nudo (11)

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Tenía conocimiento de que los adolescentes en las películas extranjeras vestían la toga para ese momento tan importante. Todo era ficción, pero me gustaba imaginarme vestida así y leyendo algún discurso frente a todos. Sin embargo, mi realidad era bien distinta porque iría vestida formal y no soltaría nada. ¿Para qué? Además, no era muy buena explayándome frente al público. A Miriam se le daba mejor porque tenía presencia para destacar.


Ese día tan caluroso vestí para la ocasión una camisa sencilla, y un pantalón de color gris. Era un conjunto adecuado junto a unas  manoletinas de color negro.

Al principio, estuve sola en casa porque mis padres no se enteraron de que hoyese día me iba a graduar. Podía perdonar a Domingo porque él tenía que trabajar, pero jamás a ella.

Abandoné  mi habitación; no tenía caso entretenerme en dejar mejor mi aspecto,
Enseguida bajé cada uno de los escalones y salí precipitadamente de un hogar vacío con padres insolidarios.
Quizás me servía de consuelo o para convencerme de que no me importaba su presencia.

Allí estaba, puntual, porque mis amigas me esperaban. Leti no se graduaba, pero se apuntaba hasta a un bombardeo.

—Qué guapa.

—Sí, está linda, aunque le falta un poco de colorete y poner orden en ese...…

—Calla, ¿no ves que hizo viento?

—No pasa nada, traigo un cepillo para el pelo.

Me sentí incómoda tras ser observada por mis amigas, que casualmente venían equipadas por si acaso. Enseguida me empujaron  hacia el baño, parecía una rehén Sin embargo, estaba en buenas manos. Entre las dos se ocuparon de arreglar cada desorden, sobre todo, en mi cabello.

—Chicas, sois geniales.

—Lo mismo consigues un pretendiente.

Me  extrañé, ¿acaso Leti insinuaba que iba a conocer a alguien? Aun así, lo dejé pasar.

Llegaron al instituto más estudiantes, y sus familias, así como también el equipo directivo y los profesores.

Ambas nos situamos en la segunda fila esperando a que nos nombrasen, mientras Leti estaba detrás con Lourdes y un joven.

Me sentía muy nerviosa  y Miriam me agarró de la mano para otorgarme tranquilidad.

—Dentro de poco estaremos ahí arriba.

—Me tiembla todo. —Me toqué el pulso—. ¡Dios, no sé si podré afrontarlo!

—No seas boba, lo harás bien.

Empezaron a nombrar a los alumnos de otra aula, eran desconocidos para nosotras. No perdíamos detalle de cómo les entregaban sus diplomas y algún regalo.
Entonces llegó el momento, primero subió Miriam por la escalera y, a continuación, lo hice yo. Conseguí llegar sin perder de vista a mi amiga.
Me situé cerca de mis compañeros y al lado de los profesores. Recibimos nuestros diplomas.

Los aplausos y las felicitaciones no tardaron en llegar, hasta hubo muestras de cariño de parte de alumnos hacia los profesores y viceversa.

Suspiramos aliviadas después de alejarnos de ese tumulto.

No faltaron abrazos entre nosotras, ante la atenta mirada de Inma —la madre de Miriam— y ese mismo joven que llevallevaba rato ahí contemplando todo. Ellas notaron la presencia del mismo; en cambio, a mí me importaba un pimiento.

—Chicas —Leti, la olvidadiza—.Él es Víctor.

Mimi no podía contener la risa, y menos con tal sorpresa.

No deseé saber quién lo había invitado, Sin embargo, vi cómo me tendió la mano.
No sería una maleducada , ¿o sí?, con un extraño.

—Leti está feliz por ustedes, y, como estaba ansiosa por venir, quise acompañarla.

—No quería perder la oportunidad de conocerlas —prosiguió.

—No estaba tan ansiosa —dijo Leti dijo en una actitud infantil.

—Llevaré a mi madre a casa, luego nos reunimos en la entrada del restaurante —comunicó Mimi.

En ese instante, eché un vistazo a mi alrededor: no encontré a Gael y tampoco a Ismael. Era extraño.

Al dar un giro, tropecé con el joven, cuya cercanía me provocó aturdimiento.

—¿A quién buscas?

—A nadie.

—Leti me habló de ti.

—¿Y qué te dijo?

—Me dijo…

—Nos vamos, estoy sudada. Además, quiero llegar a casa y ponerme otro vestido —interrumpió Leti.

—Sus deseos serán atendidos, milady.

Leti respiró hondo para no responderle. A pesar de que Víctor le había hecho el favor de traerla no soportaba su forma de ser.

Al principio, me hice de rogar para no subir al mismo vehículo que ellos, pero Leti me convenció. En todo el trayecto del instituto al chalet donde vivía estuve incómoda. No era por estar dentro de un deportivo, sino por él.

Llegamos pronto al destino; además, Víctor supo ir a una velocidad adecuada.
La impulsiva de mi amiga salió del coche y, aún seguía enfurruñada porque el primo de su cuñado no le había dejado poner música.

En el interior de la casa solo estaban los padres de la chica, que permanecíanpermanecieron atentos frente al televisor después de saludar. Me hice una idea de por qué mi amiga era tan cría.
El chico prefirió quedarse abajo, y soportar a los padres de Leti. Nosotras "«arrancamos"» a subir por las escaleras.

Una vez dentro de su habitación, me fijé en su estantería de libros, y luego en el espacio. Sin duda, era más pequeña que la de su hermana.

—¿Qué te parece este vestido?

—Es bonito.

No presté mucha atención porque seguía pensativa.

—Veo que andas en otra parte y no aquí.

—¿Qué?

—Olvídalo. Hace calor, ¿te apetece tomar un refresco?

Llegamos a la cocina después de bajar por las escaleras. Leti no tardó en encender la luz, luego se dirigió hasta la nevera y, acto seguido, sacó tres latas de refresco. Sin querer , se le escurrió una de su mano, cayendo al suelo.

—Amiga, ¿la recoges?

Quise   agacharme, pero ese joven me lo impidió, fue más rápido y la agarró. Lo tenía muy cerca y pude oler su fragancia, acabé mareada.

—Estáis haciendo ruido, supongo que el refresco es para mí.

No dijimos nada, así que él entendió que sí. Tras abrirlo, el líquido salió desbordado hacia su ropa.

—Joder, mi camisa nueva.

—Si fueras más listo, sabrías que eso podía pasar.

Percibí la forma en la qué se  retiró la camisa de su cuerpo. Parecía un niño que actúa por impulsos.

—Disculpad, iré a cambiarme, tendréis que esperar por mí.

Se sintió avergonzado por su reacción.

—Víctor es un pijo, cualquiera le estropea algo.

—A ver porque, ¿por qué ha venido a la graduación? Confiesa.

—Él me preguntó, pero no a mimí directamente. Vino a ver a sus hermanos y luego se pasó por la casa donde vive mi hermana.

—Abrevia.

—Se enteró por su primo, porque ya estaba enteradaa Rubén se lo había contado Tina.

—Y tú le dijiste.

—Lo siento, ya sabes cómo soy.

—Oye, a veces me da la impresión de que esconde algo. Nunca sé por dónde va a salir.

—Figuraciones tuyas, es mejor que te vistas.

Leti asintió.

Una vez arreglada, se encaminó hasta el pasillo.

—Víctor, ya estoy lista —gritó Leti con todas sus fuerzas.

—Hija, estas no son horas para pegar voces; además, Víctor está al teléfono.

—Jo, no se puede ni toser en esta casa. Te digo que este tío es un misterio.

Al rato, ya habíamos salido de la casa y subido al auto. Antes, Leti me había prestado algo de abrigo porque estaba refrescando.
Cuando llegamos, no había demasiada iluminación, sería una dificultad para caminar por allí. Víctor bajó enseguida de su auto y sacó su linterna del maletero; que a su vez estaba en su caja de herramientas.

—Chicas, no os alejéis mucho si no queréis perderos.

—Ya.

Leti arrugó suel entrecejo, empezaba a perder la paciencia.

—Piérdete tú —siseó.

Entonces vimos a Miriam, por fin.

—Mierda, me muero de frío, no volváis a tardar tanto.

—Nos hubieras esperado dentro.

—Chicas, hay que entrar sino, si no, algo más que mis manos quedará congelado.

La verdad es que esa noche hacía frío.

Solo sonreí en un par de ocasiones cuando Leti hizo algún comentario y eso fue suficiente para que Víctor me mirara de reojo. Lo percibí, aunque no quería.

De camino al interior del restaurante, comprobamos quiénes se encontraban: algunos de los estudiantes que se graduaron, como también los profesores.

Víctor ocupó el asiento en frente de mí, desde donde me podía vislumbrar. No entendía por qué era tan osado.

Una camarera enseguida nos atendió.

Cuando  trajeron los  entrantes ninguna de nosotras pudimos resistirnos en probar cada loncha de jamón, cada canapé.

Luego, entre plato y plato hubo poca conversación, pero, en el momento que el joven se retiró para ir al baño, no nos contuvimos.

—Cuéntanos algo más de él —se dirigió Miriam a Leti.

——¿Del pijo? Por favor, no me hagáis esto.

——¿No te diste cuenta de que ha tratado de ser amable, y más con Leila?

Dejó la cuchara del postre en la mesa.

—Es un pesado, desde que me conoció no para de meterse conmigo.

—Te habrá cogido cariño.

—Me odia desde que mi hermana se casó con su mejor amigo. Rubén era su compañero de aventuras, dejó de serlo al   llegar ella.
  

—No me importa que tu hermana me lo haya robado y tú me caes fenomenal.

Me sentí importante al ser objeto de sus conversaciones. La pequeña seguía con el rifirrafe de siempre, no creía que me simpatizara.

Tenía una vista adecuada después de haber escogido asiento frente a ellas.

—Tengo la suerte de estar rodeado de tres bellezas. Si queréis preguntarme algo, tengo cinco minutos antes de saborear este postre. Si no da tiempo, puedo revisar mi agenda en otro momento y mirar si tengo un día libre para cenar de nuevo con vosotras.

 ¿Tú siempre eres así?

Sonreí.

—Os estaba tomando el pelo.

Noté que la pequeña estaba enojada, aún se contenía y no lo entendía. En su lugar, me hubiera vengado.

—Podrías dejar de bromear, ¿por qué quieres ser el centro de atención?

—Qué va, me interesa llevarme bien con vosotras. No me importa el resto.

Trajeron el postre, una rica tarta de manzana como  las que mi madre compraba de vez en cuando.

Estaba tan pendiente de lo que hacía Leti que ni siquiera advertí que su otra amiga me crucificó con su mirada. Me tomé de un trago el vaso de agua que estaba sobre la mesa. Entonces, la pequeña le pidió el favor a Leila de que la acompañase.

—Te gusta mi amiga —me abordó Miriam.

—Eres directa.

—Responde.

—Me interesa, es preciosa.

——¿No has pensado en la diferencia de clase? Además, tú la harás sufrir.

—No me importa, y qué mala opinión tienes de mí.

—Por favor, deja de insistir.

—Me pides un imposible.

LEILA

En el momento en el que llegamos hasta ellos, me di cuenta de que se quedaron mudos.

Estuvimos un rato más en la mesa, pero ya casi todos estaban en la terraza disfrutando de alguna charla o haciéndose selfis. Así que no nos quedó más remedio que ir allí.

Noté que Víctor tenía la costumbre de mirar hacia mí, eso me incomodaba. Luego, él se apoyó en la pared mientras mis amigas iban hasta la barandilla a observar el paisaje. No las acompañé y eso me ponía en "«peligro" », es decir, en ese instante no podía estar alejada e incomunicada. Aunque podía hablar con él.

—Te graduaste. ¿Por qué no eres feliz del todo?

—¿Acaso alguien lo es del todo?

—No me gusta verte triste.

Quedé desconcertada.

¿Acaso le importaba a este joven?

Si apenas me conocía.

—Perdona, tengo frío.

Necesitaba escapar.

—De acuerdo.

No me insistió para que permaneciera ahí, así que me adentré al interior, necesitaba, además, pedir un vaso de agua. Allí había un camarero. Él mismo me atendió amablemente. Me puse roja hasta cuando me guiñó un ojo.

VÍCTOR

La peque subió a mi coche una vez se despidió de su amiga, se colocó en el asiento del copiloto, mientras que Leila prefirió la parte de atrás. Daba igual, las llevaría a cada una a su casa. Dicho sea de paso, me quedaría en el hogar de las hermanitas.

—Ahora a la cama, como las niñas buenas.

—Eres un idiota.

Que fácil era que se picase. Pero eso solo era el principio, me iba a divertir.


No soy lo qué tú creesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora