11. Pídeme lo que sea

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Tardó  una semana en abandonar la cama. Empezó a comer, pero no porque tuviera hambre. Estaba hambriento de otra manera, y la única manera de saciar ese hambre es recuperándose con rapidez para poder verle, para estar a su lado ahora que sabía cuánto le necesita.

No dejó que su madre le dijera que se estaba recuperando, quería darle una sorpresa, la mayor de su vida.

Cuando ya estuvo lo bastante fuerte para caminar sin la ayuda de su madre decidió que había llegado el momento de salir en su busca, en busca de su amor verdadero.

Era la primera vez que salía a la calle desde que salió huyendo de la casa de Andreas. Le daba miedo si se lo encontraba por la calle. Vivía cerca, pero no había recibido ningún mensaje o llamada suya y su madre no le había dicho nada de que hubiera ido a verle a casa o a preguntar por él.

Pero hasta que no llegó al apartamento no pudo respirar tranquilo. Abrió con su llave y entró. Era la hora de cenar y se dirigió a la cocina, pero allí solo estaban Georg y Gustav, que en cuanto le vieron se levantaron con rapidez y le recibieron con los brazos abiertos.

—No sabíamos que ya estabas en pie, Tom no nos ha dicho nada—dijo Gustav después de abrazarle.

—Es que no lo sabe—explicó Bill con la voz todavía ronca.

—Ya estás bien del todo, ¿verdad?—quiso saber Georg.

—Menos la voz, sí. Estoy bien del todo—contestó Bill con firmeza.

—Íbamos a salir, hemos quedado—explicó Gustav—Tom está en su habitación, no ha querido bajar a cenar. Ya verás que sorpresa se va a llevar cuando te vea. Te ha echado mucho de menos.

Bill asintió con la cabeza, estaba deseando volver a ver a su hermano. Les acompañó hasta la puerta y tras despedirse de ellos subió a ver a su hermano, parando primero en su habitación a recoger una libreta.





Entró en la habitación sin llamar y le vio tumbado en la cama, tapado casi hasta la cabeza. Sus rastas suelas le caían por el borde del colchón y Bill sonrió pensando en las ganas que tenía de acariciárselas.

Le estaba dando la espalda y no le había visto entrar. Se acercó con sigilo y le tiró la libreta a la almohada, cerca de su cara.

Tom abrió los ojos al notar que algo caía cerca de ellos. Vio que era una libreta y la cogió con el corazón en un puño para leer la respuesta de su hermano al mensaje que le había dejado antes de irse de su lado, pero no para siempre.

"He hecho lo que me pediste. Me he mirado al espejo y he visto tu reflejo. Te he visto roto de dolor, como yo. Todos piensan que ya estoy bien, pero la verdad es que te echo mucho de menos.

Dime como olvidar algo que no tuvo lugar. Dime que hago con todos los besos que no te he podido dar. Los tengo en mis labios, esperando por ti.

Dicen que todo lo que empieza acaba, pero esto terminó sin comenzar.

Dime que todo va a salir bien, porque sin ti yo no soy nada...."

Se dio la vuelta con rapidez. Vio a su hermano de pie, con la duda asomándose a sus ojos. Unos ojos que ya no estaban tan apagados como la última vez que los vio. En esos momentos estaban muy brillantes y llenos de vida, una vida que quería compartir con él.

Se sentó en la cama y le abrió los brazos, en los que Bill se refugió mientras sus labios se juntaban por primera vez en mucho tiempo, con él despierto para poder disfrutar en toda plenitud de un beso que sólo había podido disfrutar en sueños.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora