51. MIRA, ALLÍ HAY UN, ESPÍRITU DE PU-PUERRO

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Sun Wenqu:
Esta flor florece algo tarde.


Pero ni siquiera él sabía qué tipo de flores eran. Dijo que intentó buscarlo, pero no pudo averiguarlo. Aunque a Fang Chi no le importaba, le gustaban mucho estas flores y miró las fotos un largo rato.

Las flores no eran muchas, solo unas cuantas en cada maceta, pequeños puntos que contrastaban con las hojas verdes. Además, combinándolo con las habilidades fotográficas siempre casuales de Sun Wenqu, ni siquiera podía ver claramente cómo eran las flores.


Fang Chi:
Puedes dejar de ser tan perezoso y estirar un poco el brazo?

Toma una foto más de cerca, así como estás tomando la foto, estas flores parecen granos de arroz.

Sun Wenqu:
¡Eres tan exigente!

Sun Wenqu se quejó, pero tomó otra foto de cerca y finalmente se podía apreciar mejor. Los capullos de las flores eran del tamaño de granos de arroz, y las flores abiertas eran del tamaño de dos granos de arroz, muy delicadas.


Fang Chi:
Muy bonitas.


Fang Chi le escribió mientras se cepillaba los dientes.


Sun Wenqu:
Y hay aún más hermosas, tomaré unas fotos para ti.


Cuando Fang Chi terminó de prepararse y se fue a la escuela con su mochila, Sun Wenqu le envió dos fotos más de flores, amarillas y rosadas. Una amarilla y otra rosa, ambas en primer plano y donde se podían apreciar bien hasta las venas de las flores.

Las flores eran tan bonitas y delicadas que Fang Chi se sorprendió un poco.


Fang Chi:
¿Qué flores son esas?


Sun Wenqu no respondió, solo envío otra imagen panorámica.

Fang Chi se quedó atónito cuando las vio y envió directamente un audio: «¿Esa es una suan mimi? ¿La flor de la suan mimi es tan bonita? Nunca me había fijado en ellas antes».

Sun Wenqu probablemente era demasiado perezoso para enviar audios o escribir, y simplemente llamó:

—¿Qué demonios es suan mimi?

—Lo que estás fotografiando, suan mimi. Cuando éramos niños, solíamos usarlo para luchar —explicó Fang Chi mientras caminaba—. Suan mimi.

—Esta cosa se llama acedera —dijo Sun Wenqu.

—Es suan mimi, jugaba con ella todos los días cuando era niño.

—¿Lo usaban para luchar? ¿Cómo?

—Tiene una especie de raíz en el medio...[1] —Fang Chi trató de explicar, pero no supo cómo hacerlo—. Ah, no puedo describirlo, ¿por qué no le dices a mi abuelo te lo muestre?

—Está bien —se rio Sun Wenqu—, lo buscaré más tarde.

—¿Cómo... cómo va tu trabajo ahora? —preguntó Fang Chi.

—El progreso va bien —respondió Sun Wenqu—. Debería estar más libre después de que termines los exámenes.

—Estamos en la cuenta regresiva de cien días.

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