[ 𝙌𝙐𝙄𝙉𝘾𝙀 ]

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Viernes por la tarde y me encontraba tirado en el sofá escuchando canciones de “Sleeping At Last” para deprimirme aún más, estuve toda la semana evitando las preguntas del rubio, amenazando al falso gurú, escondiéndome de las porristas, sintiendo algo de náuseas al ver al entrenador y creo que ya no podré ver a ese hombre de otra manera sin escuchar en mi mente sus gemidos de fondo. Por otro lado, me salvé de ser suspendido una vez más y eso fue gracias a que nadie me vio encender la alarma de incendios, supongo que el alboroto que hubo me ayudó a pasar desapercibido. La paz fue interrumpida al escuchar el ruido de la puerta abrirse, era mi hermanastro que acababa de llegar de su entrenamiento.

Él se acercó cruzándose de brazos y viéndome fijamente.

—¿Qué te pica? —pregunté acurrucándome entre los cojines.

—Nunca te vi tan…

—¿Deprimido? —lo interrumpí— Sabes que las personas bellas también nos deprimimos, Minho.

—Tan destruido —me corrigió—, ósea mírate, pareces un vagabundo o algo que se asemeja bastante a un estropajo.

—¡Oye!

—Estás todo mugriento, despeinado e incluso hay restos de comida en tu rostro —insistió haciendo una mueca de asco.

—¡Ya entendí! —dije soltando un suspiro— ¿Y tú de qué pozo se supone que saliste?

Me observó ofendido por mi comentario.

—Pareces un canario todo desplumado y sudado —comenté viéndolo de la cabeza a los pies.

—Tus palabras son muy hirientes —me dio un empujón para que me apartara y pudiera sentarse en el sofá—, pero sé que no estás de buen humor y sólo salen mentiras de tu sucia boca por esa razón.

—Lo hubiera dicho de todas formas —sonreí.

—¡Hyunjin!

—Está bien, siento de todo corazón que… —le lancé un cojín— Parezcas un pollo desplumado.

—Maldito estropajo —comenzó a golpearme con el almohadón.

—Ya, ya detente —cubrí mi cuerpo con los brazos—. Lo siento, lo siento.

Minho se detuvo y volvió a recostarse en el sofá.

—Bien, ahora dime la razón de tu miseria.

—Estoy en mis días… —suspiré abrazando mi manta—, aquellos en los que nada tiene sentido y únicamente quieres que la tierra me trague hasta desaparecer por completo.

—¿Qué diablos sucedió para que estés en esos días? —preguntó con curiosidad.

—Mmm… —le di unas palmaditas en el hombro—, quizás algún día te lo cuente, aunque por el momento será un secreto que me llevaré a la tumba.

—Entonces, lo único que puedo decirte es que no te preocupes —sonrió poniéndose de pie—, tendrás días peores.

—Gracias por tus alentadoras y sabias palabras —asentí.

—De nada —caminó hacia las escaleras, pero se detuvo antes de llegar y se volteó —. Por cierto, hay una fiesta esta noche y si quieres te puedo pasar la dirección para que vayas a distraerte un poco con tus amigos.

—No lo sé —dije inseguro.

—Piénsalo, necesitas divertirte y también te ayudará a despejar tu mente.

Dos horas pasaron de aquella charla y ahora estaba parado frente al espejo mientras terminaba de arreglarme, no me veía tan mal, o al menos, no como me sentía. Tenía algunas ojeras y mi cabello seguía desaliñado a pesar de la ducha que había tomado, sin embargo no era nada que no pudiera arreglarse con un buen peinado y un poco de maquillaje. Los chicos pasarían por mí en media hora, así que tenía que apresurarme.

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