Capitulo 8

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Escuchaba unos ruidos extraños, abrió los ojos despacio y lo único que veía era bordes borrosos, así que no distinguía en dónde se encontraba. No sentía frío de hecho sentía calor, una calidez acogedora que le hizo sentir melancolía, aquella sensación le incitaba a permanecer acostada todavía ¿había muerto? recordó que las ultimas sensaciones que había tenido eran terribles, sin embargo, ahorita se sentía mejor. ¿Estaba en el reino de las hadas? se preguntó de nuevo. 

*****

-¿crees que se mejore?, -preguntó la niña preocupada mirando a su padre. 

-no lo sé cariño. Por lo que dice Tinker Bell, el veneno que tienen esas arañas es peligrosa, así que ambos intentamos crear un antídoto. Esperemos que si haga efecto y se recupere. 

La hada artesana escuchaba la conversación que tenía en sus espaldas. Estaba mirando la fuerte tormenta a través de la ventana del cuarto de la niña. Estaba deprimida, lagrimas silenciosas salían de sus ojos. Fue una coincidencia que se encontraran a Lizzy y su padre cerca de ahí, al parecer iban recorriendo el lugar para conocer más los alrededores de dónde estaban viviendo.  

Después de que Vidia dijera lo último que había dicho, Tinker Bell intentó despertarla, pero no reaccionaba, estaba perdiendo color y sus alas se estaban secando. Era una mala señal, una muy mala señal. Entrando en un estado de shock salió de ahí buscando ayuda. Gritaba y suplicaba que alguien las ayudará, la tormenta se acercaba y no encontraba respuesta. Llena de lagrimas y desesperación por la borda. Vidia estaba muriendo. Nunca había presenciado ver morir a alguien, temía que fuera el día de que dejara de ser nunca. 

Siguió buscando intentando mantener la fe hasta que una voz la llamaba, Tinker Bell reaccionó a ese llamado, era la pequeña Elizabeth y su padre.  Se acercó a ellos rápidamente abrazando a la niña, después les pidió con urgencia jalándole del cabello a la pequeña que la siguieran llevándolos hacia el árbol donde estaba Vidia, la hada rubia cargó con cuidado a la pelivioleta y se bajó con los humanos. 

-¡no!,-gritó la niña preocupada al ver que la hada de la tormenta no tenía una buena apariencia. -debemos llevarla a la casa rápidamente. -rogó mirando a su padre. 

-de acuerdo, subamos al automóvil ya que se aproxima una tormenta. Es peligroso para todos quedarnos aquí. 

*****

Vidia volvió a abrir los ojos, ya no sentía tanto dolor en su cuerpo, sin embargo se sentía débil todavía, intentó reincorporarse, al sentarse se dio cuenta que se encontraba en una pequeña camita. El lugar se le hizo conocido. Miró su brazo limpio y vendado, miró su pie y también estaba vendado, siguió caminando, se encontró unas escaleras y bajó hacia la sala. Encontró una puerta casi de su tamaño y salió de donde estaba. Escudriñó el entorno, parecía una habitación, tenia un color rosado sin embargo no podía distinguir bien ya que había poca luz, miró la ventana y se dio cuenta que era de noche ya, sin embargo todavía seguía lloviendo. Volteó hacia un lado y miró unos dibujos de unas hadas. 

-¿en dónde estoy? -se preguntó así misma. 

De repente escuchó un ruido sordo detrás de ella, volteó a ver hacia dónde prevenía, era Tinker Bell mirándola estupefacta, había tirado una pequeña taza de té derramando sobre el suelo. Vidia iba a decir algo pero fue interrumpida por el abrazo efusivo de la hada artesana, la abrazaba con tanta fuerza y hundió su rostro en el cuello de la pelivioleta. 

-creí que te perdería, -dijo Campanita con la voz quebrada, lágrimas salían de sus ojos y ambos brazos temblaban. 

Vidia se percató de ello pero dudó en corresponder el abrazo, su corazón empezaba a latir a mil por hora así que se mantuvo estática. Decidió esperar pacientemente que fuera Tinker Bell quien se despegara de ella y así lo hizo. 

-perdoname por ser tan inútil, -sorbió con la nariz la rubia. -tenías razón, ser una hada artesana no es tan guay como una hada de la naturaleza. -Vidia la miró a los ojos llorosos que tenía su compañera. 

-ya lo sabía. - dijo socarronamente intentando animar el ambiente, -yo se perfectamente lo que valgo. -agregó, sin embargo Tinker Bell todavía seguía llorando y sus labios temblaban, la pelivioleta suspiró y le tocó suavemente la mejilla, acercando su rostro hacia ella. -así que por ende, sé lo que vales tu también, estoy cien por ciento segura que fuiste tú quien creó estos vendajes y el antidoto.-señaló con la barbilla su brazo vendado. 

Vidia quería reconocer que también la había salvado, nuevamente, sin embargo no sabía como hacerlo, no era su fuerte hablar de eso, prefería mantenerse en la apariencia  burlona y amargada, por otra parte, Tinker Bell quería decirle tantas cosas no obstante no sabía como empezar y por donde empezar, que era lo que sentía, ya que el hecho de que haya pensado que si Vidia moriría, una gran parte de ella también lo haría, la hizo cuestionarse de porque tenía esos pensamientos. El hecho de que la pelivioleta haya arriesgado su vida varias veces para salvar la suya le ha provocado un sin fin de sentimientos extraños que ella misma ha desconocido, en un inicio pensaba que era un interés genuino de ser una amiga, pero se dio cuenta que con los demás no sentía lo mismo, incluso con Terence, eran diferentes, fuertes, extraños,  agradable y desagradable a la vez pero también desconocidos sin embargo ella estaba dispuesta a saber que era realmente. 

-así que...¿estoy en la casa de Elizabeth? -preguntó la hada de la tormenta sacando de trance a la hada artesana. 

-eh, si......-respondió entre balbuceos mientras se secaba las lagrimas con sus manos. -si sí, estamos con ella, solo que ahorita se quedó dormida. Había dicho que iba esperar conmigo a que despertarás pero a ella le venció el sueño. -ambas miraron hacia la cama donde la pequeña dormía plácidamente. 

-ush, niños ¿eh? -dijo alzando una ceja de manera socarrona. -al menos una de las ventajas fue que te hicieras amiga de una mocosa como ella. -posó una mano en su cintura. -tengo hambre así que iré a comer algo. 

Vidia dio un paso pero repentinamente empezó a perder fuerzas en su cuerpo perdiendo el equilibrio, Tinker Bell se dio cuenta así que se acercó sosteniéndola de la cintura. 

-yo te llevo. Todavía no tienes muchas fuerzas, el antídoto no hace el efecto tan rápido. -comentó la hada rubia. 

-¿antidoto?, -habló la hada pelivioleta distraída percatándose de que su compañera la estaba cargando, tenía una mano debajo de sus rodillas y  la otra en la espalda. Se sintió pequeña y frágil. 









Pensamientos irracionales (Tinber Bell x Vidia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora