8. Me has salvado, ¿ahora mi vida te pertenece?

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Tom gritó con todas sus fuerzas  al ver la escena.

Su hermano cruzando la carretera sin ver el coche que se le venía encima. Tenía unos segundos para actuar, y los aprovechó bien.

Corrió lo más rápido que pudo y a llegar a su lado le cogió con un brazo de la cintura y tiró fuertemente de él hacia atrás. Cayó con él por el impulso. Rodaron por el asfalto en dirección a la acera, procurando que su hermano quedase encima de él para que no se hiciera más daño contra el suelo.

Cuando terminaron de rodar se encontraba debajo de él, abrazándole fuertemente mientras sentía como se aferraba a su cuello sin parar de llorar y jadear con los ojos cerrados. Cuando los abrió llenos de lágrimas se le quedó mirando. Estaban tan cerca que sentía su aliento contra sus labios.

Pero no era eso lo que Tom sentía que le rozaba los labios. Su hermano se había inclinado más y empezado a posar sus labios sobre los suyos.

Entonces reaccionó con rapidez . Estaban en la calle y mucha gente se les había acercado a ver si se encontraban bien. Separó a su hermano de sus labios. Ya no era solo porque les pudieran ver. Sino porque se había prometido a sí mismo no volver a hacerlo.

Se levantó del suelo con su hermano todavía entre sus brazos. Le levantó la cara y le limpió las lágrimas que no había dejado de derramar.

— ¿Bill?—le llamó con ternura.

Pero no le contestaba. Solo negaba con la cabeza.

Tom miró a la gente reunida preocupada por lo que acababa de pasar y les tranquilizó diciendo que ambos que estaban bien.

Se llevó a su hermano de allí. Necesita ir a un sitio en el que pudieran hablar a solas de lo que había pasado, de lo que Andreas le había hecho. Sabía que le había hecho algo, sino su hermano no hubiera salido huyendo de esa manera.

Y porque le ha visto los arañazos del cuello...

No quería volver al apartamento porque estaban Georg y Gustav y necesitaba estar a solas con su hermano. La casa de su madre quedaba cerca, y sabía que a esas horas había salido a trabajar y Gordon también.

Se dirige allí con su hermano fuertemente cogido a él, con la cabeza apoyada en su hombro sobre el que lloraba desconsoladamente.







Llegaron y abrieron la puerta con la llave que siempre lleva consigo por si había alguna emergencia, como esa. Quería llevar a su hermano a su antigua habitación, pero viendo que no podía sostenerse en pie ni un segundo más le cogió en sus brazos y subió las escaleras con él a cuestas, quien apoyando la cara contra su cuello se aferraba fuertemente a su cuerpo.

Al llegar le tumbó con cuidado sobre la cama, en la que se acostó hecho un ovillo. En esos momentos su cuerpo solo se estremecía por un ligero hipo fruto de tanto llorar

Se dirigió al baño a por un vaso de agua, dándose prisa al escucharle toser con fuerza. Le ayudó a incorporarse y a beber un poco de agua. Cuando terminó le limpió con suavidad el agua que le resbalaba por la barbilla hasta el cuello. Se fijó entonces con más atención en los arañazos y dejándole sobre la almohada regresó al baño a por el botiquín.

Al mirarse en el espejo se dio cuenta de que él también estaba herido. Tenía un pequeño corte en la mejilla y el codo le escocía por el arañazo que tenía allí. Seguro que se los había hecho al rodar por el asfalto evitando que su hermano se hiciera más daño. Primero le curaría a él y luego irían sus heridas.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora