15. Luchar hasta el final

6 0 0
                                    

Indonesia – Halmahera – Monte Ibu

Los tres hombres miraron a su imponente enemigo. Fayna el señor del fuego era increíblemente fuerte y a pesar de haber recibido  tres aguijones de la Aguja Escarlata y el poder combinado de Hyoga y Camus, el guerrero seguía ahí parado delante de ellos sin el menor daño. Por su parte, los santos de Athena se sentían agotados, sus armaduras estaban levemente destrozadas y varias partes de sus cuerpos ardían por el impacto del fuego en su piel. El magma estaba cada vez más denso y el calor había aumentado considerablemente, por lo que se sentían asfixiados, les costaba respirar y sus gargantas dolían.

Y todo esto se debía a que el poder de Athena había dejado de fluir por cada rincón del mundo, aquel aura que purificaba sus cuerpos, y de cierta forma reducía la destrucción de sus enemigos ya no les protegía. A lo lejos podían sentir el cosmos de su diosa amenazante debido a que la deidad de la guerra peleaba con todas sus fuerzas. Depender de su diosa ya no era una opción, cuando el cosmos de Athena dejó de cubrir el mundo, los desastres naturales cobraron más fuerza, así que no tenían más alternativa que destruir cuanto antes aquel hombre de gran estatura que hacía que el volcán rugiera con tanta rudeza. De no apresurarse, Halmahera y toda Indonesia quedarían completamente consumidas por el fuego.

—¿Se rendirán, santos? —rugió el hombre de armadura color zafiro.

—¡Nunca! —expuso Milo dispuesto a dar toda la pelea que pudiera.

—No existe nada que puedan hacer ante mi poder magnánimo, soy mucho más fuerte que ustedes, quienes están más muertos que vivos, ahora solo son simples cadáveres andantes.

—Te mostraremos de lo que somos capaces, porque jamás nos rendiremos —soltó Hyoga—. ¡Nosotros te venceremos!

El poder del Cisne empezó a aumentar de una forma impresionante, a su lado tanto Camus como Milo quedaron asombrados ante la gran fuerza del santo de bronce, su determinación y valor impregnó el cosmos de los dos guerreros de oro, quienes al no poderse quedar atrás hicieron exactamente lo mismo. Pelearían por cada persona en el mundo, pelearían por sus familiares y amigos.

—¡Arde! —gritó Camus.

—¡Ruge! —espetó Milo.

—¡Explota! —bramó Hyoga.

—¡Cosmos! —exclamaron los tres en unísono.

Portugal — Lisboa

El violento cosmos de Ikki se percibía fuerte y amenazante, aunque Barcha se sentía superior, no pudo evitar pensar que aquel hombre de mirada penetrante le daría demasiados problemas, por lo que se pidió mentalmente ser cuidadoso con aquellos guerreros. Miró de uno en uno pendiente a sus movimientos, si era lo suficientemente ágil no le tomaría mucho tiempo acabar con su enemigo. Se había tomado mucho tiempo analizando la situación, y fue consciente de ello hasta que percibió el cosmos embravecido de los tres hombres en frente, por lo que se dio cuenta que no podía darles mucha ventaja.

—¡Océano Celeste! —pronunció en un susurro, mientras que tras él una gigantesca ola se materializaba.

Con una rapidez abrumadora el río a su alrededor cobró vida, el agua recorrió el camino directo hacia los santos con rudeza, engullendo a los tres guerreros dentro de su manto acuático. Sin poder hacer nada, los tres hombres se vieron atrapados dentro de la técnica lanzada por Barcha, y como un océano se extendía sin dejarlos respirar, cada vez que intentaban salir a la superficie, el agua los arrastraba nuevamente hacia al fondo. 

—¡Puño del Fénix! —manifestó Ikki haciendo gala de su gran poder, con gran precisión logró destruir la técnica de su adversario.

—Gracias, Ikki —expresó Aioros tosiendo—. Un poco más y hubiéramos muerto ahogados.

Sin Escape V.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora