39. ¿FELIZ AÑO NUEVO, PAPI?

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ERA BASTANTE extraño soñar al tomar la siesta de la tarde.

Tal vez tenía mucho sueño esta vez.

Y era todavía más extraño soñar con Sun Wenqu durante dicha siesta.

Probablemente se debía a que pasaba el rato con él todos los días.

Sun Wenqu era muy apuesto, especialmente cuando hacía cerámica. Su rostro concentrado, sus pestañas ligeramente temblorosas y sus hermosas manos; con dedos largos y fuertes, incluso con arcilla en ellos.

Dedos deslizándose sobre el barro, dedos presionando el torno de cerámica, dedos sosteniendo el bolígrafo, dedos señalando en su papel borrador, dedos golpeando suavemente el dorso de su mano.

Dedos acariciando el tatuaje en su espalda baja...

Cintura...

Tobillo...

Detrás de la oreja...

La piel era muy suave...

El aliento de Sun Wenqu barrió por sus oídos, con una calidez perezosa...

Fang Chi abrió los ojos de golpe.

Miró fijamente la luz apagada en el techo durante un largo rato antes de que los latidos acelerados de su corazón y su respiración agitada, que habían saltado a su garganta, se ralentizaran lentamente.

Todavía estaba acostado en la mecedora copa de vino, y debido a que había estado mirando hacia arriba todo el tiempo, su cuello y espalda estaban un poco doloridos, y sus piernas algo entumecidas.

Movió el cuello y se sentó lentamente.

Cuando quiso comprobar si Sun Wenqu todavía estaba durmiendo, de repente se encontró a este sentado en la cama apoyado en la pared, mirándolo.

Sir Amarillo, que había estado envuelto en la colcha, también se levantó y se sentó erguido junto a Sun Wenqu, ambos mirándolo.

—¡Cristo! —Fang Chi se sobresaltó y luchó durante mucho tiempo para levantarse de la mecedora copa de vino, pero tan pronto como se levantó, sintió que algo andaba mal y se dio la vuelta con rapidez—. ¡¿Cuándo te levantaste?!

—Justo ahora. —La voz de Sun Wenqu sonaba bastante tranquila, pero también se podía escuchar que estaba riendo.

—Basura. —Fang Chi ladeó la cabeza para mirarle—. Te levantaste hace rato, ¿por qué no me llamaste en lugar de mirarme así?

—Me acabo de despertar —dijo Sun Wenqu con una sonrisa—. Solo pasó un minuto.

—Un minuto es mucho tiempo, ¿de acuerdo? —Fang Chi tomó su teléfono—. ¡A  ver pon un cronómetro para ver cuánto dura un minuto!

Sun Wenqu estiró los brazos con pereza.

—¿Qué soñaste?

—Nada. —Fang Chi caminó hacia la puerta, muy avergonzado.

—¿Vas a salir así como así? —Sun Wenqu se rio.

Fang Chi escuchó a alguien pasar fuera de la puerta y reconoció las voces de Hu Ying y Fang Hui. Extendió la mano hacia la puerta pero la retiró de inmediato. Finalmente, apretando los dientes, se giró y volvió a sentarse en la silla.

—Vamos, ríete si quieres —dijo mirando a Sun Wenqu.

—No me reía de ti. —Sun Wenqu bostezó—. Solo me sorprende que puedas ponerte duro incluso tomando una siesta. Impresionante.

—Soy joven... —respondió Fang Chi. Desde que conoció a Sun Wenqu, sintió que su rostro se engrosaba cada vez un poco más a una velocidad incontrolable.

imprevisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora