4. El Arquitecto

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Sevilla – España

Lograr un puesto en la firma de arquitectos Fabra para Hyoga no fue tarea sencilla, el proceso de selección fue tedioso y para ese entonces él aún vivía en Siberia, así que tuvo que pagar estadía en un hotel de España mientras finalizaba el proceso y después de tanto esfuerzo recibió la gran llamada. Sabía que aceptar dicho puesto era algo por lo demás inesperado, significaba dejar muchas cosas atrás: su hogar y sus amigos, pero nada de eso se comparaba a la gran alegría que le provocaba poder trabajar con aquel que tanto admiraba. Su hogar estaría donde él estuviera, al igual que el recuerdo de su difunta madre y la tecnología reduciría en lo posible la distancia con sus amigos.

Ahora, tres años después, Hyoga caminaba por los largos pasillos del edificio. Sus pasos eran pausados, pero firmes y a pesar de su entusiasmo y soberbia, aún le causaba mucha ansiedad el encontrarse cara a cara con el señor Fabra. El señor Fabra era un jefe talentoso, amable, carismático y muy comprometido, nunca se mostraba por encima de nadie, y desde que Hyoga había ingresado a la compañía le trató como a un igual pese a su inexperiencia, era por ello que a pesar del tiempo aquel hombre de nacionalidad española lo ponía nervioso y lo alteraba cada vez que lo llamaba a su despacho. Ese día no era la excepción, aunque Hyoga procuraba mantener la compostura no podía negar que internamente estaba muy ansioso.

—Buenas tardes —saludó Hyoga. El hombre adentro tenía su silla de espalda a la puerta y conversaba por teléfono con quien parecía era un amigo.

—De acuerdo, te llamaré más tarde para saber qué razón me tienes —comentó el señor Fabra al reparar en el ruso, acto seguido dio fin a la llamada—. Hyoga, que bueno verte, por favor, toma asiento.

—Lamento mucho haber interrumpido su conversación, señor Fabra —se disculpó el más joven.

—No interrumpiste nada. Y deja de llamarme señor Fabra. Ya te he dicho que me haces sentir viejo. 

—Disculpe señor Shura.

—Por favor, Hyoga. Nada de: señor Fabra, ni señor Shura. Nada de eso. Llámame Shura, solo Shura.

—De acuerdo se... Shura.

—Mucho mejor. ¿Cómo has estado? 

—Muy bien.

—¿Sí? ¿Cómo te has sentido aquí en la compañía y en la ciudad? 

—Excelente, me siento muy cómodo acá. Bueno, ya son tres años. Debería estar cómodo.  

—No necesariamente —sonrió en lo que Hyoga le dio la razón.

—Pero sí estoy cómodo. No sólo por el tiempo que ha pasado, sino por todo en general.

—Que bueno. Estuve revisando los diseños que propusiste para el proyecto de los García…

—Señor no era mi intención ser imprudente, yo...

—¿Cuál es tu problema, Hyoga? ¿Por qué insistes en disculparte por todo? No has hecho nada malo.

—Señor, es que a mí no me pidieron involucrarme en ese proyecto, y yo...

—Y tú hiciste un excelente trabajo. Fue el mejor acto de imprudencia que pudiste cometer. Los diseños son perfectos, muy buenos de hecho. Sabía que tenías gran potencial cuando te contraté, y me alegra no haberme equivocado.  

—¿Entonces no está molesto? 

—Todo lo contrario. Quiero que trabajes en este proyecto, y quiero trabajar con tus diseños.

—¿Cree que es lo correcto? 

—Por favor, no soy el jefe sólo por ser bonito. Reconozco un buen trabajo cuando lo veo. 

Sin Escape V.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora