Un viaje mágico

Capítulo 64: Descenso a la locura

El día después de que Quinn entró en la Cámara Secreta y mató al primer Horrocrux de Tom Riddle/Voldemort, Quinn estaba sentado en su oficina, limpiando sus herramientas y otras cosas en su oficina.

El diario Horrocrux de Tom Riddle, de dieciséis años, fue destruido cuando Quinn lo apuñaló con veneno de basilisco mientras conversaba con el alma dividida atada al Horrocrux. De toda esa terrible experiencia, Quinn tomó su pago por hacer el trabajo. La tarifa era en forma de litros de veneno de basilisco y una docena de colmillos del basilisco.

Anoche, también se aseguró de que los cuatro estudiantes salieran de la Cámara de los Secretos al verificar el estado de su ubicación en Recon. Y como esperaba, tres de las cuatro personas estaban en la enfermería. Los tres son Ivy Potter petrificado, Harry Potter con un basilisco y Terence Higgs poseído por Horrocrux.

Ronald Weasley, que no había sido tocado en la Cámara de los Secretos, estaba de vuelta en el dormitorio de Gryffindor, durmiendo por la noche en su propia cama.

Quinn, que era el participante invisible, pudo entrar y salir de la Cámara de los Secretos sin ser detectado. Cosechó algunos beneficios y mató a una parte del oscuro Lord Voldemort. No hubo nada en toda la prueba que fuera perjudicial para Quinn.

El propietario del servicio de consulta de AID se sentó en su taller, haciendo limpieza general de sus diversas herramientas y utensilios en el taller. Fue un buen día, seguido de un día fructífero.

Mientras Quinn trabajaba en silencio, llamaron a su puerta, seguido por el timbre de la puerta sonando al abrirse.

Quinn dejó el equipo que tenía en la mano sobre la mesa y se dirigió a la oficina para encontrarse con el cliente. Esperándolo en la oficina estaba Gilderoy Lockhart, el actual profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras de Hogwarts.

"Ah, buenas tardes, profesor", saludó Quinn mientras se sentaba detrás de la mesa y le indicaba a Lockhart que tomara asiento. "¿Cómo puedo ayudarlo, profesor?"

Para Quinn, Lockhart era una fuente de ingresos que había ordeñado durante todo el año, y si esa fuente de ingresos llegaba a su puerta, no la rechazaría ni la recibiría agradablemente debido a sus servicios. Además, Lockhart había firmado un pase de todo el año para la Sección Restringida de la Biblioteca, por lo que Lockhart, a quien Quinn consideraba anteriormente como un bicho molesto, ahora era su gallina de los huevos de oro.

"Quinn, justo el estudiante que esperaba ver", dijo Lockhart, cada uno de sus movimientos rebosaba de teatralidad. Se sentó y puso esa sonrisa cegadora de un millón de vatios. "Tengo un asunto de suma importancia que discutir contigo".

"Por supuesto, profesor, cuéntelo", sonrió Quinn, siendo cortés con el hombre que lo había acercado a su objetivo de llenar una tina con hoces. El hombre solo le había dado a Quinn el activo, lo que le permitió a Quinn completar el noventa por ciento de su objetivo. Según sus estimaciones, alcanzaría la meta al final del año escolar.

"Quinn, quiero hablar contigo sobre el club de fans", dijo Lockhart, abriendo la conversación.

"Profesor, estoy seguro de que podría ganar más si habla con los gerentes de su club", puso Quinn con una sonrisa de disculpa. "No estoy involucrado en las actividades diarias del club de fans".

"No estoy hablando del club", Lockhart negó con la cabeza y explicó. "Estoy hablando de la mercancía que se vende en el club".

Los ojos de Quinn brillaron mientras aplaudía emocionado. "Profesor, ¿tiene alguna idea para un nuevo producto?" Quinn sacó una hoja de papel y destapó su bolígrafo, listo para tomar notas. "Digas." No iba a dejar pasar esta oportunidad.