Aromas

366 40 35
                                    

Ukyo pudo descifrar como el mentalista había abandonado el lugar que lo tenía cautivo, tampoco había sido tan difícil de entender que el omega forzó una ventana pequeña que daba al exterior, aunque la altura de donde había caído era importante. El omega no parecía haberse lastimado o simplemente era ignorante hacia el daño. 

El omega se arrastra en su dirección, había olvidado por un instante que estaba ahí. Mira desde arriba al omega; tiene una expresión suplicante, pero denota un gran cansancio y su cara está enrojecida, tiene una marca negra que asemeja una boca que nacía en su ojo izquierdo y recorría toda su mejilla. Continuó observando su ropa, desarreglada, únicamente un Juban color arena debajo de un kimono púrpura claro que dejaba totalmente desprotegido su cuello y descubierta su clavícula. No llevaba pantalones ni zapatos, y no quería pensar demasiado en su ropa interior.

Increíblemente, el alfa seguía en sus cinco sentidos, no sabía por cuánto tiempo, pero por ahora todo iba bien.

 Estiró sus brazos hasta las axilas del omega y lo sostuvo para ponerlo de pie, el omega se dejó hacer entre suspiros y jadeos. La presencia de un alfa lo alteraba en demasía. Ni bien estuvo en pie, se lanzó a los brazos del alfa, abrazándolo y recorriendo con sus manos algo desesperado el pecho, hombros y espalda de este, esparciendo sus feromonas sobre él. 

Ukyo soló sonrió y apoyó su mano izquierda en el cabello del mentalista.

—Ya, Ya, Gen —Dio pequeñas y suaves caricias en la cabeza del otro con su mano— ¿Qué te parece si volvemos adentro? ¿Mh?

No esperó una respuesta, sabía que Gen no iba a poder modular o entender algo de lo que dijera, estaba concentrado en otras cosas ahora. Pero Ukyo necesitaba distraerse un poco del dulce olor que emanaba el otro.

Aprovechó la cercanía y cargó a Gen como un caballero para dirigirse hacia las escaleras de la caseta. Gen acercó su nariz al cuello del otro individuo, se restregaba en este y se deleitaba con su hipnotizante aroma. No podía tener a su omega interno más feliz. Se emocionó tanto que empezó a trepar arriba del alfa, para estar a la altura en donde podía chupar y morder el exquisito cuello. 

—Gen, no muerdas —demandó el alfa cuando sintió que el otro se estaba aprovechando demasiado de él— Es una orden— Ukyo miró la casa en lo alto a los pies de la escalera, con Gen en brazos. 

El bicolor obedeció la orden, dejó de morder y seguía haciendo lo del inicio, deleitarse con el aroma y acurrucarse en el cuerpo del otro.

Con un poco de esfuerzo, Ukyo logró subir hasta la casa con Gen refregándose e intentando seducirlo en su brazo y sobre su hombro. 

—Gen, detente. Voy a enojarme en serio —gruñó a el omega que tironeaba la tela de su espalda, intentando despojarlo de esta—.

Lo acostó delicadamente en el suelo y se dirigió a la ventana por donde el omega había escapado antes, pudo escuchar a sus espaldas un quejido de molestia. Acomodó la ventana y se dio vuelta para observar a Gen y, de paso, la habitación en general. No era muy espaciosa y se encontraba bastante desordenada en definitiva. Observó las comidas de los días anteriores, completamente intacta a excepción del agua.

Estaba por cerrar la puerta cuando unos pasos rápidos se acercaron y lo tumbaron en el piso duro de madera. había caído de espaldas y Gen sobre él, con los brazos estirados, uno a cada lado de su cabeza. Su corazón bombeaba sangre como loco y sus mejillas se ruborizaron al ver al omega encima suyo.

Se sentó en el suelo pero el omega permanecía sobre él, en su regazo. La fricción que empezó Gen contra sus caderas y el claro gemido que soltó después hizo que la mente de Ukyo diera un corto-circuito. 

Dᴇsᴘᴇʀᴛᴀʀ ᴏᴍᴇɢᴀ [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora