15- Todo De Mi

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Parecía estar en una película para adolescentes, sólo que ésta terminaba en una escena porno con romance de por medio.

Doflamingo cargaba a la joven con sus musculosos brazos, ella tenía sus piernas rodeadas sobre su cintura, le besaba con pasión que jamás sintió por nadie. Pasión que había acumulado dentro de su ser por tantos años, para al fin poder mostrarle al rubio cuanto amor tenia para dar.

Y esa noche se lo quería dar todo.

Todo de ella, desde su cuerpo hasta su corazón. Quería darle su persona, su vida si era posible. Entregarse por completo a él.

Apenas llegaron a la sala de estar, arena pegada a sus pies, esparciéndose por el piso, sus respiraciones agitadas y sus prendas húmedas iban cayendo poco a poco, terminando en diferentes lugares de la sala.

Ella quedó en ropa interior, con vergüenza ayudó al hombre imitarle y éste quedó en boxers. Su cuerpo, grande y musculoso, le intimadaba. Y había un pequeño detalle que había olvidado.

—D-Doflamingo...

—No te preocupes, tengo condones. — le interrumpió, alejándose de su cuello por unos segundos para ir a una de las estanterías para regresar con un condón en mano. —Soy un hombre que siempre está preparado, ¿sabes?

Notó sus intenciones para abrir el condón, sin embargo ella le detuvo, él al ver los nervios en los ojos de la chica, acarició su cabeza y besó su frente.

—N-No es eso... — murmuró, despertando curiosidad en el mayor. —S-Soy virgen.

Su estómago revolvía por los nervios, su piel fría era acariciada por las manos del otro, quien le sonrió con calidez.

—Lo sé. — dijo él. —Seré gentil... Si me permites, te haré sentir muy bien.

Tal vez tenía esa cara de seductor mientras tocaba los senos de la joven, luciendo sus habilidades para deshacerse de sujetadores con facilidad, fingiendo ser un hombre confiado en ese momento. Pero la verdad era que Doflamingo, cómo un virgen en su primera vez, se encontraba nervioso.

No entendía la razón. Tantas tetas que había visto y culos que había destruído, sin sentir temor por hacer un buen trabajo ya que sabía que su miembro era un gran trabajador.

Cuando veía esa sonrisa, llena de confianza en el rostro de (t/n), supo al cien por ciento que estaba perdido.

Y le dio igual, volviendo a besar sus labios, compartiendo esa alegría y nervios de la noche. Su dedo acariciaba el clítoris excitado de la joven, el cual aún seguía oculto por la tela de sus bragas.

Escucharle gemir su nombre sería su fin, incluso notaba la mirada de miedo en la contraria al ver el bulto de sus boxers, le notó tragar con dificultar lo cual le hizo carcajear.

—¿E-Es grande?

Su pregunta le hizo reír aún más.

—¿Quién te crees que soy? — replicó con un tono de superioridad, sin embargo acarició su espalda para tranquilizarle. —No te prometo que no dolerá, pero me aseguraré que se sienta bien.

Sus palabras realmente le calmaron, y era gracioso ya que a pesar del temor que aún sentía, confiaba en Doflamingo. Confiaba a ciegas de que él cumpliría con su palabra, tal vez era su honestidad, o la seriedad con la cuál había pronunciado aquello.

Ella, medio acostada en el sofá, abrió las piernas aún más y tiró su cabeza hacia atrás al sentir el suave tacto de los dedos del rubio. Suspirando, mordiendo su labio ya que se sentía avergonzada de sus gemidos, sin embargo él le obligó a hacerlo cuando introdujo un dedo a su interior.

Abrió los ojos, tensa por el intruso desconocido. Solía masturbarse, sólo que lo hacía acariciando su botón sensible, no se penetraba a sí misma.

Sin embargo, se sintió genial. Tanto que se olvidó del pudor y se dejó caer en manos del placer, placer qué sentía gracias a aquel hombre que besaba su pecho y lamía sus pezones, rozaba de vez en cuando su bulto contra su pierna, con intenciones de recordarle que el dedo era el comienzo, que aún había más esperándole.

—D-Doffy... — se quejó, moviendo sus caderas en busca de más.

Él se detuvo, obteniendo una mirada molesta en esos (c/o), con el ceño fruncido y un puchero.

—Llámame así de nuevo.

Su ceño fruncido se convirtió en una ceja alzada, con la cabeza de lado.

—Doffy... — volvió a decir, con un ligero tono dudoso.

—Otra vez.

Se bajó sus boxers.

(t/n) se mordió el labio, observando el miembro del mayor, lo describía como definitivamente algo que iba a doler, venas decorando el tronco como luces alrededor de un árbol de navidad y la punta de su cabeza rosa con un líquido ligeramente blanco.

—D-Doffy.

Juraría que sus bragas había desaparecido en menos de un segundo, aunque solo fue él quien se deshizo de ellas.

Posó la punta en la entrada de la chica, quién ya lo podía sentir dentro de ella, cerró sus ojos con una combinación de emoción y nervios.

—Sígueme llamando así... por favor...

Y entre aquel susurro, comenzó a meterlo con lentitud, observando las reacciones de la fémina.

Ceño fruncido, labios entreabiertos dejando salir un quejido, un leve gesto de tensión, después eran ojos cerrados, labios apretados, jadeos, quejidos, una grosería, uñas clavadas en sus bíceps.

—D-Doffy... — obedeció a su petición anterior.

La tensión había desaparecido, su vagina se adaptaba al intruso mientras apretaba al punto que volvía a Doflamingo loco. Él gemía también, no ocultaba los sonidos que su cuerpo le obligaba a sacar.

Sus estocadas aumentaron de profundidad, incluso levantó las piernas de la chica para que sus tobillos quedasen en sus hombros y le escuchó gemir aún más fuerte.

—Me tomas tan bien... — dijo él, escondía su rostro en su cuello y dejaba pequeños besos ahí. —Mierda, podría... podría morir aquí... y renacer...

Ella sonrió, abrazando al hombre.

Si bien no era correcto, se sentía bien. Mejor de cómo se había sentido durante los últimos días, meses diría ella.

Tal vez ésto era lo que realmente merecía. A un hombre como Doflamingo.

No.

A DonQuixote Doflamingo.

CONTINUARÁ...

El Cielo En Mis Manos (Doflamingo x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora