Capítulo 15

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Después de tres horas de viaje, llegamos a la Hacienda Höller. Quedé maravillado por el paisaje que nos daba la bienvenida. En tres buses trasladamos a los futuros guerreros encabezados por una pareja de mi séquito. Milena, Nadia y Gaia viajaron acompañando a mi Beta, Gamma y Delta. Eso me dolió más porque sentí que otra vez estaba solo.

– No te aflijas, Stefan –decía Haldir al mirarme de reojo-. Nunca compares la relación que tienes con Amelia con la de otras parejas. Ella y tú son diferentes a los Betas, Gammas o Deltas. El tiempo pasa rápido, y te lo digo yo que en poco cumpliré mil años de vida.

Austin y Sara nos esperaban con el desayuno y la zona de entrenamiento lista para arrancar ni bien termináramos de desempacar. Los cien guerreros se hospedarían en El Pueblo, una zona dentro de la hacienda que era la recreación de un poblado típico de la serranía peruana. Eran veinte casas de dos pisos distribuidas en pequeños bloques que armaban calles, contaban con una plaza en el centro y áreas verdes alrededor. Cada casa estaba acondicionada para recibir a diez huéspedes, así que solo habilitaron diez de ellas para los guerreros. Mi séquito y sus compañeras se quedarían con nosotros en La Casona, una versión rústica y más pequeña de la mansión en Lima, pero lo suficientemente grande para albergarnos.

– Esta habitación es demasiado grande, Sara. He venido solo –dije con una pizca de tristeza.

– Algo me dice que no pasarás todas tus noches solo, así que acepta la habitación que hemos preparado para ti –conocía a Sara por las veces que visitó Bonn acompañando a su madre, la bruja Killari, quien era una gran amiga de mamá. Por eso conocía sobre sus poderes como bruja, por lo que escucharla decir eso fue alentador para mí.

Ni bien dejé las cosas en mi habitación, llamé a Amelia. Ella ya estaba en el instituto, pero aún no iniciaba sus clases. Al enterarse que Milena, Nadia y Gaia estaban con sus compañeros en el entrenamiento, mi Luna decidió viajar cada viernes por la tarde para pasar conmigo el fin de semana.

– ¿En serio, mi Luna? –le dije muy alegre y creyendo mucho más en las habilidades de Sara.

– Sí. Los viernes tengo clases hasta la 1 pm, así que conversaré con la familia para coordinar con quién viajaré hacia la hacienda cada uno de los fines de semana que estarás en el entrenamiento -con esa promesa salí hacia el entrenamiento altamente motivado.

Lo primero que hicimos fue pasar un circuito en grupos de diez. Diferenciamos machos de hembras y formamos los grupos. Estuve en el segundo, y en cinco minutos terminé el circuito que el mejor del grupo anterior –que fue Gonzalo- había logrado en diez. Marion y Sara llevaban la cuenta de los tiempos, mientras que Haldir y Austin se aseguraban de que nadie se saltara algún obstáculo. Tras pasar todos los guerreros, dieron el primer resultado.

– Felicitaciones, Alfa, hiciste el mejor tiempo, siendo más rápido que el segundo puesto por la mitad del tiempo que este hizo –dijo Marion colgando los resultados en el panel de avisos.

– ¡Muy bien, mi Alfa! Sí que estás motivado –dijo Austin extendiendo su mano para felicitarme, la cual apreté con gusto.

– Sí que lo estoy, Austin. Mi Luna me ha prometido venir el viernes por la tarde para pasar el fin de semana conmigo, así que quiero terminar la semana ganando todos los records, para que los entrenadores me otorguen el debido permiso –dije mirando a mi hermana, a mi cuñado, a Sara y a Austin con súplica. Era el Alfa, pero en ese momento ellos tenían una responsabilidad que yo debía respetar, así que tenía que ganarme el derecho de pasar con Amelia el fin de semana.

– Ya veremos cómo te va y después lo decidimos –respondió Marion de forma desinteresada mientras escribía en su libreta.

– ¡Ay, no seas así, Marion! Ni yo puedo ser tan frío –la regañó Haldir.

El Puro que AúllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora