ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟙𝟚

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—¿Hay una emergencia? —preguntó
Bonnibel con mayor brusquedad de la que había pretendido. Se encontraba frente a Marceline y sólo llevaba puesta una bata, pues acababa de salir de la ducha cuando la informaron de que su jefa de seguridad subía a verla—. No es buen momento. ¿No lo podemos dejar para después?

Hacía casi diez días que no veía a Marceline. Desde el regreso de la estación de esquí había trabajado febrilmente: pasó horas y horas pintando lienzos y creando dramáticas imágenes abstractas de ira, añoranza y deseo frustrado. Cuando al fin se agotaron sus emociones, apartó los ojos del caballete y notó que las paredes del loft se le echaban encima. La imagen espontánea de Marceline la perseguía. El consuelo que le proporcionó el abrazo de Marceline en el avión resultaba más difícil de olvidar que el deseo sexual que la había atormentado antes. La lujuria se podía controlar, ignorar o, si hacía falta, satisfacer en cualquier parte. Sentía por Marceline Abadeer algo qué no había experimentado desde que era inocente y creía en el amor. Y aquello la asustaba más que nada en el mundo.

—¿Qué pasa? —preguntó Bonnibel en voz baja cuando no obtuvo respuesta. Marceline, normalmente imperturbable, parecía tensa y sus ojos tenían profundas sombras de fatiga. De repente, a Bonnibel le dio un vuelco el corazón—. ¿Mi padre?

—No —se apresuró a responder Marceline—. No, lo siento. Se encuentra bien.

—Entonces, ¿qué sucede?

—Ha habido otro contacto del acosador
—informó Marceline—. Anoche dejó una fotografía.

—¿Mía? —Bonnibel se estremeció por dentro y el estómago se le encogió al pensarlo.

—Sí. Fue tomada anoche, cuando salía del edificio.

—Dios mío —exclamó y se acordó del apartamento que acababa de dejar y de una mujer desprevenida que dormía entre sábanas revueltas—. ¿Me siguió? Marceline, hay una mujer...

Marceline negó con la cabeza, procurando no alterar la expresión de su rostro.

—No hay motivo para creer que se encuentre en peligro. El apartamento en el que pasó la noche fue vigilado todo el tiempo.

—¿Dónde me encontraron?

—Aquí. —Marceline sonrió con tristeza—. Por una vez nos acompañó la suerte y seguimos su taxi.

Bonnibel estudió la cara de Marceline.

—¿Quién estuvo en el bar?

—Primero yo, luego Campbell.

—No la vi.

—No, ya me lo imaginaba.

—Marceline —dijo Bonnibel en un tono sereno y con una expresión grave en los ojos. «No quería que tú lo vieras. Sólo pretendía no... no desearte durante unas horas.»

Marceline hizo un gesto impaciente con la mano. No dejaría que la distrajesen sus sentimientos acerca de la aventura sexual de Bonnibel, sobre todo en aquel momento.

—Eso no importa. Nos importa la situación con el sujeto no identificado.

—¿Y cuál es, exactamente? — preguntó Bonnibel con interés, tras comprender que Marceline había cortado toda posibilidad de hablar de cuestiones personales.

—Las fotografías tal vez no sean más que su forma de demostrarnos que se encuentra aquí, un gesto vacío. Pero también pueden indicar que progresa. Y he de admitir que si.

Bonnibel suspiró profundamente.

—¿Y qué va a hacer al respecto?

—Creo que debo informarla de que voy a volar a Washington para discutirlo con el director adjunto y, probablemente, con el jefe de personal. Le anticipo que se va a constituir un grupo de trabajo para investigar y detener a ese individuo.

ℍ𝕠𝕟𝕠𝕣 「𝔸𝕕𝕒𝕡𝕥𝕒𝕔𝕚𝕠𝕟 𝔹𝕦𝕓𝕓𝕝𝕚𝕟𝕖♡」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora