11. Dolor

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Estaba ahí, otra vez, escondido tras sus pensamientos, estaba ahí, oculto, asechando nuevamente.

—No sabes el daño que estás causando —dijo angustiado—. Los estás hiriendo a todos.

—No te veo muy dispuesto a detenerme —pronunció él con voz cínica—. Creo que disfrutas de todo esto.

—Te equivocas, jamás disfrutaría de este infierno.

—Eres un maldito hipócrita. Gustas del dolor ajeno, te excita, lo disfrutas, no lo niegues. No he llegado hasta aquí sólo porque seas débil. No, es porque tú también lo deseas, porque te agrada. Te agradó matar a tu hermano y te agradó matar a tu padre, y te agrada ver a la gente morir. Eso es lo único que hay en ti: muerte. Todo lo que amas muere y amas verlos morir.

—¡Te equivocas, te equivocas!

—Dime, Saga, si las cosas no son así, ¿por qué no haces algo para cambiarlo? ¿Por qué permites que siga haciendo daño? ¿Por qué me dejas vivir en ti? Han sido 13 años, 13 años. No se trata de cobardía, ni de debilidad, se trata de satisfacción, te gusta, no lo niegues. Ambos seremos reyes, lo sabes. Amas el poder y no harás nada para detenerme, Saga…

—¡Basta! —gritó Géminis sintiéndose mareado.

—Amor, ¿estás bien? Fue ese sueño otra vez.

—¿Sarah? ¿Un sueño?

Saga bajó la cabeza tratando de ordenar sus ideas, aquello no era un sueño, era un recuerdo que llegaba a su mente en momentos de completa calma y después de tanto tiempo entendía quien era aquel que le susurraba y carcomía el alma. Era él…

—Ya sé porqué tengo ese sueño.

—¿Por qué? —quiso saber ella mirándolo con dulzura.

—Es sobre algo del pasado, sobre el Santuario —suspiró en lo que su recuerdos más recientes empezaban a llegar—. ¿Dónde estoy?

—En la enfermería. Estabas muy mal, creí que morirías.

—¿Mis hermanos? ¿Athena? ¿Cómo están todos?

—Todos estaban muy mal —explicó la pelinegra mientras ponía paños de agua tibia en la frente del guerrero—. Mu salió de la enfermería hace un par de horas, Kanon hace como quince minutos, se levantó y se fue sin esperar a que el doctor le diera la orden. Aún hay seis en este lugar. Escuché a las enfermeras decir que esa mujer que llaman Athena, Julián y la otra chica, están muy delicados.

—¿Por qué?

—Dicen que sus esfuerzos por mantenerlos vivos fueron excesivos. Parece que gastaron mucha energía, pero se repondrán, te lo aseguro.

—Debo irme, si los dioses están delicados el Santuario es vulnerable. —Saga intentó levantarse, pero su fuerza se fue y nuevamente cayó sobre la almohada.

—Cariño, por favor, tienes que descansar —pidió preocupada—. Muchos ya están de pie y se veían bien cuando salieron de acá. Ellos se encargarán de cualquier eventualidad. Tú descansa.

—No es sencillo.

—Lo sé hombre, pero no estás en condiciones. Tampoco es que seas de mucha ayuda así.

—Gracias por subir mi ánimo, amor.

—Con gusto, ahora iré a ducharme y regreso en una hora. No quiero llegar y no encontrarte.

—Hablas como una madre preocupada por su hijo.

—Hablo como una mujer que ama a un hombre y no quiere que nada malo le pase.

Sin Escape V.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora