Durante mil años, el rey demonio Sargonas Xul'tharac gobernó con mano despiadada... hasta que un día la coalición de reinados y un drakonte llamado Henry lo derrotó. Ahora, cientos de años después, Sargonas vive oculto dentro del cuerpo de una mujer...
Era de noche. Durante el día, las sirvientas lo habían tratado bien, le habían dado un baño, vestido y enseñado la gran mayoría de la mansión. Aunque agradecía la amabilidad, no estaba en sus planes ser prisionero, ya fuera bajo un aristócrata benevolente o un esclavista. Además, aún no podía perdonarlo por lo que le había hecho en el pasado. Decidió que era hora de decir adiós.
No obstante, había considerado la idea de escapar una vez que hubiera ganado la confianza de todos. Sin embargo, tras hablar con él, la rabia que había logrado olvidar al enfocarse en sobrevivir regresó con fuerza. No deseaba permanecer ni un segundo más en la misma casa que él. Además, tras inspeccionar la mansión, descubrió numerosas vulnerabilidades y no lo pensó dos veces.
Se levantó de la cama y tomó una de las sábanas, extendiéndola sobre el colchón enorme. Organizó algunas prendas de vestir y cerró la sábana, convirtiéndola en una especie de bolsa. Se acercó a la ventana de su habitación para comprobar si estaba abierta.
—Genial, sigue cerrada —clamó en voz baja decepcionada.
Finalmente, se alejó de la habitación lujosa. Para su suerte, la puerta de madera no estaba cerrada con llave, así que la abrió lo más lentamente posible. Al salir al pasillo, caminó de puntillas para evitar hacer ruido y se detuvo, observando atentamente su entorno. Si algo había aprendido a lo largo de cientos de años era cómo pasar desapercibido.
Con la bolsa repleta de prendas de vestir colgando de su espalda, sostenida por su mano derecha, Sargonas giró la cabeza atenta a cualquier sonido, buscando señales de alguien despierto. Al no encontrar ni escuchar a nadie, se encaminó hacia la puerta este del final del pasillo superior izquierdo que conducía al balcón, con vistas al extenso jardín de la mansión. Esta puerta se encontraba a la derecha de su habitación.
Una vez frente a la puerta, intentó girar el picaporte circular, pero esta no cedió tan fácilmente como la de su habitación. Con cierta decepción, y previendo algo así, se dirigió hacia las otras dos puertas que conducían al balcón en el pasillo superior izquierdo.
La mansión estaba dividida en tres alas en el segundo piso: izquierda, central y derecha, cada una subdividida en pasillos superiores e inferiores izquierdo y derecho, de acuerdo al ala. En contraste, el ala central constituía la unión de las dos alas en la planta alta, mientras que en la planta baja correspondía a la entrada principal de la mansión, es decir, el gran salón que había visto al entrar en la gran casa hacía un par de horas.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sargonas se dirigió al balcón norte del pasillo superior izquierdo, situado a la izquierda de su habitación, pero este permanecía cerrado, al igual que la puerta del este. Sin embargo, aún le quedaba un balcón en el lado oeste, cerca del baño. Sin perder tiempo, se deslizó hacia allí lo más silenciosamente posible.
—Está cerrado —musitó enojada.
Aunque aún le quedaban los dos balcones del pasillo inferior, dudaba que alguno estuviera abierto. Las criadas eran bastante diligentes; había notado su minuciosidad cuando lo habían bañado y vestido. A pesar de ello, la mera posibilidad lo llenó de determinación.