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—Perdona, ¿puedo hacerte una entrevista?

—¿A mí? ¿Y eso por qué? ¿Quién eres?

—Me llamo Benjamín, Ben para los amigos.

Él extendió su mano esperando, enseguida le ofrecí la mía. Desconfiaba un poco.

—Soy Leila.

—Lo sé, ya te vi por los pasillos. Sabía de ti por una chica de mi clase.

—¿De mí? Pues suelo relacionarme poco.

—Soy de segundo curso, y tengo que realizar una encuesta a los estudiantes que prefieren la lectura para saber cuánto tiempo invierten en ella. Otra a los que prefieren el deporte y, por último, a los que se inclinan por otras actividades.

El tal Ben sonrió y luego levantó su ceja izquierda.

—¿No podías haber elegido a otra chica de las que hay por aquí?

—No, eres la única de por aquí que suele leer. Las demás están vitoreando a los deportistas. Además, no me acerco porque soy tímido.

—Vale, siéntate, chico.

Ben posó su trasero en el suelo, de aquel escalón. Luego, destapó el boli que había sacado del bolsillo de su camisa y, acto seguido, puso una libreta entre sus piernas. Yo, en cambio, estuve más atenta en mirar hacia el lado contrario, donde estaban las porristas.

En ese mismo momento, llegaron los del equipo de fútbol, todos vestían ropa de deporte. Entre ellos se encontraban Gael e Ismael, que estaban a punto de entrenar.
El Benjamín de las narices no dejaba de insistir; primero preguntó cuál era mi libro favorito, si estaba leyendo alguno, si prefería leer por las tardes o por las noches. Un sin fin de preguntas que no deseaba responder, solo faltaba que me preguntara algo íntimo.
Entonces, lo vi venir.

—Mierda, es Gael, me largo.

—Espera, no respondiste a mi última pregunta.

—Déjame en paz.

GAEL

Antes de empezar el partido, los chicos hacían flexiones. Ismael miró hacia las chicas que se encontraban en las gradas, se deleitó observando a cada belleza; luego, cambió su visión, comprobó algo.

—Tío, mira hacia las gradas.

—¿Por qué?

—Tú mira.

Hice lo que quería y me llevé la sorpresa.

—Es Leila, joder.

—Ahora anda con novio.

—Si tuviera novio me lo hubiera dicho.

—Tú me dijiste que últimamente te huye y no te responde a los mensajes.

—Es muy rara.

—O está pillada. Lo mismo quiere una amistad nueva. Ya me entiendes.

—No digas tonterías y pásame la pelota.

Ahí nos pusimos a entrenar, a darlo todo.
A pesar de que me encontraba molesto por la situación, ni siquiera entendía qué ocurría.
¿Acaso necesitaba nuevos amigos? Entonces miré de reojo al fulano. No tenía idea de quién era, pero lo iba a averiguar.


LEILA

No me di cuenta de que el chico preguntón había recogido sus cosas e intentaba seguirme, sin éxito.

Por fin llegué hasta el exterior, no quería seguir en el instituto.

Subí al primer bus que llegó, ni siquiera me importaba que me dejara en otro destino. Pensé en Miriam mientras dejaba mi mochila en el otro asiento. «Amiga, siento mucho no haber preguntado por tu mamá. Hoy no ha sido un buen día», le escribí.

Apoyé mi cuerpo en el respaldo de esa silla de plástico. De pronto, escuché una canción muy romántica que empeoraba la situación en la que me encontraba.

Bajaron dos pasajeros del bus.

Miriam: Mi mamá está bien. Lo que no entiendo es por qué te fuiste del instituto; Leti me dijo que te vio salir del mismo.

Leila: Es muy largo de contar. Luego, si eso, quedamos.

Miriam: De acuerdo, no hagas más tonterías.

Al rato, el bus realizó la última parada y no tuve más remedio que bajar.


⌚⌚⌚⌚




Miriam: Amiga, estaré esperándote en el gimnasio. Sé que a esa hora te toca gimnasia.

Leila: Tengo Filosofía, pero como la tía llega tarde no me supone un problema faltar.

Otro día más en el instituto, no podía perder la oportunidad de intercambiar mensajes con mi amiga.

A primera hora tuve clase de Literatura, el profesor sólo mandó unos ejercicios. Sabía que se aproximaban dos exámenes, el de Filosofía y el de Literatura. Si no estudiaba en serio, iba a catear. Últimamente, siempre pasaba algo para que no lo hicieraestudiara.

Me reuní con Mimi detrás del edificio, alejadas de los jóvenes que en esos momentos estaban calentando junto al profesor de Gimnasia.

—Amiga, anoche no dormí nada pensando en Gael. Además, me enojé con él porque me sigue viendo como alguien a quien cuidar.

—Gael siempre es Gael.

—Tú te sueles montar muchas películas en tu mente.

—Te juro que no.

Quizás tenía un empacho del mismo, quizás estaba obsesionada.

—Creo que deberías centrarte en ti, empecemos por ahí. Primero haremos una lista de prioridades según el tiempo de que dispongas.

—Amiga. Si te dedicas a solucionar lo mío, ¿Quién hará tus actividades?

—No te preocupes. No duermo.

«Es bien sabido que aprovecha el tiempo».






No soy lo qué tú creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora