13.

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- Te prometo que no me cansaré nunca de estas vistas. - Comentó Chiara en un suspiro nostálgico, mirando la puesta de sol.

- Yo tampoco.

La británica alzó una ceja y ladeó la sonrisa, sin dejar de mirar al frente.

- Pero tú me estás mirando a mí.

- Por eso lo digo.

La morena se rió, poniéndose colorada, y desvió su atención hacia la pelirroja sentada a su lado.

- Madre mía lo cursi que eres. - Indicó de forma tímida. - Y después la gente se piensa que la intensa soy yo.

Violeta sonrió de oreja a oreja y la rodeó con los brazos, abrazándola fuerte y dejándole un par de besos sueltos por toda la cara. Chiara fingió que se resistía, pero se dejó querer.

Era la primera vez que se iban juntas de viaje por placer. Habían terminado de grabar todo lo que tenía que ver con la canción y habían decidido que se merecían unos días para ellas. Así que habían hecho las maletas y se habían plantado en Menorca para desconectar.

Barajaron muchos destinos para perderse, pero Violeta sabía lo mucho que la balear echaba de menos su casa. Llevaba varios meses sin ir y podía notar que el sentimiento de morriña se acrecentaba semana a semana, por lo que había propuesto la idea. Al fin y al cabo, a Granada iban más a menudo y la medio inglesa merecía pasar algún tiempo con su familia.

Llevaban cuatro días recorriendo la isla y Chiara le estaba descubriendo todos los rincones que eran especiales para ella. Violeta había estado antes allí, por supuesto, en algún bolo y una vez de visita familiar en la casa de los Oliver, pero siempre muy express. Ahora que tenía tiempo de disfrutar de esos paisajes con calma, debía reconocer que se estaba enamorando poco a poco del lugar. Y escuchar a Kiki hablarle de por qué cada sitio era tan especial para ella, hacía que quisiese quedarse allí para siempre.

Esa tarde, Chiara la había llevado a su lugar favorito de Ciudadela para ver la puesta de sol. Para sorpresa de la pelirroja, no era un sitio masificado, sino más bien uno de esos puntos que solo conoce quien está muy familiarizado con el territorio. Habían hecho un pequeño picnic y la morena había tocado un par de canciones con la guitarra, en la cita más romántica que Violeta recordaba en mucho tiempo.

- Tienes razón. - Admitió al cabo de un rato. - La verdad es que el atardecer desde aquí se ve increíble. - La morena sonrió y se acomodó entre sus brazos como respuesta. - Ha merecido la pena que casi nos mates con el coche durante el camino para poder verlo.

Chiara se separó de ella y la miró indignada.

- No me mires así, Kiki, que casi nos tiras por el acantilado. - Comentó la reportera en tono divertido.

La inglesa se puso roja pero no dijo nada, aceptando la realidad. Se tumbó en la manta, apoyando la cabeza en las piernas de la andaluza, y se puso cómoda mirando de nuevo al horizonte. Las manos de Violeta fueron inmediatamente a su pelo, enredándose entre los mechones y jugando con ellos, en una especie de danza que conocían de memoria.

Permanecieron unos minutos en silencio, maravilladas con el atardecer.

- La verdad es que no me importaría disfrutar de esto el resto de mi vida. - Indicó la pelirroja en tono suave, refiriéndose a mucho más que a la puesta de sol.

Chiara sonrió sobre su pierna, leyendo entre líneas.

- A mí tampoco. - Afirmó en el mismo tono. - Quizá algún día, cuando seamos viejas y ya no trabajemos tanto, podemos mudarnos aquí.

El pecho de Violeta explotó de ilusión ante la perspectiva de ese futuro con la británica.

- ¿Te gustaría? - Cuestionó.

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