El olor a cambiado, se siente fría y me da escalofríos de solo pensar en mi último día aquí.
Todo está tal cual lo dejamos aquella mañana.
Recorro la cocina solo con la luz de la luna como única iluminación, abro cada uno de los armarios viendo como todo esto se ha echado a perder por todo el tiempo que lleva aquí, no me atrevo a abrir la nevera ya que el olor debe de ser asqueroso, porque mi cocinera siempre tenía todo a reventar de comida y no sé si alguien se ha molestado en vaciarla.
No sé si hay electricidad, o agua y no voy a comprobarlo, eso sin duda alarmaría a cualquiera de que hay alguien dentro, por eso aprovecho la cantidad de ventanas que tiene esta casa, es suficiente con la luz que entra por ellas de la calle.
Continúo hacia el salón dando un repaso rápido a todo lo que hay. Nunca he sido consciente de todo lo que tenemos, ni del valor de las cosas, pero ahora que mi objetivo es vender para conseguir dinero mi lado delincuente se activa y justo en este momento veo el símbolo del dólar en cada uno de los objetos que hay en esta mansión ¡y está por todas partes! Rick me sigue de cerca entrando conmigo en cada una de las estancias sin hacer ningún comentario, tan solo admirando cada rincón de la casa.
Reparo en la lámpara que cuelga del techo del salón dándome una gran idea.
—Amor, ven a ayúdame —le pido en susurros.
Voy corriendo hacia el garaje alumbrándome con la luz de la linterna del móvil hasta encontrar la gran escalera que guardamos ahí.
—Coge la escalera, hay que llevarla al salón.
Hace lo que le digo sin preguntar y entre los dos la llevamos hasta dejarla justo debajo de la lámpara de araña, que está hecha de cientos de cristales de Swarovski, no lo tenía en la lista, obviamente ni se me había ocurrido, pero cada uno de estos cristales vale cientos de dólares y son fáciles de transportar y vender y no puedo dejarlos aquí.
—Tienes que quitar tantos cristales como puedas, valen una fortuna.
Hace lo que le digo, pero no logra sacarlos.
—Tienes que darme algo para poder cortar los cables que los unen, es imposible hacerlo solo estirando de ellos.
Pienso que puede servirle para cortar algo tan grueso, me rompo la cabeza hasta que doy con el objeto más apropiado, aunque no sé si vaya a resultar. Vuelvo al garaje y cojo las tijeras de podar del jardín y se las entrego. Esas que mi madre usaba para las plantas más pequeñas.
—Prueba con esto —le digo.
—Apártate no sé cómo vayan a caer —susurra y procede a cortar desde más abajo y varios cristales caen al suelo, por suerte no llegan a romperse ni dañarse y lo dejo haciendo eso.
Voy a buscar una bolsa de tela de esas que tengo para cuando voy de viaje y se la entrego para que pueda ir metiendo los cristales en ella.
Tomo un par de suspiros y voy corriendo hacia la entrada, al lugar donde dejé las maletas que no pude llevarme en su día. Son cuatro maletas de las grandes y ya veo que no van a caber todas dentro del coche, no, si quiero llevarme muchas más cosas.
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Distrito 24
RomanceForzada a mudarse al barrio más peligroso de la ciudad, Aria se encuentra fuera de su zona de confort, enfrentando un mundo de crimen y peligro donde debe valerse de su ingenio para sobrevivir. Allí conoce a Rick, un traficante atractivo y enigmáti...