5. Eres mi amor verdadero

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Se despertó sobre las 6 de la mañana. El cuello y la espalda le estaban matando. Pero también notaba otra molestia, en su garganta. Se llevó la mano a la frente y se notó un poco caliente. Bajó la mano hasta sus labios y la dejó allí mientras observaba como dormía su hermano plácidamente en la cama. Le había contagiado, no había duda.  Por el beso que ambos se dieron esa noche...

Sonrió mientras se levantaba dejando caer la manta sobre la incómoda silla en la que había pasado la noche. Se acercó a la mesilla y cogiendo el termómetro se lo puso. Mientras esperaba puso una mano en la frente de su hermano. También estaba caliente, pero no tanto como el día anterior.

Bajó la mano y rozó sus labios con ella. Sintió una dolorosa punzada en su corazón y la retiró con rapidez. Era mejor no tocar aquello que nuca más iba a volver a besar.

Se quitó el termómetro y vio la fiebre que tiene. 38º. Cogió una de las pastillas de su hermano y se la tomó pensando que más valía prevenir.

Miró la hora y vio que se le había pasado darle a Bill su medicina. Si por él fuera no le despertaría. Se iría de allí en esos momentos, antes de que terminase apoderándose de sus labios de nuevo.

Pero su salud era lo primero y sentándose en la cama comenzó el duro trabajo de despertar a su hermano.

—Bill—llamó sacudiéndole un hombro—Vamos despierta. Es la hora de la medicina.

Bill arrugó la frente y trató de girarse gruñendo en sueños dándole la espalda, pero Tom le sujetó con firmeza por lo hombros y  se lo impidió. Acercó su cara a la suya y le sopló despacito para despertarle.

Eso funcionó y Bill empezó a abrir los ojos muy despacio mientras esbozaba una gran sonrisa en sus labios. Cuando abrió los ojos del todo dejó de sonreír al ver a su hermano ante él.

—Por fin te has despertado—dijo Tom tratando de olvidar el dolor que había sentido en su corazón cuando se fijó en él y dejó de sonreír.

Bill asintió con la cabeza y se dejó ayudar a recostarse contra las almohadas mientras se frotaba los ojos. Se sentía culpable. Al notar que le soplaban en la cara pensó que era Andreas y por eso sonrió. Incluso estuvo a punto de decir su nombre. Pero al ver que era su hermano la sonrisa murió de inmediato en sus labios. Pero por lo que se sentía más culpable es por el dolor que había visto en sus ojos.

Se tomó la pastilla que le pasó su hermano y dejó que le colocase el termómetro. Cogió él mismo la libreta y empezó a escribir.

"Tienes mala cara. ¿Has podido descansar en la silla?"—preguntó muy preocupado.

—No, y además tengo fiebre—contestó Tom resoplando—Me has contagiado como hiciste con Andreas.

"Lo dudo. No creo que haya sido de la misma manera"—pensó Bill tratando de no sonreír de nuevo.

Tom se acercó para quitarle el termómetro de los labios y le rozó el inferior con un dedo sin darse cuenta. Eso hizo que Bill abriera mucho los ojos. Esa caricia le parecía que le recodar haberla sentido antes. Era como en el sueño que ha tenido esa noche...

Había soñado que alguien le estrechaba fuertemente en sus brazos y le besaba con una pasión que nunca antes había sentido.  Lo único que no le gustó del sueño era que la persona que le hacía sentirse tan bien no era Andreas. Se lo decía el corazón.

—38.5º. Va bajando, pero muy lento—murmuró Tom guardando el termómetro.

Bill trató levantarse pero Tom no se lo permitió.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora