27. OLIVER

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Después de ver a Gia fui en busca de Gino, ya era un poco tarde, la fiesta probablemente había dado comienzo hace un rato, pero tenía que hacer esa visita, no podía empeorar las cosas. No tenía ni idea de cuales habían sido los planes de ejecución para aquella fiesta, por primera vez no había tenido absolutamente nada que ver. La curiosidad me corroía, qué había sido capaz de preparar Gino completamente solo, este chico era una caja de sorpresas, igual había puesto una piñata o quizá Champín. Mis propios pensamientos provocaban que me riera solo.

Fui a la zona habitual donde iniciaban todas nuestras fiestas y no había en absoluto movimiento, algo que me pareció muy pero que muy extraño. Decidí llamar a Gino por teléfono, pero tal y como esperaba, no recibí respuesta. Insistí seis veces, pero intentos fallidos uno tras otro, así que me puse a andar por la orilla a ver si veía movimiento en algún otro lado.

Avancé unos veinte metros y empecé a ver a gente joven en bañador, pareo y cargando con bolsas, algo que me olía familiar. Seguí avanzando, y por fin pude ver al fondo, muy pero que muy al fondo un barco, fiesta encontrada, sin ayuda de Gino por supuesto.

Mi móvil empezó a vibrar inesperadamente, lo último que me esperaba era que Gino me devolviera la llamada.

-- Ey tío, ¿dónde estás?. – Gino inició aquella conversación casi gritando por el ruido de la música.

-- Pues estaría en la fiesta ya, pero no me cogías el teléfono cabrón. – le respondí.

-- No escucho nada y estoy trabajando solo, ¡no tardes!.

-- Pero si no me has dicho que la fiesta era en otro sitio, ¿qué soy, adivino?.

-- Hostia es verdad, tío, es que este barco es muy grande, no podía llevarlo al sitio de siempre, aquí se queda mas lejos.

-- ¿Qué barco has cogido?, ¿por qué coges uno tan grande?, tu eres tonto. – empecé a mosquearme solo al saber que se había arriesgado a aquello solo.

-- Calla, que está impresionante, no se por qué nunca lo hemos cogido.

-- ¿Nunca?, Gino, ¿qué barco has robado?. – me empecé a preocupar.

-- Pues no se tío, uno que está de locos. – Gino estaba orgulloso de su hazaña. – Escucha, va Ander a por ti en moto, no te muevas de ahí.

-- Vale, que no tarde.

Estaba un poco preocupado, ¿no os ha pasado nunca que tenéis un mal presentimiento?, pues así estaba yo en ese momento. Sentía que algo malo iba a pasar, algo que estaba fuera de mi alcance, que no podía controlar, y aquello me generaba muchísima ansiedad. Odiaba que algo estuviera fuera de mis posibilidades, por eso me costaba tanto dejar a Gino hacer las cosas solo, y desde luego, si lo hubiera sabido, no hubiera hecho absolutamente nada.

Ander, otro colega de Altea, muy majo también, vino a por mí, digamos que no tardó ni cuatro minutos en aparecer ante mis ojos.

-- ¡Oliver!, sube que nos vamos de paseo. – Ander sonó bromista.

-- ¿Qué tal la fiesta?. – le pregunté.

-- Una locura, un desfase increíble. Gino ha hecho un fiestón tío.

Joder, qué presentimiento tan malo me corría por el cuerpo, y cada vez más. Cuando me subí a la moto os juro que me temía lo peor, no sabía por qué, no entendía la causa de aquella sensación, pero me estaba sucediendo. Era de las pocas veces que me montaba con alguien en la moto, siempre conducía yo, pero bueno, tenía que llegar de alguna forma. Fuimos acercándonos a toda velocidad y empezó mi pesadilla.

Comencé a ver la silueta de un barco muy grande, con una forma puntiaguda que me era familiar. Me entró un calambre por todo el cuerpo, no podía ser verdad lo que mis ojos estaban viendo, ¿fiesta en el barco de la Familia Fabbri?, ¿Gino había tenido los huevos de hacerlo?...

Agárrate fuerte (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora