Narra Tehuel
Me senté en el banco del patio y abrí el paquete de galletitas que me había dado mi mamá antes de entrar. Hoy Juanma faltó al colegio y parecía que Vicente y Mili no se juntaban si no era con él, así que tenía excusa para estar solo, o al menos para no tener que juntarme con ellos. Miré el patio, algunos venían a hablarme de a ratos, pero se iban rápido.
—¿Te abandonaron?
Elías se sentó al lado mío como hacía yo siempre.
—Sí, parece. No me molesta, igual. —Le acerqué el paquete de galletitas—. ¿Querés?
Agarró una y empezó a comer conmigo.
—¿Querés venir con los chicos? Hablé con ellos para que no se pongan celosos.
—¿Se ponen celosos cuando te robo? —Me reí.
—Un poco. Ayer se enojaron cuando jugué en el equipo de Juanma.
—Entonces no te puedo pedir que te juntes con nosotros.
—Me van a odiar, son mis amigos de toda la vida.
—¿Sí?
—Nos conocemos desde jardín. —Se giró para mirar el patio techado—. ¿Vamos? Adentro están los chicos.
Asentí, los dos caminamos y fuimos adentro, al costado del escenario, sentados en las escaleras de madera estaban Matías y Tomás. Los dos nos miraron, pero esperaron que nos acercáramos para cambiar la cara. Al menos ahora parecía que no me querían matar por robarme a su amigo o por hacerlo jugar en el equipo de un chico que no les caía bien. Elías y yo nos sentamos en un escalón abajo del que estaban ellos sentados, no entrábamos los cuatro en el mismo. Les pasé el paquete de galletitas mientras hablábamos de videojuegos, aunque terminamos hablando de youtubers y streamers que nos gustaban. Cuando el timbre sonó, salimos a formar para ir al aula sin dejar de hablar. Tomás y Matías ya no parecían enojados conmigo por estar más tiempo con Elías. No podía decirles que el que mejor me caía de los tres era él, no porque Matías y Tomás fueran malos o no me cayeran bien, pero Eli me llamaba más la atención. En el aula me terminé cambiando de lugar al asiento vacío al lado de Mati. Los tres hablaban bastante, no sabía cómo podían entender lo que había que hacer. Después, cuando la seño nos dejó las actividades, Mati y yo nos giramos para hacerla con Eli y Tomi. Mientras resolvíamos los problemas, saqué un chicle, lo abrí y me lo metí a la boca lo más rápido que pude, los tres me miraron con una sonrisita como si nunca hubieran hecho eso. Mastiqué el chicle para sacarle el juguito que tenía adentro, era un poquito ácido, era mi favorito.
—¿Cómo hacés para que no se te note?
—Lo mastico al principio lo más que puedo y cuando ya está blandito, me lo dejo en la boca nada más hasta que salimos al recreo o de la escuela.
Los tres se miraron con una sonrisita antes de mirarme de nuevo pidiéndome chicle, por suerte, mi mamá siempre me compraba, así que tenía varios. Les di uno a cada uno, hicieron lo que les había explicado, aunque al primero que descubrieron fue a Tomi. A él parecía que le gustaba seguir mucho las reglas, que no era de hacer cosas malas en la escuela para que la seño no lo retara. Nosotros tres nos reímos mientras lo obligaban a tirar el chicle.
—Los odio.
Dijo sentándose, nosotros no pudimos aguantar la risa haciendo que nos retaran también, nos miramos entre nosotros obligándonos a callarnos para que la seño no se siguiera enojando. Seguimos haciendo la tarea intentando no distraernos mucho, Eli me contó que no le gustaba quedarse con cosas para hacer en su casa, que prefería terminar todo rápido y en el cole. A Tomi tampoco le gustaba. Mati era al que menos le gustaba hacer tarea en la escuela o en su casa, normalmente le copiaba a sus amigos para poder entregarla. Cuando terminamos, Eli se puso a dibujar, me quedé mirándolo, lo hacía bien.
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Chicle sabor frutilla
Romance¿Cómo olvidar aquel primer pinchazo de amor? Este mismo es el que experimentarán Elías y Tehuel mientras se conocen en el quinto grado del primario. Su amistad empieza a hacerse cada vez más íntima hasta que el pinchazo en ellos se vuelve insoportab...