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Este será el último capítulo que dejo. Mientras tanto pueden imaginarse cómo sería todo lo que queda. Quien quiera más de la historia tendrá que esperar. Sólo si la público en físico, ok, además hay regalos. Todo lo que ignoran está en el tik tok de esta tonta, soñadora ....✍️





Enseguida Sobre las nueve de la mañana, sonó el móvil a eso de las nueve de la mañana.

Leti: Amiga, no cuentas nada, ¿acaso te olvidas de mí? Mira, no soy tan celosa como opina Miriam, si conociste un chico espero que me lo presentes.

»Otra cosa, mi madre me persigue a donde voy. Quiere que estudie y yo deseo salir. Me aburro, háblame.

La conocía lo suficiente, necesitaba distraerse. Sin embargo, primero debía conseguir ese trabajo, si tenía tiempo iría a su casa.

Leila: ¿Qué es eso de que te aburres? Tengo que decirte, señorita, que estaré ocupada con una gestión, luego, si puedo, iré a verte. Besos.

Leti: ¿Por qué andáis ocupadas Miriam y tú? ¿De qué gestión hablas?

»Espero que puedas, si no me enfadaré. Yo también te quiero.

Leti: Ya te diré en su momento. Entiende que Miriam tiene que trabajar, además, tú lo tienes más fácil porque tus padres pueden pagarte la universidad. No seas niña, pórtate bien.

Me imaginé la cara que pondría. A veces Leti era muy infantil. Sin embargo, la quería tal y como era.

A eso de las doce llamó el tío de Víctor. El tal Diego pareció   amable durante lo que duró la llamada. Lo normal sería que todo sucediera por teléfono, pero quería conocerme en persona. Así que me citó a las cinco.

Estaba nerviosa, tendría que conocer a un empresario. Esperaba caerle bien.

Me puse ropa formal, es decir, un vestido de rayas, y  unas manoletinas. También me rocié   colonia y luego recogí mi cabello, en un moño. Pocas veces lo llevaba así.

Iba bajando las escaleras cuando, a poca distancia de mí, había a una señora cerrando su puerta. No la conocía, pero me pareció agradable.
Al llegar abajo, encontré a Miriam.

—¿Qué haces aquí?

—Tengo la mañana libre. ¿Dónde vas tan guapa? —

Ella no podía quedarse sin saber.

—A una… no sé si se parece a una entrevista de trabajo.

—Explícate mejor.

—El tío de Víctor me ha citado para conocerme. Y seguro que me informará el día que empiezo a limpiar en su oficina.

—Eso es genial. ¿Y ese hombre en qué trabaja?

—Es agente de una inmobiliaria. Los que te ofrecen viviendas a un buen precio etc.

—Sé a lo que se dedican, pero no me has dicho cómo te fue con Víctor.

—Tengo prisa.

—Cuando te llamé decías que te dolía la cabeza y ahora tienes prisa. Amiga, eso son excusas, espero que me cuentes todo, si no…

—¿Si no qué? Tú tampoco me dijiste lo de tu amigo. Me ocultaste que saliste con él.

—Tardé, pero lo sabes, ¿no?

—Me voy.

—Te llevo.


Al final fuimos  hasta su vehículo, que lo tenía aparcado junto a una señal.

Desde que entramos al coche,  no se volvió a hablar del asunto.

Mi amiga condujo hasta donde le indiqué.

Veinte minutos después bajé del coche, habíamos   llegado al lugar de destino. Vi que aún seguía   en doble fila y sin subir su ventanilla cuando yo me bajé.

—Suerte.

Le agradecí.

Frente al local lo primero que observé fue un cartel. También había folletos de viviendas. Contenían toda la información extra.

Al pasar a su interior, di con una mujer de baja estatura, pero muy bien vestida. Apartó sus ojos del ordenador y, me miró.

—Señorita, ¿quién es usted y a qué ha venido?

—Soy Leila, ¿está el señor Diego?

—Él no está, ha salido. Si no te importa, lo puedes esperar hasta que regrese.

—De acuerdo.

La mujer siguió a lo suyo.

No me caía bien ni mal, ni siquiera se mostraba amable. No me quedó más remedio que esperar.

Eran   las cinco y cuarto, no aparecía Diego.   Aunque no solía ser impaciente, empecé a desesperarme  a las cinco y media.

—Perdone, ¿su jefe va a venir?

La empleada levantó la mirada.

—Sí, le habrá surgido algo importante.

Claro,  y más importante que mi cita.

—¿Por qué no llama a Diego y le dice que estoy esperando?

—No puedo, muchacha, él se enfadaría.



Ya eran las seis y   estaba cansada, si no llegaba pronto, me iría.

Entonces apareció un tipo  nervioso. Traía una carpeta bajo el brazo. No tenía buen aspecto.

—Sofía, cancela la cita con Pedro, no voy a soportar sus quejas.

—Claro, señor.

—¿Quién es?

—Ni idea, esta joven preguntó por usted.

Me sentía incómoda al ser observada de esa forma.

—Usted no se acuerda de que tenía una cita conmigo, ¿cierto?

—¿Una cita con usted? Si me facilita su nombre….

—Leila Acosta.

—Ah, la amiga de mi sobrino.

Por fin se acordó. ¿En qué mundo vivía? 

—Lo siento, de verdad.

¿Sería sincero?

—Me he retrasado porque me surgió algo importante. Pase a mi despacho.

—Vale.

De camino, allí no hice otra cosa que maldecir. Comprobé que lo único que había en orden  eran unas carpetas. La papelera estaba repleta de papeles, y algunos tirados por el suelo.

No era  extraño que le hiciera falta alguien que limpiara. Y por nada del mundo me  sentaría en esa silla cubierta de polvo.

—¿Quiere tomar asiento?

—Prefiero estar de pie.

—Bueno; mi sobrino me insistió en que le ofreciera un empleo. ¿ Usted está por la labor?

—¿Qué?

—Aquí apenas estoy, a no ser que me llegue un cliente pesado. Estará Sofia para lo que necesites. Limpiará esta oficina los viernes por la tarde, sobre las siete. Ella se encargará de explicarle qué debe hacer. Espero que sea responsable.

—Lo soy.

¿Qué se ha creído el tío de Víctor?

Sí tenía antes una buena opinión de él, ahora no.

—De acuerdo, Leila, ha sido un placer.

Luego le dejaré una copia de la llave a Sofía.

Por fin salí de aquel despacho. No daba crédito al desorden. Este tipo no era lo que esperaba. No se parecía a Víctor en absoluto.


Al llegar a mi piso, me eché al sofá. Había ido caminando,  lo suficiente   para por lo que me ahorré lo que costaba el transporte. Menos mal que a la ida Miriam me llevó. Hacía calor   a pesar de estar a mediados de junio.

Refrescó un poco a eso de las ocho de la tarde, quise dormir un rato. Lo que no sabía eras que ese rato se convertiría en tres horas.

Cuándo desperté, estaba chorreando en sudor y comprobé que había anochecido.

«Madre mía, Leti se va a enojar».

Y no me equivoqué. Enseguida descubrí que había dos mensajes en el móvil.

Leti: Pensaba que ibas a venir, ¡qué decepción! ¿Para qué tengo amigas?, Mejor me busco un animal de compañía.   A lo mejor me hacen más caso que ustedes.

Víctor: Preciosa, ¿Cómo te ha ido con mi tío? Espero que esté todo bien. Te echo de menos. 😘


No tenía ganas de excusarse con mi amiga, solo le dejé un simple «perdón». Sin embargo, a Víctor, un emoticono.

¿Para qué iba a decirle cómo se comportó ese Diego?








No soy lo qué tú creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora