Capítulo C I N C O

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Creo que me subestimé al pensar que dejaría de doler.

De verdad me duele.

Y torturarme con mis propios pensamientos no está ayudando.

¿No le gustó mi regalo? ¿Se lo obsequió a ella? ¿Él haría eso? ¿Por qué lo haría? ¿Habrá alguna razón? ¿Me dolerá esa razón?

Creo que de lo que más tengo miedo es de esa razón que podría darme, y por eso lo he evitado todo el fin de semana después de la fiesta.

E ignorado sus mensajes, llamadas y sus tocadas a mi puerta. Hasta llegue al punto de mandar a mi mamá a inventarle escusas de que no estoy en casa para que él deje de insistir. Incluso hoy en el instituto he tenido que arreglármelas para no encontrármelo, ha sido difícil pero sorprendentemente lo he logrado. Claro que no podré alargarlo por mucho.

—Keith ¿Viste si dejé mi cuaderno personal en el salón? —Pregunto, rebuscando desesperadamente dicho objeto en mi mochila— ¿Keith? —Dirijo me atención hacia ella, quien está junto a mí. Tiene la boca entre abierta y sus ojos en la cancha de futbol.

Ambas nos encontramos sentadas en las gradas. Ya no tenemos más clases por el día, pero decidimos asentarnos aquí un rato para conversar. Termino siguiendo su mirada, fijándome en el chico con el cabello rubio pegado a su frente por el sudor que le produce el estar entrenando. El sudor también se le nota en el torso, ya que no lleva camisa, y reluce todo ese cuerpo atlético que se carga.

Si, Harrison O'Brien esta siendo una buena vista para mi amiga... y las demás chicas que también están sentadas en la gradas como nosotras.

Me acerco a Keith para susurrarle en el oído.

—Buena vista ¿No?

—Si... —Asiente. Luego menea la cabeza, saliendo de su trance— ¿Qué? No, yo no... no miraba...

—No tienes escusa, la baba en tu barbilla te delata —digo.

Ella se lleva una mano a la barbilla y cuando nota que está seca mira con reproche. Y aunque su color de piel moreno no denota si esta sonroja, veo vergüenza en su rostro.

Rio.

—No te atrevas a molestar con eso —me advierte.

— ¡No puedes pedirme eso! vivimos para molestarnos, reírnos y avergonzarnos entre las tres. Es la magia de la amistad.

—Claro, My Little Pony. —Rueda los ojos.

—Sabes que tengo razón. A demás de que ¿quién no se quedaría hipnotizada con Harrison? Estoy segura de que si Ross estuviera aquí, si se habría babeado.

—Pero la diferencia es que yo tengo novio.

—Si es que a eso se le puede llamar novio —murmuro en voz baja pero por la mirada de mi amiga, sé que me ha escuchado.

—Dejen de criticar mi relación, se supone que son mis amigas —reprocha, molesta. Y también puedo notar tristeza en su voz. Eso me toma desprevenida— No porque no tenga a un chico que se esfuerza en enamorarme con gestos y regalos hermosos o un chico que es mi amigo desde hace cinco años y me trate con todo el cariño de su vida quiere decir que tienen derecho de quejarse de mi novio que, aunque no es perfecto, es una buena persona que me quiere y yo... lo quiero a él.

Parpadeo un par de veces tratando entender y asimilar sus palabras. Ella se queda con la vista en el piso, su expresión decaída.

Siempre habíamos bromeado o comentado sobre Marco, sobre como es de novio, sus buenas y —más que todo— malas actitudes. Pero Keith nunca nos había dado señales de que le disgustaba que lo hiciéramos.

El Sentimiento de una CanciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora