, solo era cuestión de tiempo. Ella no levantaba la cabeza, creo que no quería que notaran que hablar de su virginidad la hizo sonrojar. No me pude aguantar, sé que me expuse a recibir una respuesta con molestia y desagrado. Tomé su mano, besé su sonrojada mejilla y le dije con la voz más sensual que pude: «No te preocupes, yo haré que pierdas la vergüenza y otras cosas más". Terminé rozando su lóbulo con mi nariz, y ella brincó al estremecerse por mi provocativo acercamiento. Sonreí con notorio deseo, ella me miró con ternura. Apenas un poco más de una hora de estar cerca de ella y ya estaba completamente enamorado.

Después de cenar y confirmarle a Amelia que la plata tiene efectos desfavorables contra los de mi especie, pero que esa noche podíamos usar los cubiertos de ese metal porque Ravi hizo una pócima para repeler el daño que nos producía, mis padres nos cedieron el honor de abrir la pista de baile. Amelia no sabía bailar vals, así que le pedí subir a mis pies para llevarla sin problemas por la pista. Ella dudaba, quizás pensaba que su peso haría que me costara moverme, pero la sentí muy ligera. Aún no sabía de mi fuerza sobrenatural, y no era el momento para explicarle sobre mis habilidades, era tiempo para tenerla cerca de mí. Dejaba pequeños besos en su cuello, disfrutaba oliendo su aroma. Con mi mano recorrí su espalda suavemente. Ella se contenía, pero los apretones en mi hombro cada vez que la besaba, que sentía mi aliento en su cuello, mi mano en su desnuda espalda, significaban que eso la excitaba.

El Puro que AúllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora