6. Emergencia

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Londres – Inglaterra.

Era una tarde soleada y las personas pasaban tranquilamente su día en sus actividades de rutina, Aioros necesitaba un poco de paz ese día, era mucho pedir debido a su trabajo, pero podía sobrevivir con ello, sin embargo, soportar a Aioria era otra historia, una historia imposible de digerir, afortunadamente, la alarma de la estación de bomberos se disparó con potencia, y él como el jefe de la unidad debía correr atender el llamado.

— Sí, Aioria, le preguntaré a todos por decimo tercera vez —dijo al teléfono donde su hermano menor estaba colapsado por las invitaciones a la boda—. Me tengo que ir. Te llamo después.  —Al otro lado de la línea Aioria no pudo ni siquiera despedirse.

La unidad de bomberos terminó de ponerse rápidamente sus uniformes y en segundos ya estaban todos en los camiones. 

—¿Dónde es el suceso? —preguntó Aioros por la radio tomando su lugar.

—En la calle Westminster Bridge —contestó una chica—. Un incendio. Las personas de los primeros pisos lograron evacuar, pero los que se encuentran arriba del piso sexto aún siguen atrapadas.

Los vehículos emprendieron la marcha a todo lo que daba, sus sirenas avisaban a los transeúntes y conductores despejar el camino. La calle Westminster Bridge estaba alborotada de gente, uno de los edificios más grandes de esa zona ardía en llamas. Los bomberos empezaron hacer su trabajo, tenían que despejar el área para poder ingresar y sacar a las personas que aún se encontraban atrapadas.

—¿Cuántas personas hay dentro? —preguntó el capitán a un hombre quien parecía ser el dueño del lugar.

—Hay tres apartamentos por cada piso. Ignoro cuanta gente estaba en sus casas a esta hora.

—¿Quién puede decirme cuantas personas hay en el interior? —preguntó Aioros molesto, necesitaba una respuesta concreta.

—Tal vez nueve —contestó una anciana—. Seis en el séptimo piso: tres niños, un anciano… —se detuvo para pensar por un momento—.  En el noveno dos chicas, no las vi salir esta mañana, no recuerdo haber visto tampoco al señor Gibbs, él está en el onceavo piso.

—Muchas gracias señora —ofreció Aioros, la información había sido un poco vaga, pero tenía algo más concreto—. Chicos, necesito a uno de ustedes en el noveno piso, tal vez haya dos chicas allí; otros dos en el piso once. Como es uno de los más altos necesito que estén muy atentos y de ser posible revisar los tres pisos restantes…  Liam, Arnold, ustedes dos vienen conmigo. En el séptimo piso hay tres niños, un anciano y dos personas más. Harold, tu revisa los pisos del primero al sexto. Escuchen, a la menor alerta de peligro, no duden en evacuar el edificio. ¡Vamos!

Los miembros de la unidad acataron como se les ordenó, en lo que Aioros llegó al séptimo piso donde pudo escuchar un llanto infantil. Un hombre de cabellera castaña intentaba inútilmente tumbar una puerta a patadas.

—Señor tiene que salir de aquí —le indicó Aioros

—Hay tres niños en ese apartamento, tenemos que sacarlos.

—¿Cuál es su nombre?

—Adam.

—Adam, ha hecho usted un buen trabajo, ahora tiene que retirarse. Estamos acá para ayudar. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —comentó el hombre mientras era escoltado por Liam a la salida—. Escuche, también hay un señor de edad en el apartamento 701. Está sordo.

—Los sacaremos a todos, no se preocupe. —Aioros se despidió mientras se cercioraba que era seguro abrir la puerta—. Arnold, encárgate del anciano del 701, yo saco a los niños.

—Pero Aioros, dicen que son tres, no podrás con todos —protestó su compañero.

—No discutas, sólo hazlo.

Aioros logró tumbar la puerta mientras que Arnold hacía lo mismo del otro lado. El lugar estaba completamente en llamas y ennegrecido por el humo, por lo que Aioros no podía ver a ninguna persona dentro.

—¿Hay alguien aquí?

—Por favor, ayúdenos —gritó una voz de mujer proveniente del baño.
Cuando Aioros entró pudo ver a una joven de cabellos negros sumergida en una bañera con sus tres pequeños a quienes aferraba con todas sus fuerzas.

—Tenemos que salir —demandó él donde la mujer asintió aliviada, acto seguido Aioros tomó a dos de los niños y le pido a la joven levantar al más pequeño y caminar delante de él—. Tenga mucho cuidado el suelo pude colapsar. —Un fuerte crujido se escuchó por toda la habitación, Aioros empujó a la mujer lejos de una columna que se vino abajo quedando él del otro lado—. ¡Tiene que salir de aquí ahora! —gritó.

—¡No sin mis hijos! —acató la pelinegra.

—¡Capitán! —llamó Arnold—. El anciano ya está a salvo, yo te ayudo con los niños.

—Sí, gracias —contestó Aioros aliviado al ver a su compañero.

Arnold hizo a un lado a la mujer para recibir a los niños, pero cuando quiso tomar al segundo infante el suelo colapsó llevándose a Aioros y al pequeño en el camino.

—¡Capitán! —gritó Arnold, mientras la mujer se ponía totalmente histérica temiendo lo peor.

—Estoy bien —contestó el griego, quien se sostenía de una de las partes del suelo que no se desplomó—. Necesito que recibas al niño.

—Sí. —Arnold se subió sobre la columna para poder contemplar a su capitán quien se sostenía de una mano y con la otra sujetaba al infante. Cuando Arnold logró atrapar al pequeño, Aioros cayó—. ¡No!

Arnold tomó a los chiquillos y sacó a la mujer del apartamento con rapidez. Debido al humo no pudo ver si Aioros estaba bien. Bajó lo más rápido que pudo y le gritó a su compañero:

—Harold, el capitán cayó, está en el sexto piso, búscalo.

—¡Sí! —contestó éste sin tan siquiera pensarlo buscando a su líder con afán y atención—. ¡Capitán, ¿dónde estás?!

—Por acá —escuchó decir. Harold corrió de inmediato y vio al joven griego acurrucado a un lado del apartamento—.  Creo que me enterré un pequeño clavo.

—¡Oh, cielo santo! Eso se ve horrible —exclamó alarmado el otro viendo como una escarpia bastante grande había atravesado el guante y la mano de Aioros.

—Creo que voy a morir. Vete, déjame aquí, voy a morir —exageró logrando que Harold sonriera un poco.

—Es un pequeño hueco, se curara pronto. Vamos, hay que salir.

—No vale la pena vivir, no seré el mismo después de esto —exageró aún mas, en lo que su compañero lo levantaba por los hombros.

—Ya deja el escándalo, capitán, vas a estar bien.

Harold y Aioros fueron los últimos en salir del edificio mientras los otros intentaban apaciguar el fuego. Más de una hora estuvieron en la engorrosa tarea hasta que por fin el incendio cesó y los heridos fueron llevados al hospital.

—Capitán, todo asegurado —dijo Arnold en lo que Aioros era atendido por una de las unidades de paramédicos.

—Perfecto —contestó el griego en lo que terminaban de vendarle la mano—. ¿Voy a sobrevivir, June?

La linda paramédica de cabellos rubios sonrió ante la pregunta, para luego contestar con ternura:

Sin Escape V.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora