Capítulo 20

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Cada día que pasaba nos acercábamos más al cumpleaños de Amelia y día de nuestra boda humana. A mi Luna la ponía un poco nerviosa la cantidad y clase de invitados, ya que, por nuestros tratos comerciales e importancia en el desarrollo industrial del país, habíamos invitado hasta al Presidente de la República del Perú. En la lista de invitados aparecía nombres de diferentes ministros, congresistas y altos funcionarios de diferentes instituciones peruanas. Como nunca había participado de una boda humana, le pedí a Patrick que me ayudara recabando toda la información necesaria para que me instruya en los protocolos de las ceremonias civil y religiosa; no quería cometer un error y avergonzar a mi Luna.

A solo dos días de la boda, Cassie y Ania nos preguntaron si cada una podía invitar a un amigo, ya que no querían estar solas durante la fiesta. Sabía que el mejor amigo de Ania era Pietro, e imaginaba que se refería a invitarlo a él, pero las hembras comenzaron a decir que se referían a sus mejores amigas, así que no comenté lo que yo suponía, y solo acepté junto a Amelia. Durante esos días me pregunté quiénes serían las amigas, ya que cuando fui a los funerales de la Hermana Cordelia ninguna niña se le acercó a Ania, solo Pietro. En el caso de Cassie no tenía ni idea, ya que no había visitado a mi hermana Marion y a su familia en Seúl en los últimos años, y no sabía mucho de mi sobrina.

– ¿Amiga?, no abuela, es amigo, es un macho humano -dijo Cassie a mi madre cuando ella le preguntó por el nombre de su invitado.

– ¿Cómo que un amigo? -preguntó Marion algo alterada.

– Eso, un amigo. Mi mejor amigo es Erik Fisher. ¿Lo recuerdas, mamá?

Y sí que lo recordaba. Erik era un año mayor que Cassie, pero desde que se conocieron en la primaria congeniaron y se hicieron muy buenos amigos. Él era el capitán del equipo de futbol soccer y uno de los mejores alumnos de la escuela donde también estudiaba mi sobrina. Cuando eran niños, Erik pasaba desapercibido. Era pequeño, delgado y algo enfermizo, pero cuando la adolescencia llegó, aparecieron con ella la altura, los músculos y la notoria belleza que a sus dieciséis años llamaba la atención de todos. A Marion le preocupaba que, al ser humano, se interesara por su hija y quisiera cortejarla porque, ¿cómo se deshacía de él? A mi hermana le daba pánico que Erik llegara a descubrir la verdad de nuestra especie o la de Haldir. Su padre era un ingeniero mecánico alemán que trabajaba para una de las más reconocidas empresas automotrices en Corea del Sur y su madre era una ingeniera electrónica surcoreana que trabajaba en el más grande conglomerado empresarial dedicado a la venta y desarrollo de productos tecnológicos de ese país.

– ¿Y cómo es que está en Perú? -preguntó mi Luna, curiosa por saber si había alguna clase de interés del muchacho por Cassie, ya que la cara de Marion lo decía todo.

– Ha llegado junto a sus padres y hermana mayor a pasar sus vacaciones, ya que varios amigos y compañeros de trabajo de sus padres les han hablado de Machu Picchu y de la variedad gastronómica peruana que pueden encontrar en Lima, así que aprovecharon las vacaciones de verano, y están aquí.

– ¿Y cómo te contactó? -preguntó la bisabuela Margot olvidando que los chicos de la edad de Cassie están en todas las redes sociales.

– Por WhatsApp. Erik sabía que yo venía a Perú, por eso, cuando se enteró que en el mes de julio estaría en Lima, me escribió para acordar vernos, ya que solo estará una semana, de ahí parten a Cuzco.

– Y, ¿Erik es un pretendiente? -preguntó con mucho cuidado mi Luna, no quería molestar a Marion.

– No, tía, para nada. Erik es mi mejor amigo. Yo también destaco en deportes en la escuela, en el equipo de atletismo, y soy buena alumna, tenemos eso en común, además de la herencia alemana de nuestros padres.

El Puro que AúllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora