41. GIA

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Si alguien me hubiera advertido que todo esto iba a pasar, me hubiera pensado dos veces el regresar. Mi corazón estaba roto, yo en sí estaba completamente rota. Abrazarle sabiendo que probablemente no lo iba a volver a hacer... fue horroroso.

¿Tenía razón con todo lo que me había dicho y no merecía a alguien como él?... En este momento no tenía nada claro. Sabía que éramos el uno para el otro, que nuestros corazones estaban hechos para estar juntos, pero no así.

Si existían las almas gemelas sin duda esas éramos Oliver y yo, éramos uno, siempre, pero la vida no lo había querido así. Según él toda la culpa era suya, y por una parte no le quitaba razón, pero por otra... creo mucho en que las cosas suceden de esa manera por alguna razón, y no era nuestro ahora.

Si hubiera sido por mí me hubiera metido en la cama a llorar, y no hubiera salido en tres días, pero eso era imposible. Mi padre ya estaba bajando todas nuestras cosas al coche, y en veinte minutos pondríamos de nuevo rumbo hacia nuestra casa. Porque sí, nuestra casa estaba en Madrid, no en Altea. Ojala y eso no fuera de esa manera, y nuestra casa realmente fuera esa, sería todo tan diferente...

Veinte minutos eran suficientes, me daba tiempo, sería muy rápida.

-- Papá no tardo, estaré aquí a tiempo para irnos a la hora que tienes pensada. – le avisé a mi padre, mientras salía por la puerta a toda prisa.

-- ¿Pero a dónde vas ahora cariño?, ¡que nos tenemos que ir ya!. – mi padre estaba sorprendido, no entendía a dónde iba ahora a toda prisa.

-- Si si, diez minutos, dame solo diez minutos. – le pedí.

-- ¡Venga!, ¡ya tardas!. – me dijo bromeando, mientras continuaba metiendo nuestras maletas en el coche.

Salí corriendo, literal, corriendo. Ni en clase de deporte me esforzaba tanto. La última vez que iba a recorrer esas calles y lo hacía de esa forma..., qué lástima, pero sentía que tenía que hacerlo. Siempre me gustaba hacer lo que mi corazón me pedía, y aquella vez no iba a ser diferente.

Ahí me encontraba, frente a su puerta. La observaba como la primera vez, cuando regresé después de tantos años. Pero ahora tenía más sentimientos encontrados, ahora dolía mucho más.

Mis ojos derramaban lágrimas solo de los recuerdos que pasaban por mi cabeza, que eran muchos, demasiado diría yo... Y como la primera vez, ahí me encontraba, dudando. Dudando de si hacerlo o no...

Saqué de mi bolsito un papel en blanco, ya escrito, e hice rápidamente un barquito de papel. Dudé, dudé muchísimo, manteniendo aquel barquito entre mis manos, empapado de alguna lágrima de todas las que caían por mis mejillas. Si había ido corriendo hasta allí ya terminaba lo que había empezado. Recordé a mis amigas, me las imaginé cual Pepito Grillo diciéndome '¡Fluye Gia, fluye!, si te lo pide el cuerpo hay que hacerlo.'. Así que no podía no hacerle caso a mis supernenas.

Me acerqué y dejé aquel barquito de papel junto a su puerta. Me fui rápidamente, no quería que me descubrieran, y mi padre seguramente estaba empezando a ponerse nervioso porque no regresaba.

Y ahora sí, se acabó, se acabó aquel verano que comenzó lleno de ilusión, lleno de vida, de ganas, de sueños... llegó a su fin. Viajaba junto a mi padre de vuelta a casa, sentada con la cabeza apoyada en la ventanilla sobre mi mano, evitando que mi padre pudiera descubrir la cantidad de lágrimas que caían por mi rostro.

Los kilómetros nos iban separando de nuevo, y me alejaban de él, mi amor de verano, el que me llenó de vida. No sé si volveré a verle, si seguirá acordándose de mí, yo solo sé que le llevaré siempre en el alma y que nunca podré olvidarle. Fue mi sueño hecho realidad, mi oasis en el desierto, mi perseida en el cielo más bonito de Altea, la ola que no pudimos saltar pero sí navegar durante dos largos meses. Todo tiene su final, y el nuestro llegaba hoy. No sé qué será de nosotros, ni si el destino nos volverá a juntar en otro momento, el momento en el que sí pueda haber un 'nosotros'.

Quizá algún día nos encontremos en otra playa, en otro mar.Lo que tengo claro es que todo eso siempre me recordará a él. Siempre quedará el recuerdo de aquel verano tan especial, y quizá algún día este amor de verano pueda volver a ser.

Mi corazón se quedó en aquella ciudad, y en aquel barquito de papel en el que ponía:

'Siempre viviremos agarrados a nuestra historia. Gracias por el verano más bonito de mi vida.'

Agárrate fuerte (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora