Otra Complicación

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Al día siguiente, sentía mi cuerpo un poco cansado, como si aun fuera humana, parecía que había corrido una maratón. Pero a la vez estaba un poco nerviosa. Me puse mi suéter de cuello alto, con mis jeans negros, mientras tenía escenas tontas en mi cabeza con Edward.

Cuando baje al comedor, ya estaba bella desayunando su plato de cereales como siempre. Papa entro al comedor con su bolso, y su saco en la mano.

-Sabrina, respecto a este sábado... -Dijo mientras se servía una taza de café.

-Dime

- ¿sigues queriendo ir a Seattle?

-Claro, ya tengo todo planeado.

— ¿Estás segura de que no puedes estar de vuelta a tiempo para el baile?

—No voy a ir al baile, papá. Ya no estudio en ese lugar

Le fulminé con la mirada.

— ¿No te lo ha pedido nadie? Sabes que, en la escuela esa, puede ir cualquier adolescente a acompañar a un alumno de ese instituto.

-Lo sé, pero no me apetece ir.

Frunció el ceño.

Debe de ser duro ser padre y vivir con el miedo a que tu hija encuentre al chico que le gusta, pero aún más duro el estar preocupado de que no sea así.

Charlie se marchó, se despidió con un movimiento de la mano y yo subí las escaleras para cepillarme los dientes. Bella ya se había marchado y al rato sentí el rugido del auto de Edward, a lo que miré por la ventana. El coche plateado ya estaba ahí, en la entrada de coches de la casa.

Bajé las escaleras y salí por la puerta delantera, ¿Cuánto tiempo durara esta extraña rutina?

Me encaminé hacia el coche, me detuve, miré por última vez mi casa, antes de abrir la puerta del auto y entrar. Él Estaba sonriente, relajado y, como siempre, perfecto e insoportablemente guapo.

—Buenos días —me saludó con voz aterciopelada—. ¿Cómo estás hoy?

Me recorrió el rostro con la vista, como si su pregunta fuera algo más que una mera cortesía.

—Muy Bien, gracias.

Siempre estaba bien, mucho mejor que bien, cuando me hallaba cerca de él. Su mirada se detuvo en mis ojos que estaban algo rojos

—Pareces cansada.

—Me siento como si aun fuese humana—confesé, y de inmediato removí mi cabello que estaba sobre mi hombro.

—Yo igual —bromeó mientras encendía el motor.

me reí

— ¿Qué hiciste la noche pasada? -Dije mientras miraba por la ventana, esquivando su mirada.

—No te escapes —río entre dientes—. Hoy me toca hacer las preguntas a mí.

—Es cierto. ¿Qué quieres saber?

Torcí el gesto. No lograba imaginar que hubiera nada en mi vida que le pudiera resultar interesante.

— ¿Cuál es tu color favorito? —preguntó con rostro grave.

Puse los ojos en blanco.

—suele cambiar Depende del día.

— ¿Cuál es tu color favorito hoy? —seguía muy solemne.

—El Negro, probablemente.

Solía vestirme en función de mi estado de ánimo. Edward resopló y abandonó su expresión seria.

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