7- Olor a Celos

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Estaba cien por ciento segura que estaban coqueteando. Su contacto visual era largo e intenso, se regalaban sonrisas entre sí. Analizaba cada pequeño gesto, el más mínimo detalle, nada se escapaba de sus ojos.

El sonrojo de la fémina, cómo se mordía los labios, sus nervios aumentaban, notaba el disimulado sonrojo en sus mejillas y cómo tartamudeaba alguna que otra vez.

—Se te van a caer los ojos de tanto mirar a los tortolitos del fondo. — dijo su hermano con un tono burlón, pero no dejaría que él le distrayese. —¿Acaso te imaginas a ti y a Law siendo como ellos?

La chica no le vio la gracia y le asesinó con la mirada.

—Dame de tus cigarrillos. — hizo un gesto con la mano y el varón suspiró, limitándose y darle lo que ella quería.

Quería aliviar su estrés y antes de salir del lugar, volvió su mirada hacia Doflamingo y la mujer.

Una ola de emociones golpeó a la joven al ver cómo los dedos del mayor acariciaban la barbilla de la pelinegra, provocando un intenso rubor en el rostro de ésta última. (t/n) no pudo evitar fruncir el ceño ante lo visto, consiguiendo que Doflamingo tuviese lo que quería al verla caminar fuera de la puerta.

(...)

Mientras sostenía el cigarro en la boca, encendiendo éste para luego dar una calada, ignoraba el olor a basura y se enfocaba en el humo que subía y se combinaba con el viento.

El estrés era tanto que había atrapado los vicios de su hermano.

No se podía quitar la imagen de Doflamingo junto aquella mujer. La cercanía entre ambos, de tan solo pensarlo irritaba su piel.

Se calmaba ligeramente con el cigarro entre sus dedos. Hasta que el sonido de unos pasos le asustó, causando que su vicio cayese al suelo.

—Las buenas niñas no fuman.

En menos de un segundo, su piel se erizó, su cuerpo volvía a tener todas las sensaciones que ya había sentido muchísimas. Y todas, causadas por el mismo hombre.

—D-Doflamingo...

El nombrado se acercó a ella, aunque no pudo disimular el gesto de disgusto ante el olor del callejón.

—No solo fumas, también lo haces en un lugar tan... desagradable. — comentó el mayor, su tono era levemente molesto, sin embargo ella podía notar que él estaba usando esa voz de seductor que le salía tan bien que sus bragas iban a desaparecer.

<< Deja de pensar de ésta manera, maldita sea. >>

—¿Y que? ¿Qué acaso usted no tiene mejores lugares donde estar? — espetó ella. Era claro que no sabía esconder sus emociones. —¿Acaso no se encontraba en una cita?

—¿Me estabas espiando?

—¿Q-Qué? — frunció el ceño, poniendo los ojos en blanco y sonrojándose. —¡N-No! Es... difícil no notar su presencia.

Evitó su penetrante mirada, podía sentir sus ojos detrás de esas gafas, viéndole con intensidad, como si fuese un depredador.

Se acercaba a la menor hasta dejarla acorralada contra la pared del callejón. Le dejó sin aliento con tan sólo verla de tal forma, ella sentía sus piernas temblar y su corazón a unos centímetros de salir de su pecho.

No mejoró cuando sintió los dedos del rubio alzar su rostro para que ella le viese a los ojos.

—Dime, pequeña, ¿estás celosa?

¿Celosa?

¿Celos? ¿Eso era lo que estaba sintiendo?

Avergonzada, bajó su mirada aunque él no tardó en obligarle a mantener el contacto visual. Tan intenso, tan sensual.

Deseaba besar sus labios. Le daba igual en ese momento, quería sentir su boca comiendo la propia. Sus manos en su cuerpo, sus alientos fusionandose entre sí.

Y no serían lo único que se harían uno solo.

Sacudió su cabeza, alejando esos pensamientos.

¿Qué estaba pensando?

<< Mierda. No estás soltera, (t/n)... ¡¡No estás soltera!! >>

E-Esta confundiendo las cosas, Doflamingo...

—¿Ah, sí?

No podía continuar una conversación normal con aquel hombre sin sentirse tan extraña.

—Lo siento, Doflamingo, debo irme.

Él le dio su espacio para poder escaparse de sus garras. Y por más que ella quisiese ser atrapada entre sus manos, tenía que tratar de no caer en la tentación.

—Pequeña. — dijo una última vez para llamar la atención de la contraria, quién se giró a verle una vez más. —La mujer de la cafetería... Ella y yo no somos nada.

Escuchar esas palabras le tranquilizaron por alguna razón y la joven no pudo evitar ocultar la tonta sonrisa que se formó en sus labios.

Hizo un gesto con su mano para despedirse y se perdió entre las calles y los demás.

(...)


Era su karma. Su castigo.

Toda la confusión que causó en cierto individuo con ojos grises, todo ahora había cambiado y era ella quien no solamente estaba confundida, también había empezado a caer a los pies de unos de los familiares de su novio.

Novio, a quién no quería.

¿Por qué tenia que ser tan complicado?

La culpa había aumentado a un nivel en el cual su pecho comenzaba a doler, vomitaría en cualquier segundo, las lágrimas se asomaron para no sentirse abandonadas.

—¿Por qué? ¿Por qué? — se preguntaba con desesperación, secando lágrimas que eran reemplazadas por más lágrimas. —¿Por qué no puedo sentir nada por Law? Pero... pero sí puedo sentir algo por... ¿Por Doflamingo? ¿Por qué?

Abrazó sus piernas mientras se desahogaba y al mismo tiempo se ahogaba en su soledad.

Sabía que ella estaba mal. Sabía que era una mala persona. No quería serlo. No podía cambiarlo.

Lloró hasta quedarse sin lágrimas, terminando exhausta y se quedó dormida en el piso de la sala de estar.

Sanji, quién apenas había llegado de trabajar la encontró en tal estado, sabía sobre su situación. Se molestaba consigo mismo al no saber que aconsejarle a su hermana.

La tomó en brazos, la llevó a su cama y se encargo que estuviese cómoda.

Era lo mínimo que podía hacer por ella. Verla de tal manera le hacía mal.

Besó la frente de la chica y acarició su mejilla. Podía verlo en su rostro, el cansancio, la culpa, su tristeza.

Pero no había nada que él podía hacer al respecto.

CONTINUARÁ...

El Cielo En Mis Manos (Doflamingo x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora