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—La ensalada era un asco, hasta tu pan sabía muchísimo mejor para ser una cosa simple —expresó Jake mientras caminábamos a la salida.

—Te van a escuchar los empleados —murmuré al ver que las personas nos quedaban viendo.

—Que me escuchen, que sepan lo horrible que es su comida "gourmet" —hizo énfasis en la última palabra con odio.

Le di un leve empujón para que se calmara, me reí porque sabía que era capaz de armar un alboroto solo porque lo que pidió no le terminó gustando debido a la cebolla que le echaron. Pero no podía tachar el lugar como lo peor si el error fue de él al pedir una comida que tenía un ingrediente que sus papilas gustativas no soportaban.

—Ay Jake, eres un caso perdido —reí.

Logramos salir del restaurante sin problemas y el guardia de la entrada se despidió de nosotros con cortesía, deseando que volviéramos pronto, pero Jake le sacó el dedo medio diciéndole que le daría cero estrellas al lugar. Obvio el hombre quedó extrañado por su comportamiento infantil, pero yo solo me reía viéndolo.

Nos subimos en la moto, ya se estaba volviendo costumbre pasear a cada rato. Me había invitado a su depa por el postre y yo ya sabía a lo que se refería el pervertido ese, no disimuló ni un poco. Abracé su cuerpo en cuanto arrancó, por suerte no tardamos mucho en llegar, no sabía que el restaurante quedaba tan cerca de su hogar.

Primero dejó la moto en el estacionamiento para que los guardias nocturnos la cuidaran. Acto seguido nos bajamos dispuestos a entrar en la residencia. El ascensor tenía un gran letrero con letras rojas informando que estaba en mantenimiento, así que tocó subir las escaleras hasta el quinto piso...

Llegué jadeante y apoyándome en mis rodillas para recuperar el aire, lo que más odiaba era hacer ejercicio, estúpido Jake que tuvo que vivir en el último piso. Retomé la compostura y él solo se reía de mi debilidad, seguro ya estaba acostumbrado a subir las escaleras porque estaba tan relajado como siempre, su respiración calmada no se comparaba a la mía, agitada a punto de asfixiarme.

Sacó sus llaves para abrir la puerta de su habitación. Entré y lo primero que hice fue quitarme las botas que tanto me apretaban, debía comprarme unas nuevas que se parecieran. Mis pies quedaron libres, llenándose de aire, aunque estaba segura que por el sudor olían terrible. Aproveché de avisarle a mi madre mediante un mensaje de texto que me quedaría con Jake esa noche.

Lo malo era que no llevé ninguna muda de ropa para bañarme... Ponerme una camisa suya solo me hacía ver pequeña.

—¿Quieres bañarte conmigo otra vez? ¿O prefieres descansar un rato? —inquirió, quitándose la camisa luego de encender las luces.

Dejó su bien formado torso al descubierto, se me dificultaba voltear la mirada porque quería seguir detallándolo, sin importar que lo había visto así muchísimas veces, el sentimiento de deseo seguía siendo el mismo, nada había cambiado. Me acostumbré un poco más a él, pero las cosquillas seguían invadiéndome como la primera vez.

—Escojo el baño, me hace falta —refuté oliéndome la axila, haciendo una mueca de horror.

—Que asquerosa eres, Camila, por lo menos disimula lo que haces —reprochó soltando una carcajada.

Amaba su risa, hacerlo reír me llenaba el alma pudiendo morir en paz, sin remordimientos, escucharlo feliz era como una hermosa canción resonando desde mi cabeza hasta mis pies. ¿Eso era el amor? Porque no me cansaba.

Caminé hasta llegar al baño siendo seguida por él, en su momento se burló de mí porque estuve una vez y me memoricé el lugar, ni que fuera grande como para perderse, era un espacio pequeño comparado con mi casa. Pensar que lo perdería el los próximos días por no poder pagarlo, dolía en cierta parte.

El sexy chico del café [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora