Auxilio

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Ahora que lo piensa en frío, no había sido buena idea.

El día anterior tuvo que decidir en la calidez de su cama si levantarse a las 4 de la madrugada para ir a un vuelo donde seguramente lo reconozcan hasta los turistas o poder levantarse de mañana e irse en la tranquilidad de su camioneta. Un hombre como el siempre eligiría su paz por sobre todas las cosas.

Tenía que viajar de Córdoba a Buenos Aires, quedarse en un hotel ahí a la noche para llegar al otro día a las 10hs a Ezeiza a realizar allí un vídeo como anuncio de su incorporación al cuerpo técnico de la sub 17. Luego de eso tendría que ir de noche a tomarse el vuelo hacia Corea para el evento de FIFA donde se elegirían los grupos para el mundial.
Todo parecía muy estructurado, no obstante, bien organizado era algo que podía cumplirse sin muchos vericuetos, viajaría con tiempo un día antes y dormiría en buenos aires cómodo para estar descansado al día siguiente.

Parecía ser así, sin embargo, su alarma no sonó a las 8hs porque su perro tiró el celular al subirse a la cama a dormir con él y, en consecuencia, este se apagó. Se despertó a las 10hs y corrió a bañarse, después de cambiarse, preparó todo lo que necesitaba como la mochila y valija con sus cosas y, lo más importante, el traje que usaría para ambos eventos cuya tela tuvo que planchar y doblar correctamente para que llegue impoluto. Almorzó en el medio y se encargó de que sus hijos se queden en casas de familiares y la mayor con una amiga de toda la vida.
Llevó a su perro a la casa de su hermana para que lo cuide mientras no esté, una vez explicado lo que tenia que comer, emprendió su viaje a toda marcha. A todo esto ya se hacían las 17 de la tarde con exactamente 7 horas de viaje, su corazón estaba en constante taquicardia el día de hoy.

En este momento se encontraba yendo a 100 km/h por la autopista que, por suerte no estaba por demás concurrida, poniendo canciones de los piojos a todo volumen porque era lo único que podía motivarlo en esa situación.
A eso de las 22hs llegó a Rosario y decidió que por su bien debía quedarse a dormir ahí en un hotel y partir por la madrugada para llegar a Ezeiza.

Se despertó a las 4 de la madrugada y ahora sí, el tiempo corría. Se bañó y se vistió con el traje que usaría para el vídeo, sabía que iba a llegar justo a tiempo y no podía retrasar la producción. Esta vez tenía 3 horas de viaje para enfrentar con la renga, los piojos y algún que otro tema de Babasónicos en la radio.

A la hora de viajar por ruta escucha un ruido que lo hace estremecer. El sonido característico y la desestabilización del transporte digno de una rueda completamente pinchada. Frenó a un costado y cerró todas las puertas con seguro.

— La re puta madre que me re mil parió — tiró su frente hacia el volante sosteniendo con la manos.
Apagó la radio, necesitaba silencio. ¿Qué iba a hacer?. Si llamaba a los de auxilio tardarían horas en encontrarlo y otro par de horas en solucionar el problema, porque claro que necesitaba a alguien más, él no sabía cómo cambiar una rueda pero sí patear una pelotita.

Levantó la cabeza y se decidió a salir para ver qué tan mal estaba el problema, cuando saca el seguro y direcciona su cabeza a la ventana un hombre aparece en su visión. Pegó un salto en el lugar, palideció al momento.

— ¡AY!, la concha de la lora — gritó y automáticamente volvió a poner el seguro.

El hombre le hablaba escuchándose menos por la ventanilla cerrada.

— Hola, perdón por el susto — su mano se movió para saludarlo Aimar vio su enorme mano siguiendo el movimiento con los ojos — ¿Necesitas ayuda? —

Pablo miró sus ojos oscuros. Una mirada terriblemente dulce, el miedo se le estaba yendo y pudo notar ahora que era un simple muchacho joven con cuerpo muy atlético que, de hecho, tenía un traje de ciclista azul pegado al cuerpo, unos cabellos con rulos mojados por sudor, una cara afilada con una nariz grande pero no chueca, unas cejas muy marcadas también pobladas y unos labios rosados muy finos.

Hots OS ScaimarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora