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Definitivamente.

Me tenía loca.

Me había metido en un lío sexual con él. Era obvio que sus intenciones eran solo de coger y ya, pasar un buen rato conmigo, tampoco es que me molestara esa forma de pensar, yo también lo veía así... Al principio.

Jake estaba causando en mí tantas cosas que mis ex novios ni de cerca habían hecho. Aunque, tenían una gran diferencia en cuanto a su aspecto físico, y no era que a mí me atrajera primero eso.

Bueno, a quién engaño, el físico es lo primero que vemos en una persona.

Pero, Jake sobre pasaba la belleza masculina, es que tener a mi disposición a tremendo hombre tallado en pectorales y cuadros abdominales bien formados, me hacía tocarme de solo pensarlo.

De recordar que estuvo dentro de mí su varonil y venoso miembro. Esa carnosidad rozando mis paredes vaginales humedecidas, me ponía caliente imaginar las escenas en mi cabeza.

Espabilé.

Estaba en casa, acostada en cama con mi mano metida dentro de mi pantalón, me toqué un poco mientras dejaba que mi mente hiciera de las suyas. Le había dado mi número a Jake cuando estuve con él, me daba ansiedad esperar un mensaje suyo, porque me había dicho que me escribiría para guardar su contacto.

Y eso era lo que estuve esperando durante media hora. Hasta que mi celular sonó.

Pero resultó ser mamá, me estaba llamando.

—¿Hola? —contesté.

—Camila, quería comentarte que iremos específicamente el lunes, ya tenemos todo listo, ¿crees que puedas ordenar la habitación de visitas? —habló desde el otro lado.

—Claro mami, pero quería decirte que solo tengo dos camas matrimoniales —informé dejando de tocarme.

Que vergüenza sentí.

Si mi madre supiera todas las barbaridades que he pensado y que he hecho, no me reconocería, ella siempre pensó que era una niña buena e incapaz de romper un plato, cuando en realidad era todo lo contrario.

Una diablita en ascenso.

—Oh, pero Fabián puede dormir contigo sin problemas, es un buen chico, se llevarán bien —alegó, se notaba alegre por su tono de voz.

—Vale, no me opondré —respondí sin molestias.

Si mi mamá confiaba en el hijo de Carlos, por algo lo hacía, solo esperaba que fuera un niño bueno así como me comentó y no rompiera todo en mi habitación, que no fuera desordenado, porque aunque yo tuviera a veces la casa patas arriba, no me gustaba el desorden.

—Tengo que colgar, te llamo el lunes cuando estemos de camino, te quiero —dijo alargando la última palabra.

—Yo más —agregué antes de que colgara.

No me agradaban los niños, pero haría mi mayor esfuerzo para que mi mamá estuviera a gusto. Ella me había dado la vida, y todo en general, gracias a ella me convertí en una gran mujer, exceptuando lo sucia que tenía la mente, eso lo aprendí yo misma viendo mucha porno y cómics maduros.

Pero todo lo demás, me lo había enseñado mamá, le estaba agradecida y si ella quería pasar un mes conmigo, no me opondría, recordé lo mucho que lloró cuando le dije que había conseguido el dinero suficiente para mudarme sola.

Como era su única hija le dolió bastante, pero supo aceptarlo y no me obligó a quedarme con ella, por suerte ya para ese entonces tenía a Carlos, un buen apoyo emocional para mamá desde que yo me fui, también estaba agradecida con ese hombre, aunque no fuese nada mío.

El sexy chico del café [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora