Cuando Eliza abrió los ojos, se encontró con el sol brillando directamente sobre ella, como si estuviera velando por su seguridad. Cerró los puños y sintió el pasto seco desprendiéndose del suelo, comprendiendo dónde estaba y qué había sucedido. Giró la cabeza sobre la almohada en la que descansaba y vio a una niña moviéndose rápidamente de un lado a otro con un paño mojado, ocupándose de sus hermanas desmayadas con una diligencia sorprendente. En ese momento, se dio cuenta de que no era el sol quien realmente se estaba ocupando de ella.
La joven se acercó a la pequeña Pipi y escurrió el paño con agua sobre su boca; la estaba hidratando. Eliza sintió la humedad en sus labios, comprendiendo que también había sido hidratada de la misma manera. Al girar nuevamente la cabeza, se encontró con el jardín que tanto amaba, ahora completamente seco; un cementerio donde antes se alzaban bellas flores y rosas.
Tras observar a su alrededor, Eliza comprendió que estaban fuera de peligro, por lo que dejó de preocuparse por el bienestar de sus hermanas. Sin embargo, un atisbo de miedo sobre lo que le deparaba a ella en el futuro en la mansión la mantenía en vilo. El caos que había sumido a la mansión era resultado del engaño de una planta, una Fidonia similar a las que descansaban sobre el suelo, a las que no tenía ni tuvo el derecho de llamar hijas, nunca.
Se sentó en el suelo y observó los rostros y el cabello amarillento de sus hermanas, una sensación de dolor en el pecho comenzó a abrumarla. ¿Eran ellas, acaso, mis hijas esparcidas por el pasto? Se cuestionó a sí misma y su mente se llenó con más preguntas: ¿Tenía el derecho de llamarlas hijas después del mal que les causé? ¿No era deber de una madre velar por la seguridad de sus hijas? ¿Por qué yacían mis hijas jadeantes en el suelo? ¿Qué hice mal? Eliza no tenía respuestas, pero se convenció de que había hecho lo mejor que pudo. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, ella sabía la verdad, aunque seguía engañándose, comprometida con un personaje que había creado para llevar a cabo su verdadero plan.
Brínea, tan comprometida con su tarea como Eliza con sus mentiras, finalmente se percató de su despertar y se alegró. Estaba feliz al saber que lo que estaba haciendo era lo correcto y que pronto despertarían sus demás hermanas. Se dijo a sí misma que, en algún momento, debía agradecer a Ceache por los consejos sobre cómo cuidar de una Fidonia y la perdonaba por cómo la había arrastrado de la sala de estar al jardín, a pesar de que ella podía caminar y no se sentía mal físicamente, aunque emocionalmente todavía se encontraba afectada.
—Eliza —pronunció aquellas palabras casi como un suspiro.
La joven niña salamandra se abalanzó hacia Eliza sin importarle nada. Se hundió en sus pechos y comenzó a llorar, pues ahora sabía que no estaba sola y que, más temprano que tarde, todos volvería a ser una familia; al menos era algo que deseaba con todo su corazón.
Los sentimientos de amor incondicional y el deseo de verla sonreír invadieron el corazón de Eliza. ¿No eran estos los sentimientos propios de una madre? Reflexionó sobre si estaba bien volver a intentarlo, ya que las amaba a todas ellas. Las había visto crecer, les había enseñado todo lo que sabían y siempre las había considerado como sus hijas. ¿Debía bajar los brazos después de todo lo que había hecho para llegar hasta dónde estaba? Rápidamente, halló la respuesta.
—No es momento de llorar —dijo Eliza mientras acariciaba el cabello amarillo rojizo de Brínea—. Ahora es cuando más necesitamos ser fuertes; tenemos mucho por hacer.
Brínea se levantó del suelo y se limpió las lágrimas con las mangas largas de su uniforme de criada. Luego, extendió la mano a Eliza, quien la tomó y se reincorporó del suelo. Se sacudió y acomodó el uniforme, dedicándole una sonrisa maternal a Brínea antes de hablar:
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NUEVA VIDA
FantasiDurante mil años, el rey demonio Sargonas Xul'tharac gobernó con mano despiadada... hasta que un día la coalición de reinados y un drakonte llamado Henry lo derrotó. Ahora, cientos de años después, Sargonas vive oculto dentro del cuerpo de una mujer...