11. HICE UN DIBUJO DE TI Y SIR AMARILLO

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FANG CHI SE quedó mirando a Sun Wenqu, quien mantuvo esa familiar sonrisa desdeñosa y burlona en su rostro en todo momento mientras hablaba. Lo cual era bastante molesto, pero también fue esta actitud suya que nunca cambiaba lo que hizo que pensara que le estaba diciendo la verdad.

Sun Wenqu realmente nunca golpeó a Fang Ying.

De hecho, en estos pocos encuentros, Fang Chi sintió que no parecía el tipo de persona que pelearía casualmente con otros, incluso sería más confiable decir que fue Ma Liang quien la golpeó.


—Yo... ahora lo sé —dijo Fang Chi con voz apagada, luego se dio la vuelta y regresó a la cocina.

—Así que es el fin del asunto ahora que lo sabes, ¿eh? —Sun Wenqu elevó la voz mientras se apoyaba en el sofá—. ¿Luego de golpearme y patearme solo estás pasando página?

—La patada no fue por eso. —Fang Chi volvió a salir de la cocina y lo miró—. Ya sabes muy bien por qué te pateé, ¿no? Y el golpe... ¿quieres devolverlo?

—Me duele la mano. —Sun Wenqu sacudió su mano. Esto era cierto. Hoy, después de escalar durante mucho tiempo, más la dificultad añadida, dejaron sus manos muy adoloridas.

—Entonces, ¿cómo quieres resolverlo?

Sun Wenqu lo miró fijamente durante mucho tiempo, luego sonrió.

—Dejémoslo por ahora, voy a pensarlo. Y no como calabaza amarga rellena.

—La calabaza amarga que hago no es amarga. —Fang Chi frunció el ceño.

—No la como aunque no sea amarga, no es que me dé miedo lo amargo. —Sun Wenqu se estiró—. Simplemente no me gusta el olor a calabaza amarga.

—Entonces, ¿qué quieres comer? —preguntó Fang Chi.

—Déjame pensarlo. —Sun Wenqu reflexionó durante mucho tiempo con los dedos apoyados en la frente—. ¿Gluten? [1]

—¿Gluten? —Fang Chi lo miró—. No creo que el supermercado de enfrente tenga.

—Los supermercados solo tienen gluten seco, ¿quién come eso? No sabe nada bien.

Fang Chi se quedó en silencio por un momento.

—No me vas a pedir que lave el gluten yo mismo, ¿verdad?

—Es una muy buena idea —dijo Sun Wenqu de inmediato.

—¿Qué cosa? —La respuesta de Fang Chi salió un poco fuerte.

—Dios mío, me asustaste. —Sun Wenqu se rio—. Relleno de carne con champiñones también sirve, supongo.

Fang Chi lo miró fijamente durante un largo rato, luego caminó hacia la puerta.

—Te has rebelado, ¿eh? —Sun Wenqu lo persiguió con la voz.

—Voy a comprar champiñones. —Fang Chi abrió la puerta y salió.

Al escuchar sus pasos, Sun Wenqu se sintió inexplicablemente de buen humor, y después de flexionar las muñecas, se puso de pie y rascó la cabeza de Sir Amarillo.

—Vamos, ¿puedo escribir algo para ti?

Sir Amarillo maulló dos veces, saltó al suelo y lo siguió al estudio con la cola erguida.

—¿Sabes? —Sun Wenqu encendió la luz del estudio y miró el papel de arroz en el escritorio—. Lo que más odio es el erhu, el ajedrez, la caligrafía, la pintura y la cerámica, pero son las cosas que mejor sé hacer, las que los demás ven como méritos.

imprevisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora