13. TÚ PUEDES LLAMARME PAPI

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FANG CHI NO sabía cómo hablar con gente que no conocía muy bien, mucho menos tenía la costumbre de hablar de sí mismo con otros; era ese tipo de persona. Además, estaba la cautela que había desarrollado entorno a sus asuntos personales por vivir solo durante varios años.

Sin embargo, cuando Sun Wenqu le preguntó, respondió sin dudarlo:

—Escalada en roca.

—¿Escalada en roca? —Sun Wenqu lo miró con una expresión que no podía describirse como sorpresa o confusión.

—Mmm. —Fang Chi sintió que la reacción de Sun Wenqu fue un poco extraña, por lo que agregó—: Es solo colgar de una cuerda para escalar una roca...

—Sé lo que es la escalada. —Sun Wenqu se rio.

—Oh —respondió Fang Chi.

—¿Dónde entrenas? —siguió preguntando Sun Wenqu.

—Solo... en un club —dijo Fang Chi.

Probablemente Sun Wenqu supuso que no quería hablar de ello, así que no hizo más preguntas, bajó la cabeza y siguió comiendo sus fideos.

—Es demasiado, no puedo terminarlo, mejor se lo daré de comer a los gatos más tarde. 

—¿A los gatos? —Fang Chi estaba atónito.

—Los gatos callejeros de la zona. —Sun Wenqu señaló por la ventana—. Hay cinco o seis de ellos en el camino justo en la entrada, con sus familias a cuestas.

—Esa comida para gatos tuya... —Fang Chi pensó por un momento— ¿fue comprada también para alimentar a esos gatos?

—¿Si no para qué? ¿Para comerla yo mismo?

—Oye, no hay nada de malo en comerla uno mismo, creo que sabe muy bien.

—¿La comiste? —Sun Wenqu dejó sus palillos y lo miró.

—No la comí por gusto. —Fang Chi se levantó y caminó hacia el gabinete, antes de sacar la bolsa de comida para gatos de Sun Wenqu—. Sir Amarillo realmente no quería comerla, así que probé algunas croquetas y pensé que sabían bien.

—Pero él estuvo dispuesto a comer lo que le di. —Sun Wenqu reprimió una carcajada—. ¿Te gustaría probarlo para ver si hay alguna diferencia?

Fang Chi no dijo nada, metió la mano en la bolsa, sacó una croqueta y se la metió en la boca.

—Jesucristo. —Sun Wenqu apartó la cabeza—. ¿Estás loco?

—Saben igual. —Fang Chi miró la bolsa—. Probablemente tú lo estás más, ¿no?

—Todavía hay otra bolsa en el gabinete, puedes llevársela a Sir Amarillo —dijo Sun Wenqu—. Los gatos de por aquí no son quisquillosos con la comida, comen de todo.

—Olvídalo, es caro. —Fang Chi le devolvió la mirada—. Muy caro como para dárselo de comer a un gato...

—Entonces cómetelo tú. —Sun Wenqu chasqueó la lengua—. Si lo comes tú también, ya no podrás decir que es muy caro, ¿no?

—Gracias... me llevaré esta media bolsa.

—Tienes que comer dos tazones de fideos para estar satisfecho. ¿Media bolsa es suficiente? Toma una bolsa entera —dijo Sun Wenqu—. En cualquier caso, tu tío Liang-zi lo trajo todo, no costó nada y no sé de dónde salió.

—Oh —respondió Fang Chi.

Sun Wenqu puso los fideos sin terminar en un tazón —probablemente el que usaba para alimentar a los gatos callejeros— y salió a darles de comer. Mientras que Fang Chi llevaba los demás utensilios a la cocina para lavarlos.

imprevisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora