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Después de correr durante cuarenta y cinco minutos Sergio finalmente regresó a casa

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Después de correr durante cuarenta y cinco minutos Sergio finalmente regresó a casa.

Eran apenas las nueve y media de la mañana cuando se tomaba un jugo verde apoyado en la isla de la cocina, así que tenia tiempo de sobra para darse una ducha y preparar el desayuno antes de que Yuki despertara.

Cuando se termino el jugo, dejo el vaso en el lavavajillas y fue hasta las escaleras, subiéndolas con un ligero trote antes de entrar a su habitación.

Revisó las notificaciones y correos en su celular y decidió que todo el trabajo podía esperar hasta el lunes, ahora era fin de semana y quería pasar tiempo de calidad con su hijo.

Tomo uno de los lindos boxers de encaje que tanto le encantaban, unas bermudas que le llegaban un par de dedos arriba de la rodilla y una camisa floja, de esas que Yuki tanto detestaba por que siempre se dejaba los primeros tres o cuatro botones abiertos, pero que él tanto amaba, y se metió al baño.

A pesar de que el baño estaba en su habitación, él siempre prefería meter toda la ropa y salir ya vestido en lugar de salir envuelto en una toalla, le parecía más practico.

Se baño en quince minutos y bajo en otros quince, encontrándose con el amigo de su hijo sentado en un taburete de la isla leyendo el periódico que todas las mañanas recibían.

—Oh —se detuvo un par de segundos en el marco de la entrada, sorprendido. No podían culparlo, él había olvidado que el chico se había quedado a dormir.

El amigo de su hijo lo miro sobre su hombro, su mirada recorriéndolo y deteniéndose un par de segundos más de lo adecuado en la piel expuesta por la abertura de los primero botones de su camisa, entonces levanto la mirada hasta la cara y le sonrió.

—Buenos días.

Sergio tenia treinta y tres y era lo suficiente maduro como para aceptar, para si mismo, que el amigo de su hijo era bastante guapo, si tuviera diez años menos o el chico diez más definitivamente se lanzaría sobre él.

No había podido verlo muy bien la noche anterior, ya sea por la poca luz o por sus ojos tan cansados y somnolientos, lo que sea que fuera, ahora lo veía bien y vaya... Vaya.

—Buenos días —murmuró entrando a la cocina —¿Cómo te sientes? ¿Resaca o algo?

Como respuesta obtuvo la risa del chico.

—No mentía cuando te dije que no estaba borracho, han sido realmente pocas las ocasiones en que he tomado y aun así nunca me he emborrachado.

—Eso es bueno— dijo comenzando a preparar un grasoso omelet para su hijo (y otro para su amigo), porque él definitivamente si tendría resaca—. Eres muy joven como para arruinarte el hígado de esa manera —si puso algo de énfasis en la palabra joven, Max lo ignoro, —aunque no puedo hacer que Yuki entienda eso.

—Pero el alcohol es tan bueno, papá, la quemazón de éste pasando por tu garganta, irresistible —dijo Yuki entrando y dejándose caer pesadamente en un taburete, el cabello revuelto y su piel más pálida que de costumbre.

Dicha | Chestappen | AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora