Capítulo S I E T E

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Nathan mantiene los labios entreabiertos. Parece no saber qué decir por un momento.

Es bastante claro que no esperaba que yo le echara en cara lo que él estaba haciendo con Erika, su cita, en una fiesta de San Valentín. Y menos en un tono tan recriminatorio y molesto. No pude contener mis emociones a tiempo.

Había sonado totalmente fuera de lugar. Lo sabía. Dios ¿Cómo me dejé llevar así?

—Lo viste —murmura, Nate asintiendo con la cabeza, como si entendiera la situación.

Siento la mortificación subir por mi cuello.

—Yo... lo siento. No debí... eso no me incumbe —confieso, sintiéndome tonta.

Suspiro. Pocas veces he tenido estas situaciones con Nate, hablo de este tipo de discusión con reproches. Por lo general nos peleábamos por cosas ridículas y al instante nos arreglábamos intercambiando una golosina.

Claro, eso fue ya hace tanto tiempo... antes de que empezara a distanciarse. Aunque solo fue hace unos meses, específicamente, después de mi cumpleaños número quince. Las cosas no fueron igual, nuestras charlas pasaron de ser extensas y divertidas a solo una sonrisa de su parte, desordéname el cabello como una niña y pasar de mi. Ya no salíamos juntos, pasaba más tiempo con sus amigos, en el trabajo de mi padre aprendiendo de la labor o visitando a su abuela por largas horas.

No es que este diciendo que debía estar conmigo las veinticuatro siete o que debía darme explicaciones de donde o como pasaba su tiempo. Pero si es un tanto triste y desconcertante pasar de ser mejores amigos y vecinos a solo vecinos. Incluso nuestras familias lo notaron.

No lo había visto en aquel momento porque quise mantenerlo, sin pensar en el porqué, pero aquella conversación que tuvimos en el pórtico de mi casa antes de San Valentín, se sintió como volver a lo antes. Nuestra rutina. Estaba tan esperanzada con que todo volviera a ser como antes y luego... vi mi regalo en el cuello de Erika.

Quizás si había cambiado todo.

—Solo... —intento seguir, después de haber tomado un respiración—. Solo no me parece que, el mismo día que te di el obsequio, tu se lo hayas entregado...

—Miley, basta. Yo no le di el collar.

—Pero ella...

—Sí, ella lo tiene pero no es lo que piensas. Lo usé la misma noche después de abrir mi regalo, a Erika le gustó, insistió que se lo prestara un momento. Me negué pero igual encontró la manera de quitármelo y ponérselo. Luego nos... nos distrajimos.

Contengo de hacer una mueca con los labios al entender con que se distrajeron. Él continúa:

—Esa misma noche le pedí que me lo devolviera pero ponía escusas sobre que lo haría después —suspiró, pasándose una mano por su cabello oscuro. Luego, posa su mirada de nuevo en mí con preocupación— No se lo regalé ni tampoco pienso dejárselo. Se lo pedí de nuevo y dijo que me lo regresaría mañana.

Tras un par de segundos, con sus ojos clavados en mi, asiento con detenimiento, como si procesara lo que acaba de soltarme.

Su explicación hace que ese sentimiento dolido que tenía desde esa noche se apacigüe, aunque no se va del todo. Sin embargo, queda un regusto amargo que es provocado ahora que pienso en Nate besuqueándose con Erika.

Pero en eso no tengo derecho de replicar, y si lo pienso por más tiempo se que no será bueno para mí. Así que decido enfocarme en lo importante:

El no regaló el collar.

— ¿Por eso has estado ignorándome desde la fiesta? —vuelve a preguntar.

Bajo la mirada, jugando con los dedos de mis manos antes de asentir mínimamente.

El Sentimiento de una CanciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora