nudo(7)

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GAEL

No tuve mucha suerte en mi último examen, estaba hasta la coronilla de la profesora de Literatura. No me gustaba su forma de explicar.

¿Por qué me dejaba una baja calificación en el ejercicio sobre un autor de la vanguardia?

En el momento que salí del aula, lo que no esperaba era que las chicas estuvieran revolucionadas, ¿qué leches pasaba?

Entonces, apareció Ismael, traía una hoja.

—Tío, lee esto.

Leí lo que parecía una entrevista de un tal Benjamín Rojas y, al parecer, a la que entrevistó fue a Leila.

—Lo voy a tomar a golpes.

—Sabía que dirías eso. Esto está por todos lados. Se ha burlado de otros estudiantes además de Leila. Por cierto, el director se enteró y ha sacado a este chaval del instituto, le abrirán un expediente, a ver si le va bien a partir de ahora.

—Me importa un carajo. Tan solo quiero saber cómo está ella.

—Suerte, tío.

Leila no me quería ver, ignoraba la razón. De todas formas, haría lo que fuera para dar con ella.

Me las arreglé para no ir a la última clase. Estuve de paseo, aquel lugar estaba desierto a esa hora. Sabía que ella tenía clase de Geografía. Entonces, caminé hasta el edificio blanco. Decidí quedarme cerca, miré mi reloj como cinco veces.

Por fin, sonó el timbre y empezaron a salir los jóvenes del edificio.

Esperé impaciente, mirando hacia la entrada del edificio. No la visualicé hasta que otros estudiantes fueron saliendo en grupos de tres. Era, sin duda, una espera larga, pero tenía urgencia por hablar con ella.

Me escondí al pillarla con su amiga. No sabía de qué hablaban, pero eso carecía de importancia para mí. Lo único que necesitaba era que Miriam se fuera para poder acercarme, pero resultó que tardaban. Así que salí de las sombras.

Se asustaron, no sabían que estaba cerca.

—Perdón.

—Leila, necesito hablar contigo.

—A este fantasma le urge saber.

Esa chica mostró su lado pícaro, a veces no entendía por qué Leila la quería como amiga.

—Voy a ser un mal tercio.

—No me dejes sola —oí a Leila implorar.

Me permití un acercamiento, me di cuenta de que cada vez estaba más linda.

—Me enteré de lo que te hizo ese universitario. Y quería saber si necesitas hablar de ello.

—No iba a retrasarlo, fui al meollo del asunto.

—No me lo recuerdes, todavía me siento estúpida por haber creído en él.

Vi como agachó su cabeza y juntó sus pies en el acto, parecía avergonzada.

—¿Quieres que te acompañe a tu casa?

—No es necesario.

—Hace días estoy notando que te alejas, no me respondiste a mi mensaje.

—No tengo internet.

La miré con incredulidad.

—Leti me dijo que ayer te fuiste del instituto, ella te vio salir. ¿Por qué?

—Porque el bar de mi padre se llenó y, como él no podía con todo, pues decidí ir.

—Me parece increíble que abandones las clases para irte a trabajar. Dudo que Domingo acepte algo así. Por lo que sé, tiene una empleada allí.

No soy lo qué tú creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora