nudo (8)

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GAEL

Hice un recuento en el calendario de los partidos a los que tenía que acudir. Estar ocupado me vendría bien, tenía razón Ismael. Aún recordaba nuestra conversación.

—A ti te pasa algo.

—Dime lo que sea, que dentro de veinte minutos toca entrenamiento.

—No quiere que la cuide, ni tampoco que nos veamos.

—¿Qué? Tío, si os conocéis desde enanos. Creía que ese cariño era indestructible.

—A mí también me sorprendió, ¿ahora que hago?

—Es una situación extraña.

—Es como mi hermana.

—No seas tan protector, ella es libre, como tú, y puede salir donde le dé la gana, emborracharse y que otro la cuide.

—No te quiero oír.

—Asume que quiere cortar el cordón umbilical que tenía contigo. Ja, ja, ja.

—Deja de reírte.

—A entrenar.

Me estaba duchando en los vestuarios. Después de enjabonarme, sentí un ruido.

Era extraño que a esa hora hubiera alguien. Me enjuagué y, al instante de coger la toalla, una joven se metió dentro.

—¿Qué haces aquí?

—Te eché de menos.

—Olvídate de mí.

—Vamos, no seas malo.

—No puedes estar aquí —aclaré, pero ni lo escuchó.

—Necesito que me ayudes.

—¿Ayudarte en qué?

—Mi exnovio se ha atrevido a enseñar mis fotos íntimas, además de contar detalles, por eso quiero vengarme. Si tú me haces el favor, te estaría agradecida. Ya sabes, por los viejos tiempos.

—Olvídalo, busca a otro.

—Gael, me lo debes.

Enseguida la saqué sin miramientos.

Olivia era otra rubia más que conocí, ambos follamos y Supe hacía una semana que la golfa le había tirado la onda a Humberto, mi enemigo.
Él jugaba en otro equipo, y sabía que pronto se disputaría un partido.

Ismael notó mi enojo cuando me localizó.

—¿Qué ha ocurrido?

—Olivia, eso pasa.

—La madre que la parió.

—Se metió en el vestuario para proponerme que la ayudase. Se pensará que la voy a secundar en su tonta venganza.

—Ten cuidado, esa tía es peligrosa.

—Lo sé. En qué momento me la tiré...

Ay, eso nos pasa por débiles.

—Necesito comer algo.

—Vamos.


LEILA

Durante toda la mañana estuve viendo fotografías, repasando Filosofía y Literatura y, por último, tiré los peluches que Gael me regaló en cada cumpleaños. Tenía que desprenderme de cosas de mi infancia.

En la noche, me llegó un mensaje de Leti.

Leti: Hey, Leila, mañana no se te ocurra faltar, te tengo que entregar algo. Además, necesito otra salida de amigas. No te olvides. Que tengas dulces sueños.

No soy lo qué tú creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora