12. Prométeme que todo va a ir bien

143 10 3
                                    



Se despertó al cabo de dos horas. Le estaban abrazando dulcemente y se sentía muy seguro en esos brazos, y eso le hace sonreír sin poder evitarlo. Alzó la mirada y vio la cara de su hermano. Estaba dormido. Observó sus labios, entreabiertos, y una idea le pasó por la mente. Quería devolverle esos besos que le dio mientras dormía, así que se estiró un poco hasta posar sus labios en los suyos.

Tom sintió que le estaban besando. No hacía falta para abrir los ojos para ver quien es, su corazón le decía que era su hermano pequeño. Le atrajo más hacia él y empezó a introducir la lengua en su boca despacio. No quería volver a cometer otro error, a hacerle daño sin querer, hacerle recordar.

Bill gimió en su boca y con las manos le empezó a quitar la camiseta. Había dormido y podido descansar, deseaba seguir por donde lo habían dejado. Quería acabar con esto de una vez. Olvidar todo lo malo y agarrarse con fuerza a todo lo bueno que estaba a punto de venir.

Tom dejó que le quitase la camiseta y empezó a subirle la suya. Cuando llegó a su cabeza paró y le miró a los ojos con duda, pero Bill esbozó una sonrisa y asintió con la cabeza. Se la quitó del todo y la tiró lejos. Luego empezó a desabrocharle los pantalones con manos temblorosas. Para él era la primera vez que estaba con alguien de su mismo sexo, sabía que su hermano le llevaba ventaja en esto.

Bill lo sintió y empezó a besarle con pasión para que olvide sus nervios, mientras que sus manos tiraban de su pantalón del pijama. Metió una mano por el y empezó a acariciarle el vientre, sintiendo como Tom jadeaba en su boca y sus manos temblaban más sin conseguir desabrocharle los vaqueros.

Se separó riéndose a carcajadas y se los quita él mismo, mientras que Tom hacía lo mismo con su pijama. Se quedaron los dos de rodillas en la cama, sólo llevando la ropa interior. Se miraron a los ojos sin dejar de sonreír y jadear.

Bill se acercó a su hermano y empezó a besarle el vientre, dejando besos húmedos. Poniendo la boca en su ombligo, jugando con la lengua allí y haciéndole contener la respiración, para luego jadear con más fuerza.

Siguió bajando la boca y con las manos empezó a bajarle el bóxer hasta que llega a su objetivo, un objetivo muy deseado y que ya estaba duro y esperando. Lo cogió con las manos y se lo introdujo poco a poco en la boca.

Tom cerró los ojos y puso las manos en la cabeza, acariciándole el pelo, tirándole de el, gimiendo y jadeando con fuerza. Le separó de su cuerpo antes de que fuera demasiado tarde y cogiéndole en sus brazos se tumbaron juntos en la cama, rodando por ella hasta que Bill volvió a quedar debajo de él sin parar de reír, lo mismo que Tom.

Se acercó a sus labios y le empezó a besar con furia. Gemía en su boca hambriento de su amor mientras que sus manos le bajaban despacito la ropa interior, acariciando sus caderas, notando la suavidad de su piel en las yemas de sus dedos. Solo dejó de besarle para quitárselos del todo y de paso los suyos.

Se volvió a tumbar encima suyo, notando escalofríos cuando sus miembros erectos se rozaron, se juntaron abrazándose de la misma manera que ellos. Volvieron a besarse con sus manos recorriendo sus desnudos cuerpos.

Bill gemía cada vez más alto. Necesitaba tenerlo ya en su interior. Había sufrido mucho y en esos momentos estaba volviendo a sufrir, aunque era otra clase de sufrimiento. Separó sus labios un instante para suplicarle.

—Por favor—pidió con los ojos llenos de lágrimas—No me hagas sufrir más, termina esta tortura.

Tom sonrió al escucharle y le acarició con suavidad la cara.

—Tus deseos son mis órdenes—susurró mirándole fijamente—Nunca te haré sufrir.

Bill se volvió en sus brazos mientras que Tom se quitaba de encima y se colocaba detrás de su espalda. Le abrazó con fuerza por detrás y empezó a besarle el cuello mientras que le iba preparando con los dedos.

Bill cerró los ojos al notarle en su interior. Jadeó con más fuerza cuando por fin le sintió entrar poco a poco. Las lágrimas bajaban por sus mejillas, los sollozos se le escapaban por sus labios sin poder contenerse.

Tom dejó de empujar y le acarició la mejilla con preocupación.

—Si quieres lo dejamos, me salgo—susurró con dulzura.

—No lloro por eso, es porque soy muy feliz—explicó Bill entre sollozos—Prométeme que todo va a salir bien.

—Te lo prometo—dijo con firmeza Tom cogiéndole una mano con la suya—Te prometo que a partir de ahora solo lloraras de felicidad.

Terminó de entrar dentro de él, se salió un poco y le volvió a embestir con suavidad, sintiendo como su cuerpo se acoplaba a él y entonces lentamente aceleró el ritmo de las embestidas. Le apretaba la mano con carió mientras le embestía para que sintiera su energía, le susurraba palabras al oído para calmarle, prometiéndole que luego se sentiría mejor, que nunca iba a volver a sentirse mal.

Cuando por fin estalló en su interior emitió un fuerte gemido de placer, lo mismo que hizo Bill cuando él también estalló de placer, sollozando por la pasión vivida en esos momentos.

Se giró en sus brazos cuando salió de su interior. Quería ver el amor de su hermano reflejado en sus ojos. Tom le sonrió y le atrajo a sus labios para darle un beso muy tierno.

Bill se apoyó contra su cuello intentando recuperar la respiración. Había sido diferente, distinto que con Andreas. Con él creía estar enamorado. Con Tom sabía con certeza que lo estaba. Alzó la cara y se le quedó mirando fijamente.

— ¿Qué estás mirando?—preguntó Tom sonriéndole al cabo de unos minutos.

—Quiero contemplarte de la misma manera que lo hacen las estrellas todas las noches en el cielo, lentamente y sin prisas(*)—empezó a decir Bill—Quiero recordar la expresión de tu cara, quiero grabarla en mi mente para recordar lo que pude haber perdido para no olvidarlo nunca. Para no olvidar lo mucho que me has amado y lo mucho que me seguirás amando el resto de mi vida.

Tom sonrió y le estrechó con fuerza entre sus brazos.

— ¿Cuándo cambiaste de opinión?—quiso saber Bill sin dejar de mirarle fijamente a los ojos—¿Cuándo decidiste quedarte conmigo?

—Cuando me lo pediste por favor—contestó Tom con un suspiro—El precio más alto que se puede pagar por cualquier cosa es pedirla por favor. Y tú lo has pagado con creces.

Bill asintió con la cabeza, sintiendo que los ojos se le cerraban tras la maravillosa experiencia vivido. Tom lo vio y le acomodó mejor entre sus brazos para que durmiera en ellos. Cerró él también los ojos y ambos se dispusieron a dormir plácidamente.

Atrás quedaron los malos recuerdos y las lágrimas.

En esos momentos empezaban a vivir una nueva vida. Una en la que siempre estarían juntos, como debió ser desde el principio.

Una vida en la que el sol había vuelto a brillar, con más fuerza que nunca.




Notas finales:

(*) sé que lo he sacado de un poema, pero no recuerdo cual. Lo siento.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora