Mi padrino

Capitulo 8

"¿Has empezado con tu cachorro de los deberes de las fiestas?" Preguntó Sirius mientras los dos estaban inclinados sobre la mesa de té, enfrascados en una tranquila partida de ajedrez de magos. "Bueno, yo... Eh". Harry tartamudeó levemente, sin saber cómo responder, ya que no sabía cómo reaccionaría su padrino.

"¿Debo tomar esa falta de respuesta como un no?" Preguntó Sirius, levantando una ceja a lo que Harry asintió, negándose a mirar a los ojos a su guardián. Sirius observó la actitud preocupada de su ahijado y decidió aliviar sus preocupaciones. "No estoy molesto, cachorro. Está bien. ¿Por qué no comienzas con eso para que lo termines mucho antes de que comiencen las clases? ¿Eh?"

Harry asintió, luciendo considerablemente aliviado. Más tarde ese día, Sirius fue a ver a los Weasley por algunas "razones que no podía compartir con Harry". Le había hecho prometer a Harry que no intentaría hacer nada imprudente y el pequeño lo había hecho.

Harry subió las escaleras hasta su habitación, para terminar con ese monstruoso ensayo que Snape había preparado para los estudiantes. Abrió la puerta de su habitación y encontró a alguien o algo mejor dicho, saltando sobre su cama. Reconoció a la criatura como un elfo doméstico. La única a la que había conocido hasta ahora era a Becky, por lo que era bastante extraño entrar y encontrar a un elfo doméstico en la habitación de uno.

"¿Hola? Um, ¿quién eres?" El elfo doméstico dejó de rebotar bruscamente ante la inesperada entrada del ocupante de la habitación. Saltó de la cama y miró a Harry con una mirada casi asombrada en su rostro. "Harry Potter, señor. ¡Qué honor, señor! Yo soy Dobby, señor. Dobby, el elfo doméstico."

"Está bien, entonces... este... entonces, ¿qué puedo hacer por ti?" Preguntó Harry, su confusión solo aumentaba a cada segundo. "Es... Es difícil para.... para que Dobby lo diga."

"¿Por qué no te sientas?" dijo Harry cortésmente, señalando la cama. Para su horror, el elfo rompió a llorar, aullando con fuerza y sonándose la nariz con esa sucia funda de almohada que llevaba.

Ahora Harry no sabía cómo reaccionar. Así que hizo lo único a lo que se había acostumbrado, gracias a los Dursley. Se disculpó: "Por favor, Dobby, lo siento, no quise ofenderte. Lo siento mucho". La disculpa apresurada y desesperada solo pareció aumentar el flujo de lágrimas incesantes. Después de lo que a Harry le parecieron siglos, las lágrimas se convirtieron en sollozos y Dobby miró a Harry con los ojos muy abiertos.

"¿Ofender a Dobby? A Dobby nunca se le ha pedido que ... para sentarse junto a un.... por un mago, señor." El elfo se las arregló entre sus resfriados. "Supongo que entonces no debes haber conocido a ningún mago decente." Dijo Harry, su expresión confusa fue reemplazada por lástima.

Dobby negó con la cabeza. Luego, sin previo aviso, se levantó de un salto y comenzó a golpearse la cabeza furiosamente contra el armario, gritando: "¡Dobby malo! ¡Dobby malo!"

Harry se quedó paralizado por un momento antes de volver en sí y agarrar la funda de la almohada del elfo doméstico, sacando a la angustiada criatura de su castigo autoinfligido.

"Gracias, señor Harry Potter. Dobby está muy agradecido, señor. Dobby casi habló mal de su familia, señor, así que Dobby se castiga a sí mismo, señor". Harry miró a el elfo, preguntándose por qué el elfo querría hacer eso antes de recordar que Becky también había comenzado a golpearse la cabeza contra la puerta cierto día hasta que Sirius la detuvo y le recordó firmemente a la elfa doméstica que no debía castigarse a sí misma.

"Um, ¿por qué exactamente estás aquí, Dobby?" —preguntó Harry, decidiendo no detenerse en el castigo del elfo.

"Dobby ha venido a advertir a Harry Potter que Harry Potter no debe volver a Hogwarts."