81. ¿CÓMO LO DIRÍA?

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EL SEGUNDO DÍA de exhibición hubo más gente, ya que el noticiero de anoche hizo un reportaje especial, lo que atrajo a muchos más visitantes que el primer día.

Fang Chi había querido arrastrar a Sun Wenqu para que durmiera más, pero Sun Wenqu se despertó temprano por la mañana, así que lo siguió y vio la repetición del reportaje mientras se lavaba los dientes.

—Oye —dijo, observando las imágenes del reportero entrevistando a Sun Wenqu—, descubrí que te ves muy bien en cámara.

—¿De verdad? —Sun Wenqu no mostraba mucho interés en estas cosas. Había crecido viendo a su padre ser entrevistado por periodistas, así que ya no le impresionaba mucho—. Muy apuesto, ¿no?

—De inmediato se ve a un artista extraordinario y fuera de lo común —dijo Fang Chi con el cepillo de dientes en la boca—. Apuestísimo.

—En la mañana aún tienes que acompañarme a la exhibición —dijo Sun Wenqu mientras se vestía—. Te llevaré a la estación después del almuerzo.

—Si estás ocupado, solo acompáñame hasta la puerta del centro de convenciones. Puedo tomar un taxi desde allí, no es un problema —dijo Fang Chi.

—Qué considerado. —Sun Wenqu sonrió—. Ya no pareces ni un poco un puerro.

—Eventualmente los puerros florecen, ¿verdad? —dijo Fang Chi—. Y necesito ir a mi escuela a comprar castañas fritas. Cheng Mo quiere usarlas para capturar a Xiao Yiming.

—... Sus ideas son únicas, no se puede negar —dijo Sun Wenqu.

     

Tomar un taxi a la estación por su cuenta.

Cuando Fang Chi dijo estas palabras, no sintió que fuera un problema. Sin embargo, después de pasar toda la mañana observando a Sun Wenqu y de compartir el almuerzo con él, empezó a arrepentirse.

Incluso se arrepintió de la sugerencia de ayer de que Sun Wenqu se quedara aquí y no fuera a la sucursal.

No soportaba separarse de él.

Estaba a punto de enloquecer.

Fang Chi, ¿cómo lograste ser tan comprensivo y razonable ayer?

¿Te levantaste con el pie izquierdo?

Al final, se acercó al stand donde Sun Wenqu estaba sentado jugando con su teléfono y le dijo:

—Mejor... llévame tú a la estación.

Sun Wenqu levantó la cabeza y, recostándose en la silla, extendió sus piernas y sonrió.

—¿No dijiste que irías solo?

—Cambié de opinión —respondió Fang Chi—. Además, aún tengo que comprar las castañas. Es más fácil si me llevas tú.

—¿No dijiste esta mañana que comprarías las castañas, así que no necesitabas que te llevara? —Sun Wenqu ladeó una sonrisa.

—Solo una palabra, ¿vas a llevarme o no? —Fang Chi chasqueó la lengua.

—Vamos. —Sun Wenqu se levantó sonriendo y agarró su abrigo.

      

Sentados en el pequeño Beetle, ninguno de los dos habló. Fang Chi mantuvo la cabeza girada, mirando el perfil de Sun Wenqu. El sol brillaba intensamente hoy, creando un cálido halo dorado en el rostro de Sun Wenqu. Se veía muy bien.

Sun Wenqu se había duchado por la mañana, y ahora todavía se podía oler débilmente el suave aroma a leche de coco en su cuerpo.

Fang Chi dejó escapar un pequeño suspiro y desvió la mirada hacia la ventana, observando las calles familiares. En este momento, esa sensación de separación inminente junto a una ligera pero creciente ansia comenzaron a extenderse, llenando su corazón de forma incontrolable.

imprevisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora