Capítulo 29

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Narra Elías

Cuando mamá volvió a subir a casa, la miré, ella me miró también, tenía la cara seria, seguro que ahora me iba a retar. Se sentó en la mesa del comedor y se me quedó mirando. Me acomodé en el sillón, donde me había sentado cuando se fue. Estaba nervioso y tenía miedo de lo que me podía decir. Tenía miedo de no poder ver a Tehuel de nuevo. ¿Y si me castigaba para siempre? Nos quedamos callados mientras mi hermano se dedicaba a tratar de molestarme gritando y tirándome algunos de sus juguetes. Respiré profundo, me levanté y me fui a mi cuarto. Escuché a mamá retar a León y a Sofi llorar, seguro mi hermanito hizo algo, al ratito empezó a llorar León también. Les dejé de prestar atención rápido, no podía dejar de pensar en Tehuel, no sabía cómo lo iba a mirar mañana en el colegio. Me senté en la cama, ya no podía escuchar nada, pero estaba seguro que mamá seguía retando a León por algo. Escuché pasos en el pasillo antes de volver a escuchar a mi hermano llorar, se lo llevaron a su cuarto. Mamá no iba a estar contenta cuando viniera a mi cuarto. Esperé hasta que terminaron de retarlo, después escuché a mamá pasar de vuelta al comedor. Un rato después, volví a escuchar pasos y la voz de papá, él ya había vuelto a casa, seguro que mamá quería que me castigara él. Los dos entraron a mi cuarto, los miré, mamá se sentó al lado mío mientras papá cerraba la puerta.

—Bueno, Eli. ¿Nos querés contar algo? —dijo mamá, yo nada más negué con la cabeza—. Elías, te vi besando a ese nene.

—Xime, no lo presiones —dijo papá—. Podés decirle, Eli, no va a pasar nada.

Lo miré y después miré a mamá, ella estaba seria, hasta parecía enojada. Me daba miedo decirle la verdad, no quería que me retara o no me dejara ver de nuevo a Tehuel. Papá se sentó en la cama al lado mío y me pasó la mano por la espalda, después por el pelo.

—M-me gusta Tehuel...

Dije bajito, pero parecía que ella había escuchado. Sentí vergüenza y miedo, mamá estaba callada mirándome como si no me conociera. Se levantó de la cama y salió del cuarto. Miré a papá, él se quedó mirando a la puerta, después me miró, sonrió, me dio un beso en la frente y se levantó para salir. Me quedé solo de nuevo. Me encerré antes de empezar a llorar intentando no hacer ruido, no sabía qué iba a pasar después, no sabía si mamá estaba enojada o si iba a volver a ver a Tehuel. Me sentía mal, sentía que podía llorar toda mi vida. Me acosté dándole la espalda a la puerta, cerré los ojos sintiendo que las lágrimas me caían y mojaban mi cara y la frazada. Me hice bolita abrazando mis piernas, no quería hacer mucho ruido para que no me vieran llorar.

No sabía cuánto tiempo pasó, cuando escuché que alguien entraba en mi cuarto, me senté, mamá me miró, tenía una bandeja en las manos con dos platos, dos vasos y cubiertos. La dejó en la mesa de mi escritorio, agarró uno de los platos para dármelo, después me dio un tenedor, miré el plato, milanesas con puré, sabía que era mi comida favorita, había cortado la milanesa como si fuera para mi hermanita. Pinché uno de los pedacitos y lo comí, en realidad no tenía hambre, pero mamá lo había hecho por mí.

—No quería que lloraras, Eli —dijo después de un rato—. No estoy enojada, ¿sabés? No hiciste nada malo, pero me tomaste por sorpresa, pensé que iba a enfrentarme a estas cosas cuando fueras más grande.

Puso un pedazo de milanesa en la boca y me miró. Me quedé callado sin saber qué responderle, no sabía si estaba enojada o no. Suspiré con miedo a decir algo y que terminara castigado. Ella se me quedó mirando un ratito y volvió a hablar:

—Me hubiera gustado que me lo dijeras antes, Eli. Que confiaras en mí.

—N-no sabía cómo hacerlo...

Miré mi plato, no había comido nada más, la comida se estaba enfriando, pero por primera vez no me retaban por eso. La escuché levantarse, se acercó a mí y me pasó la mano por el pelo, después me sacó el plato.

Chicle sabor frutillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora