El basquet y yo, no somos amigos

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¿Nunca les ha pasado que sintieron que nacieron en la época equivocada?
¿Como si no encajaran con las personas de su edad, o como si hubiera ocurrido un fallo que los hizo diferentes a los demás?

Me refiero a que los fines de semana todos salen de fiesta y bailan hasta al cansancio, con música que se escucha a tres cuadras de distancia, rodeados de adolescentes hormonales que beben alcohol hasta no recordar absolutamente nada de lo que hicieron esa noche, para después despertarse con ganas de querer matarse por un dolor de cabeza insoportable, mejor conocido como "resaca".

Pero luego, estoy yo. Que me quedo encerrada en mi sagrada casita, en tranquilidad y viendo cualquier película que tenga ganas. Hundiendo mi cabeza en un bowl de pochoclos, con un jugo de naranja y una manta que me cubre aunque no haga frío.

Super sano.

Lo se.

Seguía metida en mis pensamientos, hasta que una risa a mi lado me hace levantar la mirada de la taza.

—¿Vas a seguir revolviendo el café o por fin lo tomarás, Twy?—Al instante suelto la cuchara, lo que hace que Amelia se ría más.

—Pero...—resoplo, un poco avergonzada—. Ahora lo tomo mamá—volteo a ver a Evan, mi papá, que sale de la cocina con una sonrisa.

—Tu mamá tiene razón. Se te va a enfriar.

—¡No se va a enfriar!—tomo la taza en mis manos.

Cuando voy a beber del café, mi rostro se contrae de lo frío y asqueroso que está. No miento cuando digo que por mi cabeza pasa la idea de escupirlo.
Claramente, ambos se ríen, porque mi orgullo hace que sonría forzado para ocultar que no me ha gustado.

—Está...delicioso—dos simples palabras que me cuestan la vida decir. Mi papá niega con la cabeza y habla entre risas.

—No quiero decir te lo dije, pero te lo dije.

—Te conocemos tanto que hicimos otro café hace un instante. Está en la cocina, así que tómalo rápido—dice mi mamá, señalando la cocina.

Luego de agradecerles, aún con mi cara de asqueada, voy hacia la cocina a tomar el nuevo café. Esta vez, sí que lo tomo lo suficientemente rápido para que no se enfríe, pero seguía pensando en lo mismo de hace un momento.
A veces, veo las redes sociales de mis compañeros de clase, y de verdad que no entiendo como hacen para aparecer siempre con una chica o con un chico diferente.

Yo te lo respondo. Su vida social es como la de caniche en celo.

Tiene sentido.

El punto es este: encuentran a alguien super fácil y se besan. Probablemente pasan a algo mayor que solo besos, pero luego se olvidan de la existencia del otro y parece que nada pasó.

Y yo aquí, con solo un amigo, que con eso me basta y me sobra, concentrada en mis estudios y rezando ya terminar este último año de escuela.

Al terminar mi café y las galletitas que preparé la noche anterior, salgo de la cocina y saludo a mis padres. Luego, tomo mi mochila blanca con parches y la cuelgo en mi hombro.

Rápidamente voy hacia la puerta y en el camino acaricio la cabeza de Nala.

Ella, la más tierna de este mundo, mueve la cola y saca la lengua. ¡Hasta pareciera que sonríe!
Juro que me la comería a besos si no tuviera que irme, así que salgo de la casa y me subo a mi bicicleta para comenzar con el recorrido de todos los días.

Paso por al lado de casas muy grandes, hermosas y super decoradas. Bueno, es Beverly Hills, no puedo esperar menos. Pero yo en especial, vivo en una casa bastante más pequeña a comparación de todas las que hay a mi alrededor. En mi opinión, es gigante para ser solo tres personas y una golden retriever, pero para los demás, es una pobre y pequeña casucha.

El Plan Que Nos UnióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora