•CAPÍTULO 16•

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Ver Bridgerton hasta la 1am no fue de las mejores ideas que he tenido.

Era necesario para nuestra salud mental.

Me duermo sentada en pleno desayuno de mi casa. Mi cabeza apoyada contra la mesa, me permite caer sin problemas en un sueño profundo. El calor que desprende mi taza de café y la musiquita de meditación matutina de mis padres, no ayudan con la situación. Y juro que seguiría cayendo, sino fuera porque mi teléfono hace vibrar la mesa por una notificación.

Levanto la cabeza de repente y me doy golpes suaves en las mejillas con las manos.

—Mantente despierta. Mantente despierta—tomo de mi café para tratar de reanimarme.

No funciona.

Observo que la pantalla de mi teléfono vuelve a encenderse. Muestra un nuevo mensaje de Tyler.

TyTy:
¿Cómo está hoy mi Cuchurrumin?

Espero que muy triste porque no voy a la escuela de nuevo :(

Revoleo los ojos y niego lentamente. Siempre es tan dramático.

Yo:
No tienes ni idea de lo mal que estoy.

(Que se note el sarcasmo).

Tomo la cuchara, que está hundida en mi tazón de cereales con leche, y lo degusto. Al mismo tiempo, miro el teléfono en mi otra mano.

TyTy:
Grosera.

Dejo el teléfono sobre la mesa para acabar mi desayuno de una vez, junto con mi bebida.

Tuve que hacer una comida no muy elaborada, porque mi flojeritis aguda de este día no me deja hacer mucho. Mejor conocida como "vagancia extrema" por cansancio.

Comiendo un último bocado de los cereales, me levanto de mi asiento con la cuchara en la boca y el jarrón en mis manos. Entro a la cocina y les doy un lavado rápido a los trastes que utilicé. Los coloco sobre el secador y vuelvo a salir.

—Nala, ven aquí—abro la puerta del patio trasero y al instante escucho unas patitas que raspan rápidamente el suelo.

Cuando volteo la cabeza, me encuentro con Nala correteando hacia mí, dando ladridos ahogados porque tiene su pelota entre los dientes y moviendo su colita como un plumero. Cruza la puerta, suelta la pelota y se sienta, observándome con su carita tierna y con ganas de jugar.

—Solo una vez, ¿sí?—tomo la pelota de tenis destrozada—. Es que debo irme a la escuela. Pero volveré y jugaremos todo lo que quieras—la arrojo lo más lejos posible y ella corre detrás.

Le hablamos como si fuera a entendernos.

Probablemente no sepa que dije, aunque sabe perfectamente bien lo que significa "ven", "jugar", "patio", "correa", "pelota", y sobre todo, "comida".

Pero la señorita no entiende el "no".

Detallitos.

Cuando Nala se queda jugueteando afuera, regreso al comedor para meter en mi mochila los pinceles de la clase de Arte, junto con mi nueva lectura física: "Mil Veces Hasta Siempre" de John Green.

Se nota la obsesión por John Green.

Solo un poquito.

Pero, cuando voy a cargar mi mochila al hombro, veo ocurrir la tragedia.

El Plan Que Nos Unió Donde viven las historias. Descúbrelo ahora