14. Temor

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Villa Rodorio

Un infierno se había desatado en aquel pequeño lugar, la tierra ardía y las personas gritaban y corrían por sus vidas, el desespero recorría aquel pueblo. Una joven madre corría tan rápido como podía con sus dos pequeños hijos, a donde quiera que sus ojos se guiaran sólo había destrucción y muerte. Apretó las manos de sus retoños con fuerza dispuesta a salir como fuera de aquel valle de sangre, pero no encontraba forma alguna de escapar, sus hijos a su lado lloraban y ella por más que les dijo que todo estaba bien, no encontraba paz ni nada seguro.

Un animal gigante de extraña apariencia se plantó frente a los tres, ella instintivamente llevó a sus dos pequeños hacia atrás dispuesta a pelear contra aquella horripilante criatura. La mujer miró aquel ser extraño, viendo cada una de sus facciones realmente grotescas. Era un hibrido, o eso le pareció, tenía el torso de un hipopótamo, larga cola de un reptil y la cabeza y melena de un león, su mandíbula alargada y estrecha estaba dotada de una afilada dentadura como la de los cocodrilos.

—¿Qué es esa cosa mamá? —preguntó el más pequeño, pero antes de que la mujer pudiera pronunciar palabra alguna, la criatura se lanzó con tanta velocidad hacia ellos.

La mujer abrazó a sus hijos con fuerza, el fin había llegado, era consciente de que no lograría detener a aquel ser, y que no salvaría a sus pequeños, así que sólo esperó lo inevitable. No supo cuánto tiempo tuvo cerrados los ojos, pero se sorprendió a sí misma que aún siguiera viva, miró hacia su alrededor aún con los niños en sus brazos, y se vio asombrada porque ya no estaba en la Villa de Rodorio.

—Señora —la llamó un joven pelirrojo que la tenía entre sus brazos—. Tiene que irse. —La mujer lo miró extrañada—. Allá —señaló hacia un navío—, estamos sacando a todos los que podamos. Vamos, dese prisa.

Y la mujer emprendió la carrera con sus dos pequeños reconociendo el lugar, estaban en el puerto. 

—Espere —le gritó al joven—. ¿Quién es usted?

—Soy Kiki —le contestó con una sincera sonrisa—. Ahora váyase.

La mujer asintió en agradecimiento y se marchó. El joven Lemuriano volvió a teletransportarse a Rodorio justo en el lugar donde había salvado aquella madre con sus hijos, pero la criatura que casi los mata no estaba por ningún lado.

—¡Maldición! —masculló molesto.

Sabía y era consciente de que no podía dedicarse únicamente a transportar personas hacia el puerto, porque en cualquier momento los seres que atacaban la villa irían tras los sobrevivientes, así que era necesario detenerlos allí para darle espacio a los lugareños de escapar. Sí todo iba bien, Conny y las demás chicas evacuarían a todos los que pudieran, por lo que el trabajo de Kiki no era otro que detener al enemigo. Corrió por las calles destruidas del lugar en busca de aquella peculiar criatura, su carrera se detuvo al ver aquel espeluznante animal devorando a un pobre hombre.

—¡Detente! —gritó, pero era demasiado tarde, el pobre sujeto ya estaba muerto.

La criatura bramó extrañamente y Kiki no supo con qué animal identificar aquel horripilante ser.

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Sin Escape V.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora