Sueño

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Ella avanzó tambaleándose en el medio de un fuego voraz, las llamas danzaban en el aire creando un paisaje infernal de humo y tierra infértil

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Ella avanzó tambaleándose en el medio de un fuego voraz, las llamas danzaban en el aire creando un paisaje infernal de humo y tierra infértil. El cielo ya no conservaba aquellos tonos azulados y brillantes, ahora, un torbellino de visos rojizos y naranjas reflejaban la intensidad de la destrucción. Muerte, un mundo de desgracia se abría camino con cada uno de sus pasos, ya no había nada, ya no quedaba nada.

—¡Athena! —escuchó una voz muy suave y delicada—. El mundo caerá en desgracia, tienes que despertar y tomar tu posición como la diosa que eres. De ti depende que la tierra siga en pie. ¡Los dioses te reclaman tu falta!

A lo lejos entre el humo y el aire asfixiante, se filtraban sonidos desgarradores. Lamentos de hombres suplicando clemencia se enredaban con los llantos de niños creando un ambiente desolado y desesperado. Una mano la tomó por el tobillo haciéndola caer, cuando se giró vio a un hombre suplicando.

—¡Por ti hasta la muerte! —exclamó el individuo en lo que su rostro se derretía como si se tratara de una vela en llamas—. ¡Por ti hasta la muerte!

Aquello fue el límite de la cordura, y desesperada gritó tan fuerte como pudo logrando despertar. Abrió los ojos empapada en sudor y no pudo reprimir las lágrimas, aquello había sido agobiante y demasiado real, y era real, no era un sueño, era una premonición del futuro. Había pasado tanto tiempo y por más que quiso escapar, su destino tocaba a la puerta recordándole nuevamente quien era y cuál era su lugar y su trabajo en el mundo.

—Athena —susurró levantando la vista hacia la ventana donde la luna se colaba tímidamente entre los vidrios.

El tiempo había pasado a gran velocidad, como un murmullo llevado por el viento, apenas podía recordar cuando entre sollozos se enteró de su linaje. La niña mimada, la nieta consentida de Mitsumasa Kido era la elegida para ser en esa era Athena, la diosa protectora de la tierra. ¿Estaba ella preparada para eso? No hubo un solo día en que no se hiciera esa pregunta, la respuesta siempre era la misma: 'No'. ¿Tenía el poder y la fuerza para enfrentar las amenazas? No, nunca lo tuvo. Fueron ellos quienes la tuvieron y quienes al final se sacrificaron para que ella pudiera estar allí delante de su ventana en la comodidad de su mansión.

Athena no era más que una parodia en su miserable vida.

El Santuario, apenas era un recuerdo de una época muy lejana que pretendía dejar atrás, algo oscuro y oculto que no debía salir nuevamente a la luz, pero aquella noche, todos esos recuerdos olvidados empezaban a tomar fuerza y reclamar con furia su lugar sobre la tierra.

Los dioses te reclaman tu falta —escuchó decir dando un ligero salto descubriéndose sola en aquella habitación. ¿De quién era esa voz?

«Los dioses te reclaman tu falta» Se repitió mentalmente. Su falta, aquella afrenta, aquel acto del que no tenía derecho. Ella y sus guerreros enfrentaron las batallas más crueles, sangre de hermanos corría entre los dedos de cada uno, y cada uno cayó donde los dioses les condenaron a un castigo eterno. ¿Era justo permitirles que jugaran con sus santos como simples fichas de ajedrez? La tierra estaba libre gracias al sacrificio de ellos, ¿y qué haría ella?

Sin Escape V.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora